Especiales Semana

PODRA MOCKUS CON BOGOTA?

A 10 semanas de su posesión, Antanas Mockus ya dejó claro qué es lo que quiere hacer con Bogotá. Pero las dudas sobre la financiación y las limitaciones administrativas de su equipo de trabajo ponen en entredicho sus planes.

10 de abril de 1995

MUCHOS PENSARON QUE CON SU LLEGAda a la Alcaldía Mayor de Bogotá, Antanas Mockus iba a continuar con las payasadas que caracterizaron su campaña electoral. Algunos lo veían entrando a su oficina en una bicicleta, o dando órdenes con la famosa espada rosada de plástico. Otros lo imaginaban haciendo pipí desde la ventana de su despacho o mostrando la 'otra cara' a los ciudadanos inconformes. Las premoniciones, sin embargo, se han ido a tierra.
Durante el escaso tiempo corrido desde cuando se posesionó como alcalde, en lugar de ponerse a hacer extravagancias, Mockus se quedó callado. Su silencio alcanzó tales extremos que las dudas que existían sobre su capacidad para sacar adelante a la caótica Bogotá parecieron crecer sin freno. El noticiero CM& llegó a encabezar la protesta. Noche tras noche pedía explicaciones al alcalde sobre qué diablos estaba haciendo y por qué no decía una sola palabra. Mientras la opinión pública comenzaba a impacientarse y a pensar que no estaba haciendo nada, el filósofo y matemático que habían elegido se encerró durante dos meses a elaborar el primer plan de desarrollo de la capital.
Finalmente, a las 10 semanas de mandato, Mockus habló. Hoy por hoy, los capitalinos han dejado de verlo como el extravagante rector de la Universidad Nacional. A su juicio, más bien parece un verdadero guerrillero de la política, que más que afrontar los problemas de la ciudad en un combate convencional, se ha dedicado a aprovechar justamente el factor sorpresa.
Y la primera es que esta es la única vez que un alcalde bogotano ha presentado a la ciudad un programa de gobierno, algo que pudiera parecer obvio pero que nadie había hecho. La segunda es que, también por vez primera, alguien se atrevió a cambiar la manera de hacer política en la capital. Y la tercera es que, también por primera vez, un alcalde tiene en sus manos la posibilidad real de sacar a Bogotá de la peor crisis de su historia (ver recuadro).


VIENTOS A FAVOR
Jamás un burgomaestre había reunido tantas condiciones para que su gestión fuera exitosa. Paradójicamente, lo que más tiene Mockus es lo único que no le importa. Y eso es, en términos generales, el apoyo. Tiene el de los 500.000 bogotanos que lo eligieron, a los cuales se les ha ido sumando poco a poco buena parte del resto de la población. Pero al alcalde lo tienen sin cuidado los índices de popularidad. Tiene también el apoyo de la mayoría de los concejales, lo cual es definitivo a la hora de sacar adelante cualquier proyecto de gobierno. Sin embargo, nunca le importó la clase política tradicional. Goza del apoyo de los medios de comunicación, que le han hecho eco a sus campañas pedagógicas, pero Mockus los desprecia. Lo que sí le parece importante al alcalde es contar con un juicioso plan de desarrollo que ha sido bien recibido; tener, como parece que pueda llegar a tener, la plata para llevarlo a cabo, y el aparente apoyo del gobierno nacional, que siempre había sido indiferente a los problemas bogotanos.
Adicionalmente, Mockus cuenta con los primeros esbozos de éxito en lo que todo el mundo pensaba que era una 'carreta' electorera. El cuento de la pedagogía como forma de enfrentar los problemas, que a todo el mundo le parecía positivo durante la campaña pero que nadie sabía a ciencia cierta en qué iría a terminar, parece estar dando resultados. La campaña para usar el cinturón de seguridad, por ejemplo, ha calado a tal punto que su empleo se ha vuelto cotidiano y generalizado. Lo mismo está comenzando a suceder con la ofensiva pedagógica que han hecho en las calles pelotones enteros de mimos, y que pretende que los vehículos no obstaculicen los pasos peatonales y los cruces.
Pero más allá de todos los factores que tiene a su favor, lo que puede hacer que Mockus logre solucionar buena parte de la crisis bogotana es su trato con la clase política. Los habitantes de la capital lo eligieron porque vieron en él a un apolítico, y eso es precisamente lo que ha resultado. Mockus no les ofrece puestos a los concejales a cambio de apoyos, como solía suceder en el pasado, ni les consulta para hacer nombramientos o repartir la burocracia distrital. "Como no debe favores a nadie, tampoco tiene compromisos políticos de ninguna clase", dice el concejal liberal Germán Mejía. Y eso es buena parte de lo que le hace falta a Bogotá: que la manejen con criterios que se aparten del manzanillismo y la politiquería.
A pesar de las ventajas que presentaba su carácter antipolítico del alcalde, esa actitud no dejaba de despertar ciertos temores. Al fin y al cabo, por el Concejo deben pasar la gran mayoría de decisiones del burgomaestre, y un bloqueo en la corporación puede paralizar los planes. Sin embargo, en eso también Mockus ha estado de buenas. Veinticuatro de los 35 ediles crearon en diciembre del año pasado el llamado 'Grupo de apoyo crítico a Mockus' y conjuraron el peligro de que el Concejo saboteara su gestión. Los integrantes de la coalición son tan disímiles que la lista incluye a independientes como Jorge Child y Juan Carlos Flórez, conservadores como Telésforo Pedraza, liberales como Dimas Rincon y comunistas como Aída Abella. "Es un cambio brusco para aquellas personas el que estaban acostumbradas a la vieja política -dice Flórez-. Mockus es un académico y no comprende las reglas del juego político, pero es sano que le corte el chorro a los favores, puestos y contratos".


LAS DEBILIDADES
En cuanto a planes concretos, el alcalde ya ha tomado algunas decisiones. Contra lo que muchos esperaban, decidió comprar el Guavio para garantizar la autosuficiencia de Bogotá en materia de energía. También decidió no vender la Empresa de Teléfonos para financiar el metro, y no apoyar la restricción de circulación de vehículos por el número de placa. Y. aunque esto y muchos otros elementos han demostrado que Antanas Mockus tomó en serio su papel de alcalde y que le sobran planes y apoyo, lo cierto es que aún hay quienes se hacen la misma pregunta que todos los bogotanos se hacían antes de las elecciones de octubre pasado: ¿son los académicos y humanistas buenos administradores de los asuntos públicos?
Aunque este interrogante sólo se resolverá al término de su gestión, en ella parece encontrarse el lunar de esta administración. Muchos le critican al nuevo alcalde la interinidad que mantiene en la dirección de entidades como la Caja de Vivienda Popular y la Oficina del Servicio Civil -lo cual ha conducido a cierta parálisis institucional-. Al mismo tiempo cuestionan la capacidad administrativa de los funcionarios que ha nombrado en entidades claves como el Catastro o la Empresa de Teléfonos. Parte del gabinete y la mayoría de los gerentes nombrados, pese a una intachable hoja de vida, parecen poco expertos en la gestión administrativa. El perfil de su equipo es más bien académico y esa característica, que puede ser positiva para hacer diagnósticos, puede causar lentitud en la toma de decisiones. Y es obvio que en Bogotá, los problemas no dan espera.
Sea como fuere, en el caso del equipo del alcalde, también es aún prematuro hacer cortes de cuenta. "Mockus está haciendo un esfuerzo serio que se refleja en la escogencia de su gabinete: gente preparada, con excelente formación académica, pero que tiene, ciertamente, poca experiencia gerencial", dice el concejal Rafael Amador. Pero probablemente al alcalde no le falte cierta razón. Cuando una ciudad está en crisis, lo mejor es planear cada paso. Y Mockus está cambiando la ortodoxia de la tecnocracia por una concepción más humana de la gestión política. Y a eso hay que darle tiempo.


EL VERDADERO LIO
Aunque no faltan quienes le critican al Plan de desarrollo de Mockus el excesivo contenido filosófico y la falta de propuestas concretas, casi todos los que lo han leído comparten sus objetivos. El talón de Aquiles del proyecto, que finalmente será la vara que mida la gestión de Mockus, es la financiación. Aunque se llegó a afirmar que la gestión financiera del ex alcalde Jaime Castro había sido bastante exitosa, un reciente informe de la Contraloría Distrital reveló que las arcas de Bogotá no estaban tan llenas como se pensaba. En estas circunstancias, y de acuerdo con Carmenza Saldías, secretaria de Hacienda de la capital, resolver la crisis de Bogotá con los proyectos propuestos cuesta, en cifras redondas, cinco billones de pesos. "La administración, dijo a SEMANA, puede garantizar recursos de tres billones de pesos en los próximos cuatro años. Otro billón sería aportado por la empresa privada y solo quedaría por conseguir un billón".
En apariencia, el problema podría estar resuelto, pero todo depende del manejo que Mockus le dé al tema de la sobretasa a la gasolina y a las relaciones con el gobierno central. Para lo primero, es probable que su desprecio por la clase política le embolate la aprobación del cobro del impuesto al combustible. Eso podría costarle muy caro y ser la causa de que buena parte del Plan de Desarrollo no se pueda poner en marcha... Al fin y al cabo, lo que Mockus presentó es un proyecto, pero en el presupuesto del 95 casi ninguno de esos gastos está contemplado. El problema se presentaría del 96 en adelante, y es entonces cuando la sobretasa sería fundamental.
La otra parte complicada de la financiación es la de los aportes que la Nación le haga a la capital. Hasta ahora nada parece indicar que el alcalde le esté poniendo seriamente el pecho al difícil problema de la ingratitud del gobierno con Bogotá. Si bien la semana pasada la Nación se comprometió a otorgarle a la capital 2.3 billones de pesos que autorizó el Conpes, esta suma quedó convertida en escasos 432.000 millones cuando la misma secretaria de Hacienda, Carmenza Saldías, desglobó la suma. Según su análisis, la Nación no es tan generosa como parece. "De esos 2.3 billones, aseguró, 1.3 billones son de transferencias de la Nación a Bogotá; 334.000 millones son de inversiones de la misma Nación en Bogotá; otros 431.000 millones son de inversión exclusiva de la Nación en Bogotá y 211.000 millones son del fondo de Macroproyectos. Total, solo tenemos certeza de obtener 431.000 millones de pesos. ¿Cómo conseguimos los 550.000 millones que faltan? ".
La polémica levantó algunas ampollas: el senador Juan Martín Caicedo Ferrer, quien presidió el pasado jueves un foro en las comisiones económicas del Senado para analizar el Plan de Desarrollo, dijo que a la funcionaria le faltaba tacto para reconocer, estimular y agradecer el esfuerzo de quienes vienen buscando con denuedo más recursos nacionales para Bogotá. Pero lo cierto es que hace falta mucho más para que la Nación ayude a la capital a llevar la carga de sus problemas: el fisco nacional recauda en Bogotá el 60 por ciento de sus ingresos, y sólo reinvierte en la ciudad un 6 por ciento. El situado fiscal para Bogotá sigue siendo calculado con las cifras poblacionales de 1985, sin tomar en cuenta que la ciudad cuenta hoy con un millón y medio más de habitantes. Y es obvio que ha absorbido todos los conflictos del país sin recibir ningún apoyo por parte del gobierno central. Lograr que esta situación cambie es probablemente la mayor responsabilidad que tiene el alcalde, aún más cuando el gobierno accedió a seguir transfiriendo importantes sumas de dinero a los municipios para cubrir sus gastos de funcionamiento, que en buena parte no son otra cosa que burocracia.
Por ahora, lo indudable es que provengan de don de provinieren, los recursos para el Plan de Desarrollo tendrán que conseguirse porque Bogotá ya no da más espera. Mockus dijo a SEMANA que si no logra sacar adelante ninguno de los 900 proyectos del Plan, la ciudadanía podrá revocarle su mandato. Pero el problema para Bogotá no es que le revoquen su mandato al alcalde de turno porque, finalmente, ese es un problema del alcalde. Como reconocen el mismo gobierno, sectores empresariales, cívicos, religiosos y los demás estamentos de la ciudad, el problema es que si no es ahora, que hay posibilidades de conseguir recursos, apoyo ciudadano y decisión política, la solución no será nunca.
De cualquier manera, todo parece indicar que Mockus llegó a la alcaldía con los astros de su lado. Y aunque en 10 semanas de gestión es muy poco lo que puede decirse, la situación bogotana es tan difícil y las expectativas alrededor de la elección de Antanas son tantas que, aunque sea pronto, la pregunta que todos los capitalinos se hacen todos los días es: ¿podrá Mockus salvar a Bogotá?


LAS CIFRAS DE LAS CRISIS

* El 90 por ciento del área de Bogotá está urbanizada. Hay más de 620 barrios de invasión.

* Un bogotano pierde en promedio 150 minutos diarios transportándose de un lugar a otro. El promedio de velocidad es de 17 kilómetros por hora.

* El parque automotor crece en 8 por ciento por año, mientras la malla vial se expande en un 1 por ciento. Esta presenta un atraso de 20 años.

* Bogotá tiene sólo 1.6 metros cuadrados de área verde por habitante. Los estándares internacionales recomiendan 10 metros cuadrados.

* Cada día son asesinadas en Bogotá 24 personas; son violadas ocho mujeres y son robados 15 carros. Sólo se denuncian el 20 por ciento de los delitos

* Mientras el promedio nacional de delitos por cada 100.000 habitantes es de 526, en Bogotá esta cifra asciende a 942

* El gobierno nacional no paga los servicios públicos a la ciudad. Las cuentas atrasadas ascienden a más de 15.000 millones de pesos.

EL PLAN DE MOCKUS

El Plan de Desarrollo de Antanas Mockus está integrado por seis megaproyectos, seis prioridades, cuatro políticas y por lo menos 900 proyectos que ya empezaron a ser evaluados por el Consejo Territorial de Planeación. "El plan, dice Alberto Villate, director de Planeación Distrital, fue realizado convocando a todas las entidades del Distrito que presentaron proyectos relativos a sus áreas de acción, pero bajo las pautas y prioridades del gobierno del alcalde mayor".
Las seis prioridades del plan son las siguientes: fortalecer la autorregulación ciudadana (cultura ciudadana); prevenir y mitigar el deterioro de las condiciones ambientales (medio ambiente); recuperar los ambientes en que se es ciudadano, (espacio público); impulsar el desarrollo humano y la convivencia (progreso social); mejorar la infraestruetura material y humana para hacer la ciudad más competitiva (productividad urbana), y mejorar la calidad y la acción de la administración distrital y generar así credibilidad (legitimidad institucional).