Especiales Semana

Por Belisario Betancur

Entre el miedo y la esperanza

15 de julio de 2002

En paIses como el nuestro, por su propia vulnerabilidad, pocas veces se llega al poder en condiciones generales óptimas. Factores como la economía y la política, entre otros, se balancean irregularmente entre lo bueno y lo muy malo. ¡Cómo estaremos que lo mediocre es bueno! Creo que, según se ha reconocido después en Colombia y en la academia internacional, en mi tiempo hicimos lo correcto al centrar el esfuerzo en la economía, que estaba en ruinas. Esta, junto a la paz, eran retos que requerían programas específicos. Nos fue bien en lo primero y apenas regular en la pacificación.

En efecto, a pesar del M-19 y su toma del Palacio de Justicia, con las Farc se convino una tregua y luego una prórroga avalada por el nuevo gobierno del doctor Barco. Y, pese a que en otros países se elogia nuestra apertura hacia el diálogo con la insurgencia como antecedente constructivo, siempre he aceptado un fracaso sin atenuantes.

El mayor acierto de la administración 82-86 fue el salvamento económico, el cual consistió en posponer un poco mis sueños de inmediata mejora social para el pueblo a fin de estabilizar el gran símbolo de la soberanía nacional, que es su moneda, lo que determina mejor bienestar para el pueblo y más estable. Todo ello consistía en negociarles sus "no hay plata, señor Presidente!", a los ministros de Hacienda para que me dejaran algo de lo pedido, a fin de lograr que la gente aceptara nuestros llamados de tolerancia y sacrificio en busca de un futuro mejor y duradero. Les vuelvo a dar las gracias a Edgar Gutiérrez, Roberto Junguito y Hugo Palacios Mejía

?ministros de Hacienda? y a la Junta Directiva y la gerencia del Banco de la República de entonces, por lo que hicieron en beneficio del país.

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Los momentos más difíciles no siempre son los más espectaculares. La 'soledad del poder' es el encuentro con uno mismo, para resolver sólo, después de haber oído toda clase de informes y argumentos contradictorios, qué orden se dará y cómo afectará, para mejorar o empeorar, a millones de personas, desconocidas e indefensas frente a la equivocación o la arbitrariedad. Eso ocurrió en la Semana Santa de 1984, cuando una devaluación masiva parecía inatajable. Al leer por última vez la alocución en que haría el terrible anuncio por la televisión, una angustia profunda me llevó a desistir cuando ya estaba todo preparado. Pedí entonces que se buscaran otras fórmulas. Así se hizo y encontramos esas fórmulas.

Como ningún gobierno logra resolver todas las carencias, a veces por omisión resulta contribuyendo, en términos históricos, a que las cosas no mejoren. Acepto, pues, mi parte de responsabilidad; pero con el respaldo de resultados, pido que se me borre de la lista de culpables en lo económico y fiscal.

Frente a qué solución propondría para ponerle fin al conflicto y a la difícil situación que vive el país, creo que la peor diligencia es la que no se hace: a título precario, y por eliminación, esperamos mucho, sin desmesura de la gestión de Naciones Unidas, solicitada por el presidente Uribe. Pero no olvidemos la arrogancia de las Farc, y el hecho patente de que ellos últimamente muestran poco interés en la paz. Los de la urgencia somos nosotros.

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Aunque la Presidencia de Colombia fue un honor que busqué y al que ofrecí lo mejor que pude dar, ni en mis peores pesadillas ha vuelto a aparecer la repetición de aquella honrosa experiencia. Un conocedor de la literatura clásica diría que llegar a esas alturas del poder es conocer el monstruo que los clásicos griegos y latinos llamaban la "quimera". Por eso, el mejor consejo para el próximo Presidente de la República es este: que cuando termine, y aunque se los pidan, no les dé consejos a su sucesor o sucesores?

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Sobre cómo veo a Colombia dentro de 20 años, pienso que algún día los colombianos podremos vivir en un país más acogedor. Digo esto porque, a pesar de lo que padecemos, no soy tan pesimista como aquel político estadounidense de comienzos del siglo XIX que le decía a un joven amigo: "No se preocupe, el futuro será peor".