Especiales Semana

POR FIN

¿Qué va a cambiar en el país y que dimensiones tomara la guerra después de la muerte de Rodríguez Gacha?

15 de enero de 1990

Eran las 2:05 de la tarde del pasado viernes cuando sonó el telefono del despacho presidencial, Virgilio Barco contesto y al otro lado de la línea el general Carlos Casadiego, subdirector de la Policía, le dijo: "Presidente, misión cumplida". Barco no entendio muy bien. "Hemos dado de baja a Gonzalo Rodríguez Gacha", reiteró el militar. Incredulo, el primer mandatario pregunto: "¿Están totalmente seguros?" "Completamente, señor Presidente". "Muchas felicitaciones", fue la despedida.
Con este escueto intercambio de palabras, Barco recibio la mejor noticia que ha producido su gobierno en lo que lleva transcurrido. Una administración que se había jugado todo su prestigio en la lucha contra el narcotrafico estaba a punto de extinguirse con mucho ruido y poco capo.
Pero todo eso cambio el viernes en la tarde, cuando se confirmó la muerte de uno de los dos hombres más buscados del país. Y no sólo de Colombia, ya que casi todos los noticieros del mundo abrieron esa noche sus informaciones con esa noticia. En pocas horas, Barco recibió llamadas de los presidentes George Bush, Carlos Andrés Pérez, Carlos Menem, Carlos Salinas de Gortari y hasta del canciller británico, sir Geoffrey Howe. El zar norteamericano de la lucha contra la droga, William Bennett, afirmó en una rueda de prensa en Washington que "todo el mundo civilizado le tiene al presidente Barco una deuda de gratitud".

EL OPERATIVO

La "salvación" del mundo civilizado había comenzado al mediodía del miércoles cuando, en una ceremonia de ascensos militares en la Escuela de Cadetes, el general Miguel Maza, director del DAS, y el general Octavio Vargas, comandante de los cuerpos de élite de la Policía, vieron interrumpida una cordial conversación al lado de la piscina por una llamada urgente de Medellín. Se trataba de un informante del DAS en la capital antioqueña, quien tenía un amigo en Cartagena que sabía dónde estaba Rodríguez Gacha, y quería obtener la recompensa de 250 millones de pesos ofrecida por el gobierno.
Minutos después, los dos generales se trasladaron en helicóptero a la dirección de la Policía, en donde se tomo la decisión de enviar un hombre de confianza de Maza a Cartagena a entrevistarse con el informante. La cita se cumplió en el restaurante Nautilus, de la Ciudad Heroica, en la noche del miércoles. Allí el informante revelo que Rodríguez Gacha, su hijo Freddy Gonzalo y algunos de sus guardaespaldas se encontraban en Cartagena. Una vez transmitida la información se decidio trasladar a 30 hombres del cuerpo de élite al comando áereo de Barranquilla y acuartelarlos allí. Al mismo tiempo se dio la orden de que dos helicópteros de la Policía se mantuvieran listos para despegar del aeropuerto de Santa Marta.
Al otro día, el general Miguel Gómez Padilla, comandante de la Policía, conocio la información y empezó a trabajar en la operación con sus colegas Maza y Vargas. Rapidamente se monto un operativo de seguimiento en Cartagena que, sin embargo, no resulto del todo discreto. Rodríguez Gacha se dio cuenta de que le pisaban los talones y en la noche del jueves abordó una lancha rápida con su hijo y cinco de sus guardaespaldas, con destino a la finca El Tesoro, ubicada entre Coveñas y Tolú. En ese momento las autoridades le perdieron la pista. No obstante, gracias al informante comenzo a hacerse un rastreo áereo de la zona, para ubicar la lancha que tenía características claramente identificables. Esta fue detectada en horal de la madrugada, pero ocupada sólo por su conductor.
El helicóptero se le acercó y obtuvo que la lancha se detuviera. El piloto confeso que había dejado a Rodríguez Gacha en la finca El Tesoro y s dirigia a una isla cercana a recoger un grupo de paramilitares para reforzar la seguridad del narcotraficante.
Con esa información se procedio al diseño de un operativo envolvente sobre la finca. El cuerpo de élite tenía la misión de llegar por aire en dos helicópteros artillados, mientras que la infantería de marina cubría un eventual escape por agua.
A la media manana del viernes los dos helicópteros llegaron a El Tesoro. Con altavoces y sirenas le pidieron a Rodríguez Gacha que se entregara, pero no se obtuvo ninguna respuesta. No había movimiento en la casa y lo único que se veía era un camión Chevrolet carpado, de color rojo. En un momento se penso que la información dada por el lanchero era falsa. En consecuencia, uno de los helicópteros empezó a volar hacia Tolú y el otro hacía Coveñas. Sin embargo, el que iba hacia Tolú volvió a pasar por encima de la finca y sus ocupantes se dieron cuenta de que el camión rojo ya no estaba. Así se lo comunico al segundo helicóptero y se inició la búsqueda del vehículo. A menos de dos kilómetros de Tolú el camión fue interceptado y este se desvió por la ruta que conduce a Sincelejo.
Un poco más adelante el vehículo se detuvo y de él se bajaron Freddy Gonzalo Rodríguez y cuatro guardaespaldas, quienes abrieron fuego contra la aeronave. Esta contestó con sus ametralladoras, dando de baja a dos de ellos. Uno de los helicópteros descendió y dejó en tierra a varios comandos de la fuerza élite, quienes se enfrentaron con los dos guardaespaldas sobrevivientes y el hijo de "El Mexicano", dandoles de baja.
En el intermedio el camión continuó su huida, seguido por el otro helicóptero. Accidentalmente en esta carretera se encontraba una patrulla de infantes de marina que estaba custodiando una de las fincas del extraditado Eduardo Martínez Romero. Al verlos, el camión se detuvo y de el bajaron Rodríguez Gacha y un guardaespaldas, quienes se internaron en un platanal. Luego el helicóptero comenzó a disparar, tratando de detectar a los fugitivos. Al cabo de un tiempo, Rodríguez Gacha--quien estaba armado con un fusil R-15 y cinco granadas--contestó al fuego, con lo cual fue fácil ubicarlo. El artillero del helicóptero empezó a dispararle a la mata de platano que le servia de parapeto a "El Mexicano". Finalmente, logro darle en un pie. El disparo lo hizo caer y en ese momento una bala calibre 7.62 le alcanzo la cabeza. Tanto, que quedó prácticamente desfigurado. Fueron necesarias las diligencias dactiloscópicas para establecer sin duda su identidad.
El epílogo fue la muerte del último de los hombres de Rodríguez Gacha minutos después. Era la 1:45 minutos de la tarde del viernes 15 de diciembre. La búsqueda de uno de los criminales más peligrosos de la historia de Colombia se había términado.

QUE SIGUE
La gran pregunta ahora es qué va a pasar después de la muerte de Rodríguez Gacha. El y Escobar probable mente constituyen el único caso en la historia en que dos individuos le declaran la guerra a un Estado. Por esto la ofensiva del gobierno se ha centrado en un solo propósito: derrotarlos. Todo el esfuerzo del país estaba enfilado hacia ese objetivo. El combate no era propiamente contra el narcotráfico. Era contra el narcoterrorismo. Y para las autoridades el narcoterrorismo son solamente ellos dos. Los Ochoa, los Rodríguez Orejuela y el resto son considerados de otra liga. Esto explica por qué no se ha ofrecido recompensa por ellos ni se les ha perseguido como a los dos jefes.
Dado de baja Rodríguez Gacha, la mitad de esta guerra esta ganada. Nadie sabe, en el fondo, que significa esto porque, al fin y al cabo, "El Mexicano" era el número dos. Según todos los testimonios, el más violento. Pero el cerebro es Pablo Escobar. Otra inquietud es, entonces, ¿qué va a pasar con Escobar sólo? Este es considerado mucho más frío y calculador que Rodríguez Gacha, pero no menos peligroso. No se sabe hasta ahora si su capacidad de terrorismo se doblara porque quedó solo o, por el contrario, se reducira a la mitad, por haber perdido a su principal aliado. Pero, lo que es un hecho es que el brazo armado del cartel de Medellín ha quedado acéfalo, pues "El Mexicano" era el ministro de guerra. El era el responsable de la ejecución de los actos terroristas y su desaparición del panorama tiene grandes implicaciones para la capacidad operativa del grupo.
Escobar tiene fama de considerarse un gran estratega y de ser un hombre pragmático. Por eso, tendría que estar consciente de que su guerra esta perdida. El doble golpe del hundimiento del referendo sobre extradición y la pérdida de su socio derrumbaron de un tajo ilusiones que podía haber tenido solamente hace una semana. Cuando el Congreso estuvo a punto de aprobar un referendo, las perspectivas de Escobar incluían tumbar la extradición, forzar un diálogo y hasta tratar de negociar un indulto. La posibilidad de todo esto se basaba en el mito de la invulnerabilidad de los narcoterroristas. La muerte de Rodríguez Gacha ha cambiado esta percepción. Si hace pocas semanas el sentimiento generalizado era el de que se estaba perdiendo la guerra, ahora el sentimiento es el de que se va a ganar, aunque no se sabe a que costo.

Hoy por hoy son muy pocos los que consideran que el Estado tenga que hacer concesiones que hasta hace ocho días se consideraban discutibles. Ante este nuevo panorama, Escobar tiene sólo dos alternativas: continuar la guerra a sabiendas de que esta no se puede ganar y muy probablemente que tendrá un final como el de Rodríguez Gacha, o bajar la guardia, mantenerse en la clandestinidad y esperar a que baje un poco la marea. Al fin y al cabo, gente como Tirofijo, el cura Pérez y Carlos Pizarro han logrado, manteniendose en el monte, con 100 o 200 personas, sobrevivir durante años sin ser arrestados. Si Escobar está en este último plan, es posible que le sirva la coyuntura actual ya que, cuando cae uno de los grandes, como sucedió en el caso de Lehder, la opinión publica en Colombia y en el mundo se tranquiliza temporalmente.
Pero, independientemente de lo que haga Escobar, muchas cosas cambiaran en Colombia como consecuencia del fin del número dos del cartel. Para comenzar, las zonas que el controlaba serán "liberadas". Regiones como Pacho, el área esmeraldifera, gran parte del Magdalena Medio y parte de los Llanos Orientales alrededor de Puerto López, habían visto desaparecer el ejercicio libre de la política, ya que el que se oponia a Rodríguez Gacha lo pagaba con su vida. Tal vez con la excepción de Pacho, el viernes por la noche en varios de esos sitios hubo mucha fiesta con voladores, y mucho aspirante al Concejo que no pensaba en lanzarse está reconsiderando su decisión.
Esto en cuanto a política. Porque en cuanto a economía, la cosa no es de menos alcance. "El Mexicano" era el mayor terrateniente de Colombia. Tanto que en los allanamientos de hace tres meses las autoridades no dejaban de sorprenderse de la ventaja que le llevaba en tierra al resto del cartel de Medellín. Lo que antes se consideraban sus zonas de influencia, en realidad acabaron siendo en gran parte tierras propias, casi todas a nombre de testaferros. Con su muerte se va a producir una minirreforma agraria, pues todo el que tenía un pedazo de tierra a su nombre se va a quedar con el. Con "El Mexicano" vivo, los contratos de palabra eran sacrosantos. Con el muerto, lo que cuentan son las escrituras.
La situación del gobierno también ha cambiado sustancialmente. Después de lo que, sin duda, fue la peor quincena del cuatrienio con la bomba del avión de Avianca, la bomba del DAS y la crisis política que acompaño el hundimiento de la reforma constitucional, la muerte de Rodríguez Gacha le da un nuevo aire. Con la rebelión del Parlamento y las renuncias de Turbay y Pastrana, muchos congresistas llegaron inclusive a plantear la renuncia del propio Presidente. Hoy Barco vuelve a sér el héroe internacional de hace tres meses y, en Colombia, el país sintió tener el gobierno que hace una semana reclamaba.
Los laureles inmediatos de la operación recaen sobre el general Maza, el comandante de la Policía, Miguel Antonio Gomez Padilla, y el jefe del grupo élite, Octavio Vargas Silva, quienes en esta guerra se están jugando su propia vida. Sin embargo, es indudable que, detras de todo esto, mucho influyó lo que los admiradores del Presidente llaman su perseverancia y sus detractores, su terquedad. En cuanto a Colombia, a pesar del nerviosismo que aún se siente por las posibles retaliaciones, esta Navidad se acerca, si no con felicidad, por lo menos sí con esperanza.

LA LEY DEL MONTE

Son muy pocos los individuos en la historis que han matado a más de mil personas. Jose Gonzalo Rodríguez Gacha es uno de ellos. Con los casi 800 muertos de la UP que se le atribuyen y las dos últimas bombas terroristas, se acerca a esta cifra. El resto lo constituyen los magnicidios, el asesinato de jueces, de esmeralderos, de periodistas y las múltiples masacres que ordeno.
La familiaridad de los colombianos con él, en cierta forma opaca la dimensión del puesto que tendrá en la historia de la criminalidad mundial. Basta sólo con pensar que a Al Capone, rey de Chicago durante los 13 años de la prohibición, se le atribuyen 200 muertos y, por cuenta de esto, medio siglo después de su muerte su leyenda vive.
"El Mexicano" nacio en Pacho, Cundinamarca, el 18 de mayo de 1947, hijo de una humilde familia campesina. Al terminar el tercero de bachillerato, debió abandonar los estudios para salir a ganarse la vida por los caminos mas tortuosos y violentos. A comienzos de los años 70 se convirtió en peón de Gilberto Molina, el hombre fuerte de esa zona esmeraldifera de Boyacá (Otanche, Borbur, Quípama...). Pocos años después, Rodríguez Gacha se independizo para dedicarse a un negocio mucho más rentable: el narcotráfico.
A medida que avanzaba en esta actividad se fue haciendo a una fortuna hoy calculada en más de mil millones de dólares. No tardo en encontrarse con Pablo Escobar y con los hermanos Ochoa, con quienes se convirtio en jefe del cartel de Medellín. "El Mexicano" pasó a ser el jefe militar del grupo y, respaldado en su fortuna, conformó la organización paramilitar más grande del país, con cerca de mil hombres entrenados y fuertemente armados que en un comienzo fueron destinados a su protección personal. Pero al poco tiempo, todo este ejército acabó sirviendo a una cruzada ideológica anticomunista, especialmente dirigida contra las FARC y contra los militantes de la UP.
La pelea con las FARC, aparte de las razones ideológicas, se alimentó por diversos episodios en los que Rodríguez Gacha encontró obstáculos para sus negocios en el Meta y el Guaviare. Los guerrilleros en ocasiones le cobraban impuestos sobre la droga de sus laboratorios, en otras se los destruían o le robaban la plata a sus emisarios. Ante la dificultad de cobrar venganza en los jefes del grupo insurgente, enfiló sus baterias contra el partido político de la UP, cuyo muerto más importante fue el candidato presidencial Jaime Pardo Leal.
A todas estas, "El Mexicano" ya estaba enfrentado con el cartel de Cali, con el que se declaro una guerra a muerte, con el gobierno nacional y con la DEA. Entre los aliados que conservaba se contaban sus viejos amigos de las esmeraldas. Las cosas con ellos cambiaron bien pronto, cuando sus ambiciosos planes estrategicos lo llevaron a buscar la forma de apoderarse de la region esmeraldifera de Boyacá para unir asi sus terrenos en el Magdalena Medio con los que tenía en Pacho. Se abrió entonces un nuevo frente de lucha, en el que el narcotraficante no sólo pegó primero, sino muy fuerte y en varias ocasiones. Para comenzar, en febrero de este año mató a Molina y a 14 personas más durante una fiesta en Sasaima, Cundinamarca. Luego acabo con Verónica Rivera, la "Reina de la Coca", destruyo con una bomba las oficinas de Tecminas en Bogotá --propiedad de Carranza--, asesino a un sobrino de Carranza y dispuso el allanamiento del edificio Altos del Portal--también en Bogotá--, para deshacerse de Angel Gaitán Mahecha, vinculado con el negocio de las esmeraldas y persona que servía como informante de la DEA para dar pistas sobre "El Mexicano".
La cuestión, entonces, era de guerra abierta y total. Lo cierto del caso es que Rodríguez Gacha casó muchas peleas y a la hora de su caída tenía demasiados enemigos. El gobierno, el cartel de Cali, las FARC, la UP, la DEA y los esmeralderos eran muchos frentes para un solo hombre. Si Hitler perdió la guerra por pelear solo en dos frentes, a "El Mexicano" las cosas se le pusieron cuesta arriba con sus seis, aunque hasta hace poco tiempo parecia estar ganando. Rodríguez Gacha murió en su ley, con un fusil en las manos enfrentándose y haciendo realidad la consigna que tanto pregonó: mejor una tumba en Colombia que una celda en los Estados Unidos.