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Rana rubí, una joya vulnerable

Un anfibio diminuto, apetecido por los coleccionistas, está desapareciendo de los bosques colombianos. La misma suerte están corriendo otros de su especie.

11 de diciembre de 2010

Para muchos de nosotros, quizás todas las ranas son iguales. De hecho, su existencia puede no ser de mayor importancia. Sin embargo, para biólogos como Ángela Suárez Mayorga, investigadora titular del Instituto Von Humboldt, estas ranitas son su vida.

Años enteros dedicados a su investigación le han permitido darse cuenta de que su hábitat está desapareciendo y que son cada vez menos los ejemplares de varias especies que quedan en este momento.

Para el caso específico de la Ranitomeya bombotes o rana rubí, la situación es bastante crítica, pues sus características son tan particulares que los coleccionistas europeos la buscan afanosamente para que decoren terrarios y exhibidores, lejos de su bosque premontano colombiano.

Y no es de extrañar, pues son realmente exóticos. La hembra en estado adulto, solo alcanza a medir 23 milímetros, y el macho es quien cuida y alimenta a los renacuajos hasta que estos maduran y se pueden valer por sus propios medios.

Para que esto suceda, la hembra deposita un único huevo y una vez eclosionado, el macho insta a su cría a que suba a su lomo y así emprende un titánico ascenso a través de los árboles, de entre 8 y 15 metros, en busca de una flor con características únicas para el desarrollo de la nueva rana: una bromelia; en ella, el renacuajo encontrará alimentación y ambientes propicios para su desarrollo, mientras el padre lo cuida.

Además, las hembras se quedan en un territorio delimitado, mientras que los machos recorren estos terrenos y son capaces de criar hasta tres renacuajos al tiempo.

A la rana rubí, (por su color rojo encendido) se le encuentra entre los 1.200 y 2.000 metros de altura en el Valle del Cauca y Quindío. Según la investigadora Suárez, "debería estar también en Risaralda, pero no está y no se sabe por qué".

La presencia del hombre ha obligado a muchas especies de anfibios, incluida la rana rubí, a dejar sus hábitats.

El hombre necesita subsistir, y en su afán invade el territorio de otros habitantes del bosque. En ese crecimiento indiscriminado tras el bienestar, se han perdido valiosas especies. La rana rubí, debido a su tamaño, aprovecha pequeños parches en áreas protegidas. Sin embargo, la gente consume las bromelias en las que estas se desarrollan, talan los árboles y la sombra donde deberían habitar desaparece.

A pesar de ser tóxica, la rana rubí es muy pequeña para ser letal, pero en todo caso, la reacción alérgica depende de cada organismo.

En este sentido, Ángela Suárez afirma que además los anfibios con cierto nivel de toxicidad están siendo estudiados para desarrollos farmacológicos de gran importancia como los enfocados en la regulación de la función cardiovascular. Aunque la rana rubí no es objeto de estas investigaciones en este momento.

Según el biólogo Diego Alejandro Gómez, quien trabaja en el departamento del Quindío, de seguir así, la población de 0,28 ranitas por metro cuadrado seguirá en descenso.

Y si desaparece será para siempre, porque es endémica y la solución está en manos de campesinos y dueños de parcelas quienes pueden aprender a aplicar herramientas de manejo del paisaje para que esta población no se acabe.