Especiales Semana

!POR FIN VACACIONES¡

A final del año, cerca de 100 mil colombianos viajan a hacer compras al extranjero. El resto escoge según las posibilidades de su bolsillo

16 de enero de 1984

El plan que los colombianos prefieren en las vacaciones es hacer compras. Así lo atestiguan las cifras de Corporación Nacional de Turismo, según las cuales, de las 200.000 personas que salen al extranjero a pasar las fechas de fin de año, la mitad se va para Miami, para Ecuador o para Venezuela.
Paisas, caleños y bogotanos siguen opinando que el mejor programa es darse un golpe de autopista en la "capital latinoamericana" de los Estados Unidos. Al llegar allí, ciertas convenciones sociales se alteran. Por ejemplo, altos ejecutivos que en la vida han pisado un Carulla corren a ponerse unos bermudas para después sumergirse en el gélido aire acondicionado de los super markets de Key Biscayne, donde compran Milky Ways y queso Kraft. El paso obligado que dan a continuación es el Drug Store, donde se apegan del último invento en shampoos antihorquilla y en cremas de afeitar supermentoladas. Después viene la expedición al Omni, el gran centro comercial donde están todos los principales almacenes de Miami y todos los turistas colombianos. Cuando dos de ellos se encuentran, su principal tema de conversación son las ventajas del modelo de automóvil que cada uno alquiló en Hertz. Después de un patoneo olímpico, el compatriota vuelve a su cuarto de Motel, donde completa 72 horas ininterrumpidas de televisión, incluyendo varias de un futbol americano que no logra entender aunque se lo expliquen. Al día siguiente, al primer sorbo de jugo de naranja de la Florida, al lado de una pequeña piscina ovalada e intensamente azul, el grado de satisfaccion del colombiano es tal, que hasta se le olvidan los malos ratos que pasó en la aduana, cuando le desprendieron las mangas del saco y los tacones de los zapatos por buscarle droga escondida.
El turismo "fronterizo" va o viene según fluctúe la moneda. Antes eran hordas de venezolanos y ecuatorianos las que entraban a Colombia a comprar mas baratos los tennis y el blue jean; ahora, con el revés del bolívar y el sucre, son los colombianos los que cruzan masivamente las fronteras exactamente con el mismo fin. El viaje generalmente se hace en carro, y no se requiere pasaporte, pues con la cédula colombiana se puede atravesar las dos fronteras.
Salvo matices, el paseo es parecido hacia un país o hacia el otro. Los que van al Ecuador, por ejemplo, la emprenden con un automóvil copado, por una troupe familiar que generalmente incluye miembros de tres generaciones. Antes de llegar a Pasto se fascinan con el Valle del Patía, que encuentran "igual a un puro paisaje lunar", y que está anunciado textualmente en las vallas como "zona de negros". Los veraneantes paran repetidas veces al borde de la carretera en fritangas de cerdo y maíz tostao, y cuando llegan a Pasto se echan la subidita para comer trucha a las orillas de la Cocha. Después viene Ipiales, hoy mustlo y aburrido, otrora próspero centro comercial por la bonanza del tennis y el blue jean baratos. La meca en el Ecuador es Ibarra, una población que hoy le presta a los colombianos exactamente el mismo servicio que ayer les prestara Ipiales a los ecuatorianos. Allá la familia turista llena el baúl de artesanías y "mercancía", y cuando las compras les dejan tiempo -y si los mareos no han derrotado a la abuela y el recalentamiento al motor- emprende una gira para conocer los volcanes.
Curiosamente, son más los extranjeros que entran al país en las vacaciones de fin de año, que los colombianos que salen. En los últimos años, los venezolanos han sido los más asiduos visitantes, de tal manera que por cada 15 de ellos, entran al país 3 ecuatorianos, 1.5 norteamericanos y el europeo. Del turismo que proviene de los países "civilizados", la mayoría pisa Colombia simplemente como primera escala en un tour por Latinoamericana. Por lo general, Bogotá no tiene gran interés para ellos, y pasan en la capital a duras penas las horas necesarias para ver el museo del Oro y tomar el avión. Los que se quedan en el país generalmente se dirigen a Cartagena, pero lugares poco frecuentados por los turistas colombianos, como el Amazonas y San Agustín, también atraen su atencion.
A pesar de la calidad de algunos de los visitantes extranjeros -el presidente Torrijos a menudo cruzaba clandestinamente la frontera, Margaux Heminway es habitue de las playas colombianas, y ahora se espera la visita de Alex Haley, el autor de "Raíces" -su cantidad ha ido decreciendo a partir de la crisis del turismo que se ha registrado en el mundo entero. Si en 1981 entraron 1'230.000 extranjeros, en el 82 sólo lo hicieron 1'060.000 y en el 83, 1'083.000.
En lo que respecta a los colombianos que hacen turismo interno, la cifra que da la Corporación es de 3'391.000. Este número sin embargo, sólo computa los que se alojan en hoteles registrados, y deja por fuera, por tanto, a una gran mayoría que se hospeda en fincas o apartamentos alquilados, en casas de familiares, en pensiones o en hoteles perratas.
Del total de 3 millones, 332.000 van a Cartagena, 142.000 a Cúcuta, 220.000 a San Andrés, 330.000 a Bogotá, 272.000 a Medellín y 314.000 a Cali.
Las clases altas se aferran monolíticamente a un sólo lugar, Cartagena y las Islas del Rosario, que se pusieron de moda desde cuando abandonaron La Esperanza, Cachipai y Apulo. Sin embargo, ultimamente sus miembros más snobs se han ido desplazando hacia el ambiente más primitivo de Capurganá y Sapzurro, en el Golfo de Urabá. Las clases medias y populares siguen yendo a Tolú, Juanchaco, Ladrilleros y Melgar, o a los "centros vacacionales" de Cafam, Colsubsidio y las demás cajas de compensación. Entre los paisas, hay quienes practican el tradicional "turismo de portacomidas": la vuelta a Antioquia por los pueblitos típicos. También las clases medias tienen sus veraneaderos "in". Uno de los más cotizados en la actualidad es Puerto Triunfo, donde la atracción es el célebre zoológico de Pablo Escobar.
Este panorama de las vacaciones decembrinas de los colombianos, que se ha venido repitiendo en los últimos años, posiblemente ahora sufra algunas variantes. Dada la recesión y las vacas flacas de este año, no sería de extrañarse que los que antes zurcaban el mar en su yate o se hacían servir langosta a la sombra de una palmera, en esta oportunidad acaben inflando colchoneta en las piscinas de Melgar o haciendo "barbiquiú" en el patio trasero de la casa.

DE ULTIMA HORA
Si usted es de los que no planeó sus vacaciones a tiempo, y todavía no tiene reservaciones en hoteles y aviones, es seguro que ya no lo va a lograr. No por eso tiene que resignarse a quedarse encerrado en la sala de su casa viendo televisión. Eso sí, tendrá que renunciar al turismo convencional, pedir prestada carpa y bolsas de dormir, echarle gasolina al carro y volver a poner a prueba sus habilidades de scout.
Una excelente opción es el "andinismo": ir hasta la sierra nevada del Cocuy es uno de los paseos más lindos que se pueden hacer.
La primera etapa es llegar en carro hasta Guicán o el Cocuy, en el departamento de Boyacá. De ahí que avanzar hasta un lugar llamado "Las Fincas", donde habitan varios campesinos de la región, que alquilan mulas y eventualmente se. ofrecen como guías. En ese lugar se puede dejar el automóvil, para emprender el paseo a pie. La primera noche se acampa en la base del nevado. (Es conveniente llevar un equipo liviano, con carpas que no sean de lona sino de nylon, y buenas bolsas de dormir de fibra o plumas, con colchonetas de aire o espuma para aislar el frío). Llegar a la base de la nieve toma entre 4 y 5 horas, y desde allí es impresionante el panorama de ríos, lagunas y quebradas. El paseo puede extenderse por cuatro o cinco días, con la posibilidad de hacer una serie de recorridos que no exigen conocimientos de alpinismo profesional. No hay que llevar líquidos, pero si alimentos de fácil cocción y muchas calorías. No conviene ir con niños menores de 12 años, y aconsejan descender si se llegan a sentir síntomas de soroche. El grupo ideal no debe tener menos de tres integrantes ni más de cinco, para poderse bandear en caso de accidente.
Si prefiere plan de playa, unas de las más lindas del país están en la costa Atlántica del Chocó, en dos lugares llamados Capurganá y Sapzurro. Permanecen prácticamente vírgenes de turismo, y sólo hay un hotel de poca cabida. Sin embargo, se puede acampar y cualquiera de los habitantes del lugar, por algo de plata, le permite al visitante guindar una hamaca en la terraza de su casa y le suministra abundante pescado, yuca y plátano fritos. Para llegar hasta el lugar, hay que tomar una avioneta en Medellín o en Turbo desde donde parten vuelos diarios a Acandí. Desde ese caserío se puede ir a Capurganá y Supzurro bien caminando, bien por agua. El acceso a un yate permite visitar las vecinas islas de San Blas, ubicadas en territorio panameno, habitadas por los indios Cunas. Ir a Leticia, en el Amazonas, es más fácil pero más caro de lo que se cree. Avianca lo deja allá tras dos horas largas de vuelo, y es factible conseguir alojamiento en buenos hoteles. Sobran quienes se ofrecen para organizarle giras al turista, empezando por el famoso Capax, que desde que abandonó la natacion se dedica a ese negocio. La visión de la selva y el río es impresionante, y la visita a los caseríos Ticunas tiene interés, a pesar de que ya está muy montado para turistas. El plan de pernoctar a la orilla de las lagunas tiene un gran atractivo para los más pacíficos. Chimenea prendida, buena trucha y mucho silencio para leer se pueden conseguir en los excelentes hoteles que hay tanto en el Lago Calima, cerca a Cali, como en la Laguna de la Cocha, cerca a Pasto.