Especiales Semana

PARAFERNALIA PAPAL

Millones de pesos en obras públicas y centenares de artículos de recuerdo de Juan Pablo II, forman la "danza del dinero" en la visita del Pontífice.

28 de julio de 1986

La combinación de dineros del sector público y de la empresa privada, las donaciones sin nombre, las con nombre, los obsequios en especie y todos los auxilios, cortesías y muestras de cariño que se han sumado para atender al Papa en sus 140 horas de visita a Colombia hacen imposible la contabilidad exacta de cuánto costará el honor del viaje en pesos contantes y sonantes.
Contando lo que se puede calcular (presupuestos oficiales, préstamos y partidas extraordinarias), SEMANA logró sumar la cifra de 530 millones de pesos, de los cuales los primeros cien se gastaron en Bogotá para adecuar escenarios como el del parque El Tunal, mejorar los accesos a algunos sitios a donde concurrirá el Pontífice arreglar las instalaciones del estadio El Campín e iluminar varios sectores. Pero el destino de ese presupuesto estaba previsto de todas maneras y, de acuerdo con el alcalde Rafael de Zubiría, "lo que se hizo fue anticipar la inversión".
Esa cifra, está claro, no incluye el gasto en cosas aparentemente menudas como el maquillaje de la cara de la capital. Para ello se formó hace varios meses el Comité Cívico de Ornato de la Ciudad, que, con distintos nombres e integrantes, funciona también en todos los lugares donde Juan Pablo II repartirá sus bendiciones. Los fines de estos grupos son, como sus nombres lo indican, de ornato y civismo y dentro de esas dos palabras van involucradas las reparaciones de andenes, la restauración de jardines, la lavada de paredes, la poda de zonas verdes, la señalización de las calles, la tapada de huecos y todo lo demás que sea necesario para que el Papa vea una Colombia bien presentada.
Para hacer trabajos "institucionales" cada ciudad escogida en el peregrinaje papal recibió como presupuesto 90 millones de pesos, lo que es sólo el banderazo de lo que tuvieron que gastar. En Medellín, por ejemplo, los costos de adecuación de lugares y construcción de algunas obras llegaron a los 150 millones de pesos, sin contar, otra vez, las flores, los prados, los banderines que se verán por millones en todo el país (en Bogotá se repartirán dos millones y medio), los reflectores que caerán sobre la figura pontificia para que nadie se quede sin verlo en las concentraciones y los micrófonos para que nadie se quede sin oírlo.
En Popayán, donde estará 30 minutos, y en Cartagena, donde permanecerá una hora y media, los gastos se hicieron, pero con mayor sencillez. En la capital del Cauca, por ejemplo, la presentación del Papa no será dentro de la ciudad sino en el sector llamado "Campamento", donde fue construido un templete con materiales típicos como la palma y la caña brava. Pero, de todas maneras, allí Juan Pablo II podrá caminar una cuadra entera sobre flores, porque el Comité Cívico de Popayán decidió extender un tapete natural. En la antigua zona tugurial de Chambacú, la multitud será contenida con un cerco hecho con madera, en un área de 300 hectáreas que, previamente, será fumigada por el Servicio Anti-Malaria para evitar cualquier riesgo.
En la Unidad Panamericana de Cali se invirtió la mayor parte del dinero que esa ciudad gastará para la ocasión. Se adecuó el lugar para la oportunidad, lo que significó la colocación de seis torres de iluminación para que desde allí partan los chorros de luz de 15 reflectores hacia la tarima de madera donde estará el Papa.
Para la concurrencia se montaron 96 sanitarios transitorios. Cada uno de los fieles recibirá a la entrada un folleto a cuatro colores que, además de tener el carácter de souvenir, servirá para que sigan paso a paso la modalidad más reciente de misa aprobada por el Vaticano.
En Barranquilla, que es la última escala del Pontífice antes de emprender el regreso a Roma a través de la isla de Santa Lucía, la presencia del Pastor está programada por dos horas y media y, para ese lapso, desde Venezuela se calcula que podrán llegar medio millón de fieles para verlo de cerca.
Los barranquilleros, que no tendrán que hacer un viaje tan largo, tendrán, eso sí, una responsabilidad cívica muy concreta: vestirse de blanco de pies a cabeza como un símbolo de la paz que propaga Su Santidad, para la ceremonia de bendición que se hará en la nueva Plaza de la Paz, frente a la Catedral, lo que ocurrirá a las diez de la mañana cuando la temperatura puede estar próxima a los treinta grados centígrados.
Pero si es imposible la contabilidad de los dineros que se gastarán en obras públicas con motivo de la recepción al huésped de honor, la del dinero de toda la parafernalia que circulará durante esta semana, es una cuenta que no podría hacerse ni con la ayuda de Dios.
Las promociones comenzaron con las industrias de cosméticos y alimentos que hicieron ofertas de obsequiar una imagen de Juan Pablo II por la compra de uno de sus artículos, pero en el pasado fin de semana ya el comercio se había salido de ese cauce institucional y calles, parques y avenidas estaban pobladas de vendedores ambulantes que ofrecían todo tipo de cosas.
Bustos en yeso, postales, bendiciones enmarcadas, álbumes fotográficos, discos, platos marcados, estampas, llaveros, billetes, billeteras, monederos, y otros cientos de productos se fabricaron para el recuerdo de la visita pontificia. Los vendedores ambulantes, expertos en captar las tendencias para hacer su negocio, ofrecían "lo de moda" por precios que iban desde diez pesos (una estampita simple), hasta 500 pesos (un cuadro enmarcado en madera con la imagen del jerarca eclesiástico).
Además de las promociones callejeras, otras más convencionales se hicieron presentes. En Bogotá, un almacén de ropas ofrecía precios de descuento "para que usted esté bien vestido cuando llegue el Papa" y quienes mayor provecho parecían sacar del acontecimiento fueron las empresas editoriales: libros con la biografía de Karol Wojtyla, acompañada de láminas de colores, se vendían entre 700 y 1.200 pesos y por 350 pesos se estaban ofreciendo afiches gigantes con una reproducción del pintor colombiano Alejandro Orostegui, del cual se hicieron 60 mil copias para distribuir por todo el país.
A pesar de la avidez comercial suscitada por la visita papal (de lo cual, entre paréntesis, es ajeno al Episcopado colombiano que sólo asesoró varias de estas promociones, pero no reconoce ninguna como oficial), la presencia de Juan Pablo II no ha dejado tantas ganancias como las que provocó el viaje de Pablo VI en 1968.
"Hace 18 años, cuando vino Paulo VI, hice fabricar más de 50 mil estampitas y todas se vendieron. Ahora no voy a hacer nada porque casi no se está vendiendo", fue la queja oída por SEMANA a la propietaria de un almacén de figuras religiosas en el centro de Bogotá.
Tal parece que es cierto el mal negocio, comparado con lo que fue la primera vez que un Papa visitó a Colombia. La época -atestada de distracciones distintas al Papa como el Mundial de Fútbol parece ser uno de los factores de baja de interés hacia los productos que se ofrecen con la imagen del Pontífice y también de su "competidora" más persistente: la Virgen de Chiquinquirá, de cuya figura hay cuadros enormes también en las calles y en los almacenes.
Es esta, con seguridad, sólo una pequeña parte de la parafernalia que circulará durante esta agitada semana de Papa, cuyo costo jamás se sabrá y cuyas curiosidades forman parte del folclor colombiano.