Especiales Semana

PARIS CORONA A BOTERO

El homenaje que la Ciudad Luz rinde a Fernando Botero es lo más importante que le ha sucedido a la cultura colombiana desde el Nobel de Gabriel García Márquez.

23 de noviembre de 1992

EN ESTA EPOCA DEL AÑO, LOS CAMPOS ELISEOS, la avenida más famosa del mundo, se llenan de hojas secas y de caminantes provenientes de todos los lugares del planeta. Pero este otoño les depara una sorpresa a quienes paseen entre el Arco del Triunfo y la Plaza de la Concordia: ser espectadores de un evento sin precedentes en la historia de París. Se trata de la consagración de un artista que surgió de la nada, y que hoy por hoy ha alcanzado algo que, por decir lo menos, equivaldría al Premio Nobel del arte.
A ningún artista vivo, ni siquiera a un francés, se le habían abierto de par en par las puertas de París. Ninguno, al menos en las últimas décadas, había tenido el honor de exponer en los Campos Eliseos y simultáneamente en el Grand Palais, el palacio que año tras año dedica su retrospectiva a figuras de la talla de Gaugin, Degas, Monet y Toulouse Lautrec. Lo que más llama la atención es que el primero en lograrlo haya sido nada menos que un colombiano, aunque lo cierto es que el nombre de Fernando Botero resulta cada vez mas lejano de las montañas antioqueñas y más próximo a las grandes capitales del mundo.
Pero el homenaje que se le rinde actualmente a Botero en París no para ahí. A la exhibición de 31 monumentales desnudos en bronce en los Campos Eliseos, y de 120 óleos sobre el tema de La Corrida en el Grand Palais, ha venido a sumársele una tercera, en la Galería Didier Imbert, que ha preparado una muestra de más de 50 obras sobre papel y varias esculturas de pequeño formato de Fernando Botero. En otras palabras, el colombiano logró colocar sus esculturas en el paseo más famoso del mundo, sus óleos en el palacio de los artistas que nunca mueren, y sus dibujos en una de las mas prestigiosas galerías privadas de la Meca del arte.
Y es que hasta ahora se decía de Fernando Botero que era una de las grandes figuras del mundo artístico, pero sólo los verdaderos conocedores de su obra sabían a ciencia cierta cual era el lugar preciso que ocuparía en la historia del arte. Hoy por hoy, a nadie le cabe la menor duda de que se trata de una de las grandes figuras del siglo XX, y la triple exposición del maestro que acaba de inaugurarse en la Ciudad Luz no es otra cosa que la prueba que los escépticos necesitaban para confirmar que así será.
Detrás del monumental homenaje, se encuentra alguien que poco tiene que ver con la pintura y la escultura. Jacques Chirac, alcalde de París, decidió que la mejor manera de devolver a los Campos Elíseos su prestigio y su exclusividad era poniendo a los transeúntes a disfrutar de los colosales desnudos de bronce de Botero. El Alcalde de la ciudad es conocido entre otras cosas por disputarse el honor con el presidente Francois Mitterrand de quién hace más regalos a la ciudad y desde antes del bicentenario de la Revolución Francesa, cuando la Torre Eiffel cumplió 100 años, la rivalidad entre el Presidente y el alcalde Chirac ha sido evidente en materia de celebraciones. Esta vez, con una inusual exposición al aire libre en la más transitada avenida de París e inversiones por cerca de cinco millones de dolares, parece ser que el alcalde decidió botar la casa por la ventana. Como se lo comentó a SEMANA uno de los funcionarios de Francia: "Se trata de un homenaje que no tiene antecedente alguno en Francia".
SU VIDA
Que un pobre hijo de la provincia colombiana conquiste de esta forma lo que los expertos consideran como la nacion más culta y exigente del mundo en materia de arte, no deja de ser una hazaña de la misma monumentalidad de las obras de Botero. La verdad es que la toma de París cierra un ciclo de 15 años ininterrumpidos de éxitos artísticos que han hecho de Fernando Botero el artista vivo más prestigioso del mundo.
Botero es una de esas personas que, si no fuera por su talento, no hubiera tenido cómo llegar a donde esta hoy. Hijo de una familia paisa venida a menos, él y sus hermanos vivieron durante muchos años una dramática situación económica. Su abuelo, Arturo Botero, había jugado su fortuna en la mesa de ruleta, obligando a su padre a ganarse la vida como arriero de mulas. Durante mucho tiempo, David Botelo recorrió los filos y las poblaciones de la Antioquia de la época vendiendo cacharros y mercancías, hasta que en 1936, David Botero murió, dejando a Flora Angulo y sus tres hijos, Juan David. Luis Fernando y Rodrigo en la miseria. Como lo señala uno de sus biógrafos: "La miseria y la pobreza que vivió Botero en su infancia marcaron profundamente su vida. Hay que entender esa agria privacion para entender su obra, la fuerza de su carácter y su personalidad.
No obstante las difíciles condiciones de vida, en 1947, a la edad de 15 años. Luis Fernando Botero Angulo acabó su bachillerato en el internado de Marinilla, poco después de haber sido expulsado de un colegio jesuita de Medellín por escribir artículos poco acordes con el espíritu de los religiosos. Y luego de haberse graduado en este ambiente de provincia, el joven Botero hizo un anuncio sorprendente a su familia: su decisión de estudiar pintura y de seguir la carrera de artista. Ser pintor en el Medellín de la época era una decisión audaz y hasta excéntrica. La aspiración de todo joven que quisiera salir adelante era abrir una agencia de Fabricato. Si hoy en día en Colombia el camino del arte es tortuoso, en esa época no faltó quién pensara que Fernando Botero iba a fracasar en el intento.
Pero la firmeza de su decisión, su propio carácter y su obsesión por pintar y dibujar acabaron abriéndose paso. Así, entre el ambiente taurino, las prostitutas del barrio Lovaina y la escasa bohemia de la época, Botero hizo sus primeros pinos como dibujante y acuarelista.
EUROPA
Con los centavos que hahía ganado como dibujante del periódico El Colombiano, el artista decidió probar suerte en el viejo mundo. A principios de 1952, a los 20 años, Botero tomó un barco hacia Europa, a donde partió en busca de una verdadera escuela. El sólo viaje por tierra a Barranquilla representaba para él una gran aventura, era la primera vez que se alejaba más de 50 kilómetros de su ciudad natal y la primera vez que veía el mar.
Luego de pasar por Madrid y París, Fernando Botero acabó por quedarse en la Escuela de Bellas Artes de Florencia, donde, entre las cátedras magistrales de Bernard Berenson, y la extraordinaria riqueza artística del viejo mundo, descubrió el renacimiento italiano y la pintura del quattrocento, sus grandes influencias artísticas. Más como autodidacta que como estudiante regular, el artista se dedicó a la investigación de las técnicas olvidadas de los maestros italianos del renacimiento. De este modo, y con un tremendo esfuerzo, Fernando Botero logró combinar su talento natural con una excelente escuela, para construir una gran capacidad de expresión artística.
Con este bagaje en sus maletas y con una gran ilusión, Botero regresó a Colombia en 1954. Al poco tiempo de haber llegado, se casó con Gloria Zea, quien se convertiría en su compañera inseparable durante algunos años. Con ella decidió emprender camino hacia México, que en ese momento era la cuna del arte latinoamericano, y luego de un par de años volvieron a Bogotá. Botero permaneció en Colombia tres años más, se separó de su esposa y, sorpresivamente, decidió partir hacia Nueva York.


NUEVA YORK
A principios de los años 60, Nueva York era el centro mundial del arte y el lugar al que llegaban anualmente miles de pintores y escultores para probar suerte y perfeccionar sus técnicas. En una escena que parece sacada de la película "Midnight Cowboy", sin hablar una palabra de inglés y con 220 dólares en el bolsillo, Botero llegó a la gran ciudad con el reto de conquistar, como muchos aspiraban, el mundo del arte americano.
Una vez en Nueva York, el maestro logró acomodarse en un diminuto estudio en McDougal Street de Greenwich Village. En medio de los óleos y del olor a trementina, el pintor volvió a vivir una situación de pobreza casi absoluta. Subsistía con lo que se conocía en el barrio de los artistas empobrecidos como "sopa de pintor" que no era otra cosa que un lánguido y descolorido caldo de menudencias de pollo.
Pero en Nueva York, Fernando Botero iba contra la corriente y su desarrollo artístico se vio afectado por la moda predominante de la época: el expresionismo ábstracto. Como pintor figurativo, Botero tenía las mismas posibilidades de obtener éxito en La Meca. Sin embargo, durante los duros años de su estadía neoyorquina, el artista logró, por fin y luego de muchos esfuerzos, realizar su primera exhibición ante el público estadounidense. Pero la prensa norteamericana rechazó y ridiculizó su obra. John Kannaday, el temido y poderoso crítico de arte del New York Times, destruyó el estilo "boteriano" en uno de sus comentarios y aconsejó al pintor el pronto regreso a las montañas colombianas. Simultáneamente con su fracaso ante la crítica, los tiburones del mercado del arte se, aprovecharon de la situación: el pintor, para no morir de hambre, vendía sus elaborados dibujos a 10 dólares y sus monumentales óleos a 200 dólares la unidad.
No obstante el peso de la crítica, Botero decidió quedarse y volver a intentarlo. Y como no hay mal que dure 100 años, después de haber pasado por grandes trabajos, en 1967 la suerte le sonrió. Fue entonces cuando realizó una exposición en la Interamerican Society a la cual asistió Jean Aberbach, dueño de la Galería Aberbach y un peso pesado del mundo del arte. La posterior visita de Aberbach al estudio de Botero tuvo todos los visos del descubrimiento de una nueva estrella de cine por los productores de la Paramount, y de ahí en adelante, una cosa condujo a la otra. En 1970 el pintor ingresó a la Galería Marlborough, la galería de arte más grande y prestigiosa del mundo, y por ahí arrancó su camino hacia el éxito artistico de escala universal. Aberbach y la Marlborough fueron el pasaporte de Fernando Botero hacia la fama, y otra vez hacia Europa.
POR LA PUERTA GRANDE
No contento con haber logrado conquistar a la crítica y a los dealers de arte norteamericanos, Fernando Botero decidió recorrer sus pasos y volver a Europa, pero esta vez no entró como un jovencito con aspiraciones artísticas, sino como un pintor consagrado por las mayores autoridades artísticas del momento. Ya para 1973, cuando Botero decidió trasladarse a Madrid, le sonreía la vida. Luego de épocas difíciles, su éxito profesional era cada vez mayor. Sus ingresos económicos, aceptables por primera vez en muchos años, le dieron la tranquilidad para continuar su trabajo, y fue en esa época que Botero comenzó a explorar la escultura.
Al poco tiempo de haber llegado a Madrid, el maestro optó por ir a la segunda patria de todo artista:Paris. Allí vivió durante unos años con su segunda esposa, Cecilia Zambrano, y con el pequeño hijo de ambos, Pedro Botero Zambrano, nacido en 1970. Pero de vacaciones en España, la familia Botero Zambrano en compañía de Fernando y Lina Botero Zea sufrió un pavoroso accidente de tránsito en la carretera que lleva de Sevilla a Madrid, que habría de marear sus vidas para siempre. Una tractomula sin frenos se precipitó sobre el automóvil en el cual viajaban y lo aprisionó contra otro camión. Aunque hasta ese momento todos estaban ilesos, la confusión y el pánico que suscitó la tragedia no hicieron más que agravar la situación. Al intentar liberar el vehículo, uno de los dos camiones maniobró equivocadamente y decapitó a Pedrito, sin que su padre, quien trataba con sus manos de impedirlo, pudiera hacer gran cosa. Fuera de presenciar, impotente, cómo la vida de su hijo se iba de sus manos, el maestro no pudo hacer gran cosa. En la tragedia Botero sufrió heridas considerables en su mano derecha y, de un momento a otro, la vida del artista y su felicidad personal entraron en barrena. Sin duda, esta fue la época más oscura y negra de la accidentada vida de Fernando Botero. A la muerte de su hijo menor en condiciones especialmente dramáticas se sumó una segunda separación matrimonial, y, como si fuera poco, las heridas en su mano derecha hicieron temer por varios meses que no podría volver a pintar.
Pero un tiempo después del accidente y una vez recobrado el uso de sus manos, el maestro se encerró a pintar lo que muchos críticos consideran las obras más sublimes y expresivas de su carrera pictórica. Se trata de una serie de pinturas, acuarelas y dibujos de Pedro Botero que reflejan el infinito dolor del artista y explica cómo 20 años después del accidente y a pesar de su éxito, el recuerdo de Pedrito pesa muy hondamente en el corazón de Botero.
PARIS 1992
Hoy en día resulta difícil creer que el pintor que tenía que vender sus dibujos a 10 dólares para no morir de hambre, sea el mismo artista que el año pasado batió los récords de subastas al vender el "Desayuno sobre la Yerba" en 1.050.000 dólares y que hoy París consagra como el pintor más prestigioso en vida. A los 60 años, Botero vive la madurez de su éxito artístico, económico y personal, algo que muy pocos artistas han logrado.
París y sus personalidades se han dedicado a lo largo de la semana a festejar sus éxitos, y para ello se han celebrado innumerables recepciones en los más exclusivos lugares de la vida parisina, desde el famoso Fouquet's hasta los salones del Ritz. Más de 100 colombianos que llegaron a la Ciudad Luz para la ocasión, la familia del artista, "le tout Paris", es decir las más destacadas personalidades de la vida pública francesa han acompañado a Fernando Botero a celebrar su consagración.
Pero después de los vertiginosos días que ha vivido recientemente, sin duda Fernando Botero volverá a retomar su trabajo y su vida cotidiana, que en poco se parece al cliché de un artista bohemio. Botero siempre ha admirado la frase de Thomas Mann en el sentido de que los artistas deben tener el estilo de vida y las costumbres de los banqueros. Hoy divide su tiempo y su misma especialización artística entre las múltiples propiedades que posee en el mundo. En su apartamento de la Rue du Dragon, en la Rive Gauche de París, su verdadero epicentro vital, Botero pinta los grandes lienzos que le han dado fama universal. En su casa de Pietrasanta, en la Toscana italiana, donde pasa el verano en compañía de sus hijos y de sus nietos, Botero se consagra a la escultura en bronce, en un lugar privilegiado que reúne la mayor cantidad de fundiciones en el mundo. En su apartamento de Montecarlo en la Costa Azul, Botero se especializa en el pequeño formato: el dibujo, la acuarela, la tinta china y la sanguínea. En Nueva York, en su apartamento sobre Park Avenue, Botero se dedica al formato mezzo: cuadros, pasteles y acuarelas de tamaño intermedio.
En estas residencias el artista tiene colgada su colección de arte personal, seleccionada rigurosamente a través de los años, y de excepcional calidad. Las obras de Bonnard, Picasso, Moore, Ernst, Rouault, Dalí, Léger, Matisse, Dubuffet y Degas constituyen la única posesión material que Botero ama con pasión. Junto a estas obras de arte, reposan los cuadros de los cuales el artista no ha querido desprenderse, que son sobre todo los más recientes. Hoy en día Fernando Botero conserva la gran mayoría de lo que pinta, y procura no vender sino sus esculturas, de las cuales siempre conserva un ejemplar. Paradójicamente, hace 20 años, el problema era lograr vender. Pero hoy que uno de sus cuadros se venda es una de las mayores tristezas de Botero, y por ello ha procurado comprar todo lo que esté a la venta de su propia obra.
Fernando Botero comparte su vida con Sofía Vari, una escultora griega, y goza de una relación particularmente cercana con sus tres hijos Botero Zea Fernando, Lina y Juan Carlos, porque, como asegura uno de sus amigos más cercanos, "Botero, después de todo, es un paisa en todo el sentido de la palabra, y como buen paisa para él la familia es sagrada". Pero desafortunadamente, en los últimos años sus visitas a Colombia se han hecho cada vez más escasas. En 1989 Botero estuvo a punto de ser secuestrado en Medellín, y al año siguiente un grupo de 15 hombres armados asaltó su finca en la Sabana de Bogotá y robó la colección personal de sus propias obras. Uno y otro factor lo han alejado del país que tanto extraña. Pero, asegura, se trata de una situación transitoria, y como le comentó a SEMANA su hija Lina: "Mi papá va a volver el año entrante a Colombia. Va a exponer en la Biblioteca Luis Angel Arango y quiere visitar la Sala Pedro Botero en Medellín. Para él ha sido muy duro y muy triste el no haber podido regresar al país en los últimos tres años".
En Europa, los Estados Unidos y en el resto del mundo entero, el nombre de Botero es ampliamente conocido. Sobre el artista se han escrito ya más de 30 libros, se han filmado más de 10 películas y se han realizado innumerables programas de televisión. En los últimos 10 años ha tenido más de 25 exposiciones retrospectivas en los salones más importantes del mundo. El Museo de la Reina Sofia en Madrid, el Kunsthalle de Viena, el Forte Belvedere de Florencia, el Centro Nacional de Exposiciones de Roma, el Museo de Tokio, y ahora el Grand Palais de Paris, entre otros, han expuesto las obras de Botero ante resultados récord en materia de asistencia del público.
Así, entre exposiciones, entrevistas y largas sesiones de trabajo, Botero avanza poco a poco hacia un sitial en la historia del arte que los críticos y coleccionistas ya señalan como fundamental. Y, como decía la conocida coleccionista Peggy Guggenheim poco antes de morir, "cuando se escriba la historia del arte del siglo XX quedarán Picasso como la figura trascendental de la primera mitad del siglo y Francis Bacon y Fernando Botero como las figuras destacadas de la segunda mitad".
Todo lo anterior constituye una fórmula única y extraordinaria que no se ve en el mundo del arte desde la época de Peter Paul Rubens, el gran artista holandés del siglo XVII que alcanzó la cima de éxito artístico, económico, personal y social de su tiempo. De tal suerte que el 92 es el año de Botero y también el año de Colombia. La consagración del artista es a la vez la consagración del país, en un momento en el cual un éxito internacional de las dimensiones del que obtuvo Botero en la avenida más prestigiosa de la Ciudad Luz, resulta particularmente provechoso para la imagen externa de Colombia.

LO QUE MARTA TRABA DECIA
UNA DE LAS PRIMERAS PERSONAS en ver en Fernando Botero a un gran pintor fue Marta Traba Nadie describió tan bien su pintura, ni vio tan claramente en sus primeras obras la dimensión que adquiriría en el mundo del arte. Estos son algunos apartes de lo que ella escribió acerca del artista en distintas épocas.
"SE RECONOCE infaliblemente en Fernando Botero en el muchacho que se lanza a la pintura sombría, tremenda y vindicativa aprendida de los dioses del momento, los pintores mexicanos. El primer trabajo de Botero "Proyecto para Mural" que data de 1950, cae en la espléndida, generosa y brillante equivocación de tomar el medio por el fin, de confundir el tema con la pintura".
"SU PRIMERA exposición en las Galerías de Arte tiene mucho, todavía, de obra de niño prodigio: un conglomerado de técnicas y maneras que podían ser síntomas de talento, pero no excluian la posibilidad de un bluff en el cual primara la habilidad prestidigitadora sobre un dominio sólido y consciente".
"BOTERO ENTRA al enorme museo que es Europa dispuesto a execrar impetuosamente una civilización acabada, y sale del museo deslumbrado, maravillado, ardiendo de entusiasmo por las grandes figuras del Renacimiento".
"EL DESARROLLO posterior de la pintura de Botero es completamente imprevisible; pero en cambio sabemos perfectamente dos cosas acerca de ellas: que jamás será una impostura, porque nace de los más sinceros esfuerzos por existir como creación propia y que irá definiendo valores cada vez más firmes, porque la tenacidad, unida al talento, no puede nunca desembocar en el vacío".
PRISMA AGOSTO DE 1857
"BOTERO DA vida a una forma figurativa que, apasionada unilateralmente por el color, no acepta sacrificarse a él y resiste, solidificada, a los impulsos de la pincelada lírica y violenta. Después de maltratar y fragmentar inútilmente y con alguna frivolidad la figura durante estos últimos tres años, Botero retorna aquí a su fiel vigilancia, no de la figura real sino de la figura pictórica tal como él la concibe: le da un poder estable y la exime de su carácter fugaz y perecedero: le infunde una vigorosa conciencia de su propia estabilidad y la estimula a anclar en valores inmóviles y persistentes".
EL TIEMPO 1958
"LA PASION de convertir, de contrastar y de poner en evidencia la fuerza expresiva de un mundo cuyas proporciones dependen exclusivamente de los sentimientos que cada forma suscita en el artista, le da a Botero la ocasión de realizar sus mejores cuadros".
REVISTA SEMANA 1959 "BOTERO, Ramirez Villamizar, Negret, han logrado superar el anonimato de Nueva York, el anonimato de miles de artistas que no logran sobrevivir, que no consiguen jamas el "marchand" que los apoye, que no venden, que son totalmente inexistentes para los gacetilleros de los periódicos: de ahí al triunfo hay un largo camino que muy pocos llegan a recorrer hasta el final".
REVISTA ESTAMPA 1961 "EL MAYOR problema que plantea la muestra de Botero es el de la fealdad; es difícil de aceptar porque se refiere a una apariencia, está maltratando únicamente la superficie, el volumen o la dimensión normal de las cosas. Quiero decir con esto que no es una fealdad moral, de adentro, de contenidos, que traduciendo la esencia dramática del hombre llega a producir monstruos. Nada de eso: la fealdad de las figuras de Botero es lo que está, ni más hondo ni más lejos de lo que está".
"A PARTE DE la vertiginosa y cada vez más segura creación formal, Botero sigue teniendo humor, sigue siendo el antioqueño narrador de cuentos".
LA NUEVA PRENSA 1964 "EN LA necesidad de buscarle justificaciones y soportes estéticos al trabajo extemporáneo de Fernando Botero, críticos norteamericanos y europeos coinciden en aproxirnarlo a la Colonia...Esta interpretación que concluye por ver en las telas de Botero una parodia social, inflada de contenidos teologales y jerárquicos no exentos de cierta nostalgia, donde la crítica se diluye fuertemente en la evocación, es nueva para nosotros".
"HEMOS ESTUDIADO, analizado y explicado a Botero por cierto siempre admirativamente, como un pintor enormemente original, usando con sorna un caudaloso venero popular colombiano, desde Ramón Hoyos hasta Teresita la descuartizada, para desplegar su pasión por el color y el diseño".
"ES EVIDENTE QUE Botero perdió la vivencia de Colombia pero no ganó, por suerte, la de NuevaYork".
EL ESPECTADOR 1969 "LA PRIMERA exposición de Fernando Botero, en la Biblioteca Nacional en 1955, era una muestra de dibujos italianos amparados bajo la sombra tutelar de Piero della Francesca, y más claramente aún, de Paolo Uccello".
"BOTERO ESTIMULA y lleva a su intensidad máxima un factor positivo, al cual le da atribuciones dinámicas: el color".
"HASTA EL momento en que Botero aparece en la pintura colombiana, el humor era patrimonio exclusivo de los dibujantes y caricaturistas políticos".
"ES MUY significativo que las dos figuras de la cultura nacional que han alcanzado mayor resonancia dentro y fuera del país, como son el pintor Fernando Botero y el escritor Gabriel García Márquez, mantengan una postura tan paralela ante la realidad nacional".
"ALGUN DIA se escribirá, puesto que seguimos alimentando los mismos complejos provincianos, repitiendo el caso Santamaría, que Botero fue un pintor extranjero".
"ES POSITIVO que Botero manifieste así su indiferencia par el medio neoyorquino y que se defienda contra las exigencias de la estética del deterioro; puede ser que en este aspecto funcionen bien su sentido práctico y su malicia indígena que le indican que quien se destaca, en una ciudad niveladora como Nueva York, es precisamente el que permanece ,distinto, y no el que repite simiescamente los gestos estipulados".
ECO 1969 "QUE UN Botero cueste 40.000, 100.000 dólares antes que el pintor haya cumplido 50 años, deja sin habla a los comentaristas".
"EL MUNDO que Botero proclama, defiende y construye, es profundo, irrevocablemente colombiano".
"LECCION DE pintura, recuperación potente de un mundo original, esta nuestra redimensiona a Colombia, tal como lo hizo Cien años de soledad, en su mejor medición: la fuerza creativa de sus artistas".
REVISTA CROMOS 1980 LOS SIETE FACTORES FUNDAMENTALES DEL EXITO DE BOTERO
EL LOGRO DE TANTOS EXITOS én el campo artístico. económico y personal obedece a una mezcla insólita de condiciones y circunstancias. A instancias de SEMANA, los críticos y coleccionistas que conocen bien al artista señalan siete factores fundamentales como los claves para explicar su fórmula ganadora. Son ellos:
PRIMERO: Un talento extraordinario que es reconocido en forma unánime en el medio del arte.
SEGUNDO: Una disciplina y laboriosidad paisas que convierten a Botero en un verdadero "workaholic" que trabaja 12 horas al día y siete días por semana. Aun de vacaciones, el artista dedica varias horas del día al trabajo.
TERCERO: Una técnica en múltiples disciplinas artísticas que hacen de Botero el artista más polifacético del mundo. A través de técnicas tan disímiles como el óleo, Ia témpera, la sanguínea, el carboncillo, el dibujo, la tinta china, la acuarela, el pastel, el fresco y la escultura, Botero logra expresar su creatividad artística como no lo ha hecho ningún otro artista del siglo XX, con la excepción de Picasso.
CUARTO: Un extraordinario sentido de la organización y de la logística que le permite a Botero supervisar la gira simultánea de cuatro o cinco exposiciones que viajan por el mundo entero, la edición de numerosos libros, la filmación de películas y la gran producción de medios sobre su obra en diferentes países y diferentes idiomas.
QUINTO: El equipo que forma con Sofía, su mujer. Es una pareja que combina un inmenso amor y afecto con un sentido de equipo y de misión. Como lo afirma un allegado a la pareja, "Fernando y Sofía más que una pareja son un verdadero equipo que se complementa en forma extraordinaria para producir una fórmula que ha resultado ser imbatible en el competido mundo del arte".
SEXTO: Una presencia internacional que abarca en realidad a todos los paises. La verdad es que la obra de Botero tiene un appeal casi que universal. En países tan disímiles como Alemania y Venezuela, Africa del Sur y Corea, Suecia y Brasil, Holanda y Canadá, Israel y Japón, existe una fuerte hinchada por las pinturas y esculturas de Botero.
SEPTIMO: Un manejo cuidadoso del mercado de sus obras que ha producido un fenómeno de alza ininterrumpida en los precios, lo cual marca una clara excepción en el volátil mercado del arte. En la coyuntura actual de recesión profunda en ese mercado, Botero es uno de los pocos artistas del mundo que ha logrado mantener e incrementar el precio de sus obras.