Especiales Semana

RETOS DEL 97

EL AÑO QUE VIENE SAMPER TIENE EL TRIPLE DESEO DE ESTABILIZAR LA ECONOMIA, APLICAR SU PLAN SOCIAL Y RECOMPONER LAS RELACIONES INTERNACIONALES.

6 de enero de 1997

Definitivamente hay cosas que cambian con el tiempo. A medida que ha evolucionado la crisis política se ha ido transformando el debate entre los simpatizantes y los detractores del presidente Ernesto Samper. Al comienzo la discusión giraba alrededor de si él sabía de la entrada de dineros del narcotráfico a su campaña. A mediados de año ya el dilema consistía en saber si Samper se caía o no. Ahora que la mayoría de los colombianos asume como un hecho que el Presidente se quedará hasta el final de su mandato, ha empezado a cobrar fuerza el debate sobre si el suyo ha sido un gobierno bueno o malo.Dejando de lado las posiciones extremas de los analistas más apasionados, la mayoría de los observadores coincide en que los resultados de la actual administración pueden calificarse de muy pobres. Si bien hay frentes en los que hay muchos resultados para mostrar, como el desmantelamiento del cartel de Cali, nadie duda que a lo largo de los últimos dos años se ha instalado en el ambiente nacional una sensación de frustración y derrota que en últimas refleja la situación del país.A pesar de la contundencia de los hechos, las posiciones de los observadores han sido diversas. Para los críticos del gobierno el mal momento del país no es otra cosa que el lógico resultado de una mala administración. Los defensores de Samper, por su lado, opinan que las cosas habrían sido muy distintas si el Presidente no hubiera tenido que atender todas las vicisitudes del proceso 8.000. Algunos incluso han convertido en caballito de batalla el argumento de que lo que pasa es que al Presidente no lo han dejado gobernar. Más allá del debate entre los amigos y los enemigos del gobierno, lo que está claro es que, como van las cosas, Samper tiene la oportunidad de hacer de 1997 todo lo que la crisis política no le dejó hacer en el 95 y el 96.Sana que sana...El primer frente en el que las cosas pueden pintar mejor en el 97 para Samper es justamente aquel que quizás más canas y calvicie le han costado desde que empezó su mandato: las relaciones con Estados Unidos. Para los ojos de muchos analistas, de todos los actores que el Presidente ha tenido que lidiar a lo largo de la crisis el más difícil de persuadir ha sido el gobierno de Clinton, por ser ajeno a las maniobras políticas, presupuestales y de opinión pública que tanto le han ayudado al mandatario a mantenerse en el poder. Pero si en estas aguas Samper ha navegado con habilidad, en su manejo de la relación con Washington también ha logrado una cuota de éxito.A pesar de múltiples contradicciones, y no pocas torpezas, el gobierno ha logrado con nadadito de perro algo que parecía imposible. Hace apenas cuatro meses la agenda de cooperación con Estados Unidos constaba de más de 10 puntos, de cuyo cumplimiento dependía una nueva descertificación y posibles sanciones económicas. Como por arte de magia, hoy esa agenda se reduce a los propósitos de lograr la extinción del dominio de los bienes fruto de actividades ilegales y aumentar las penas para el narcotráfico (ver artículo en esta misma sección). En este contexto, el avance de los dos proyectos de ley en el Congreso al cierre de esta edición daba para ser optimista acerca de una posible distensión de las relaciones bilaterales, o en todo caso a que no sobrevengan las tantas veces anunciadas sanciones económicas.De esa manera se iniciaría un círculo virtuoso para la política exterior colombiana. Si el gobierno de Samper logra sacarse del zapato la piedra en que se le ha convertido la oposición de Washington en el escenario internacional, adquiriría sin duda un mayor margen de maniobra en otros frentes externos. Para nadie es un secreto que los ímpetus con los que el gobierno de Nicaragua se ha referido recientemente a su intención de llevar el caso de San Andrés y Providencia a la Corte Internacional de Justicia tienen en buena parte su origen en la debilidad política de la administración Samper y su alejamiento de Washington. Algo parecido sucede con la actitud envalentonada que Venezuela ha venido mostrando en el pasado reciente acerca del diferendo limítrofe con Colombia.Pero los beneficios de un saneamiento del vínculo con Estados Unidos podrían extenderse a otros frentes. Por ejemplo, si el gobierno colombiano logra menguar la confrontación con la administración Clinton, la Cancillería adquiriría un piso más sólido para enfrentar con dignidad episodios como el del tratamiento que le dio el Parlamento alemán al caso Mauss (ver artículo en la sección Mundo). De igual manera, el Ministerio de Minas tendría un mayor margen de negociación ante las pretensiones de la BP de renegociar el contrato petrolero del Piedemonte. Si bien sería ingenuo pensar que una distensión de las relaciones con Estados Unidos solucionaría todas estas disputas, nadie duda que le ofrecería al gobierno Samper un terreno más firme para poder plantear de una vez por todas una estrategia sólida y coherente para enfrentarlas.¿Tocó fondo?Además de lograr un mejor panorama en las relaciones internacionales, una eventual aprobación de los proyectos de ley de extinción de dominio y aumento de penas para el narcotráfico también representaría para el país beneficios económicos. Si bien muchos especialistas le apuestan a una nueva descertificación de Colombia por parte de la administración Clinton en marzo próximo, el que el gobierno colombiano lograra los dos propósitos centrales de la agenda de cooperación bilateral reduciría sustancialmente la probabilidad de que Washington impusiera sanciones económicas discrecionales. De ser así, en caso de una nueva descertificación el país tendría que seguir lidiando con las sanciones automáticas que ha tenido a lo largo de este año, y que no han representado mayores costos para la economía.Pero el menor riesgo de sanciones no sería la única buena noticia que tendría la economía colombiana el año entrante. Los analistas especializados coinciden en señalar que el crecimiento económico en 1997 estará por encima del mediocre tres por ciento que se espera para este año. Para ellos esta mejoría obedecería principalmente a unas menores tasas de interés, a la recuperación de la economía venezolana, a la reactivación de la construcción y a las mayores exportaciones petroleras. Si bien nadie espera que esta conjunción de factores produzca unos resultados espectaculares _la proyección oficial señala un crecimiento del PIB entre 4 y 4,5 por ciento, que tampoco es ninguna maravilla_, es indudable que demostrar que la economía salió del fondo le mejoraría el caminado al gobierno y el ánimo a todos los colombianos.La recuperación económica también le permitiría al gobierno un mayor margen de ejecuciones en el frente social. A pesar de los repetitivos comerciales de televisión del niño de las 'ingeniedades' y la alegría de parir el primer hijo, para nadie es un secreto que el plan social ha tenido un bajísimo nivel de ejecución. Y si bien el desempleo puede llegar a 14 por ciento el año entrante _en buena parte debido a que el crecimiento estará jalonado por la actividad petrolera, poco intensiva en mano de obra_ nadie duda que un crecimiento económico de cerca de 4 por ciento le daría al gobierno un margen presupuestal más amplio para ejecutar sus planes. A la ampliación de ese espacio fiscal también debe contribuir el fallo de la Corte Constitucional de la semana pasada que eliminó los llamados fondos de cofinanciación, liberando así recursos para otros gastos.Lo que queda claro de todo esto es que, si Samper juega bien sus cartas, 1997 puede ser el año del desquite para su gobierno. Y desde ya los observadores esperan que lo sepa aprovechar. Al fin y al cabo es su última oportunidad para gobernar bien, pues los dos primeros años de mandato fueron perdidos. Como quien dice, 1997 puede convertirse en el primer año de gobierno efectivo de Samper, pero también puede ser el único, pues el 98, con su de seguro caldeado calendario electoral no va a dar para mucho. n