Especiales Semana

PLAYA, BRISA Y MAR

El mercado del sol las tiene todas consigo.

26 de febrero de 1990

Los números son capaces de impresionar a cualquiera: 600 millones de personas, 80 mil millones de dólares en sólo el Tercer Mundo y miles de empleos generados. Esas cifras son la carta de presentación de la industria del turismo, quizás la actividad de mayor potencial en los noventa.
La época en la cual la gente salía tan sólo a pocos kilómetros de su casa o no dejaba su país, forma, ahora si, parte de la historia. Cada día es mayor el número de personas que viajan utilizando los métodos de transporte más diversos, en dirección a los rincones más apartados del mundo. La riqueza creciente de las sociedades industrializadas ha incidido en que cada vez haya más tiempo para el ocio y más dinero para gastar.
Por esa razón el Tercer Mundo tiene excelentes oportunidades frente al boom turístico. No sólo los precios de sus hoteles tienden a ser más bajos que en las naciones desarrolladas, si no que cada vez es más notoria la tendencia a buscar destinaciones exóticas. Los cálculos de los especialistas sostienen que el crecimiento de la industria turística debe ser cercano al 5% anual en términos reales por el resto de la década. Esa tasa debe ser todavía superior en el Tercer Mundo, especialmente en las naciones con costas en el trópico. Según las Naciones Unidas los ingresos por turismo de los países en desarrollo fueron de 55 mil millones de dólares en 1988 (la segunda fuente de ingresos después del petróleo), pero esa cifra podría duplicarse para comienzos del próximo siglo.
Algunas naciones han experimentado con creces los beneficios del turismo. El caso más impresionante de continente americano es el de las islas Bermudas, que empezó a promover sus playas y paisajes hace varios años . Para 1985 el ingreso por habitante era ya de 18 mil dólares -uno de los más altos del mundo- y el turismo proveía 60% de las divisas, 70% de los empleos y aportaba el 55% de la producción anual del pequeño territorio. En Europa el ejemplo más apropiado es el de España que recibe 50 millones de visitantes al año, quienes se gastan cerca de 16 mil millones de dólares.
Eso, claro está, no quiere decir que todo el turismo sea bueno. En varias de las islas de Grecia se han presentado problemas debido a que la proliferación de hoteles ha llevado a la saturación en las playas y al encarecimiento de los bienes de primera necesidad. En ciertas zonas del mundo la explotación intensiva ha producido conflictos étnicos y sociales. No obstante los expertos sostienen que esas malas experiencias sirven para que los países que se están promoviendo aprendan de esos errores.
Tal parece ser la actitud en varias naciones latinoamericanas que hoy en día quieren entrar con fuerza al llamado mercado del sol. A la cabeza de todas se encuentra México, cuya experiencia comenzó con Acapulco en los años 50 pero que ahora promueve los territorios del sur. Las playas de arena blanca han sido argumento suficientemente para justificar 11 megaproyectos por un valor global de 3.300 millones de dólares, en cercanías de Cancún o Puerto Vallarta. Cada complejo turístico tendrá aeropuerto propio, carreteras internas, plantas eléctricas, hospital, barracas para los trabajadores y planta de tratamiento de agua. Tan sólo la cadena española Sol-Meliá está gastándose mil millones de dólares. Como resultado de lo anterior, se espera que para 1994 se aumenten en 50 mil los cupos disponibles en los hoteles y que México logre duplicar los 2.500 millones de dólares que recibió en 1988 por concepto de turismo.
Y los mexicanos no están solos. Tanto Venezuela como Cuba y República Dominicana están moviéndose agresivamente en el mercado. Incluso países en dificultades como Perú, atraen miles de visitantes con su riqueza arqueológica. Chile o Argentina, en cambio, promueven el tener climas contrarios al del hemisferio norte.
Otras naciones en desarrollo también están registrando un crecimiento impresionante en sus ingresos por turismo. En Europa, tanto los países situados detrás de la cortina de hierro al igual que Turquia se están beneficiando de una ola sin precedentes de visitantes. En Asia, el poder de compra de los japoneses ha incidido para que las islas del Pacífico Sur, o los llamados lugares exóticos, como Nueva Guinea, reciban cada vez más visitantes .
Esa tendencia global ha tenido sus efectos no sólo sobre los destinos turísticos. La aviación comercial está cambiando sustancialmente como consecuencia de los mayores flujos de personas. Las aerolíneas confían en que el tráfico de pasajeros aumente a una tasa cercana al 5% anual hasta el final de la década. Esa es la razón de que las empresas constructoras de aviones, como Boeing y Airbus, tengan ya vendida su producción de los próximos tres años.
Como siempre sucede en estos casos, quienes más ganan son aquellos que saben anticiparse a las tendencias. Quizás uno de los casos más llamativos es el de Tailandia, el exótico país del sudeste asiático que atrae ahora a miles de visitantes europeos y japoneses. Pero esa historia no es del todo feliz. Justa o injustamente Bangkok, su capital, se ha ganado la fama de ser el centro número uno de comercio del sexo en el mundo. Lo bares, las boites y las discotecas inundan ahora el centro de una de la ciudades más encantadoras de Asia algunos de cuyos sitios se asemejan una Venecia oriental.
No obstante esa fama, los tailandeses están ganando terreno. Las bellezas naturales del país han estimulada a varios grupos de inversionistas para construir complejos hoteleros en las áreas costeras. Los expertos sostienen que dentro de unos años Tailandia será conocida mundialmente por su éxito en atraer los turistas de más alta capacidad de compra.
El reto, como siempre sucede en estos casos, es mantener estándares de calidad adecuados. Está comprobado que aunque ciertos turistas prefieren la rusticidad, la mayoría se queda con el confort. Por eso los países con éxito turístico saben que todo se obtiene aplicando una vieja fórmula: calidad. El resto, es cuestión de que los visitantes lleguen.

LA EDAD DE PIEDRA
Colombia es un país atrasado en muchas cosas, pero en materia de turismo internacional se encuentra en la edad de piedra. Mientras que la mayoría de las naciones de América Latina y el Caribe promueven sus riquezas naturales, los esfuerzos de los colombianos son prácticamente inexistentes. El país se encuentra en el puesto 17 en materia de ingreso por turismo en la región, aún por debajo de Uruguay. Ecuador o Chile.
Y eso no quiere decir que no haya hoteles. Pero la verdad es que la inmensa mayoría de camas de hotel que existen son ocupadas por turistas colombianos. Incluso los intentos de comercializar masivamente en el exterior planes a ciudades como Cartagena han experimentado serios tropiezos.
El problema, como de costumbre, sigue siendo la seguridad. Colombia no tiene buena prensa en el extranjero y eso asusta a los visitantes potenciales que piensan que Bogotá o Cartagena son réplicas latinas de Beirut. El país recibe unos 900 mil visitantes al año, de los cuales la inmensa mayoría corresponde a las zonas fronterizas con Ecuador y Venezuela. Pero estos turistas se caracterizan más como compradores en busca de gangas que como veraneantes.
Adicionalmente, Colombia tampoco tiene una buena infraestructura turística. A pesar de las inmensas riquezas naturales y los hermosos paisajes, el país tiene problemas de vías, de servicios públicos y de capacitación de personal. El único consuelo, quizás, es saber que el potencial turístico colombiano sigue relativamente intacto. Si los problemas de seguridad se superan y se toman las políticas adecuadas, lo más seguro es que en un futuro todas las posibilidades actuales se convertirán en realidad.