Especiales Semana

REVOLUCION POSTERGADA

Después de cien años de intentos, ha recibido la izquierda su partida de defunción

1 de junio de 1998

Los recientes asesinatos de dirigentes de izquierda y de activistas defensores de los derechos humanos demuestran, una vez más, que en Colombia parece imposible construir una oposición de izquierda democrática. Y no sólo por razones históricas, como los largos períodos de hegemonía partidista, el Frente Nacionaly sus secuelas de cohabitación burocrática bipartidista, sino por una tradición de guerra y de intolerancia generalizada.
Han sido varios los intentos fallidos para consolidar partidos o movimientos de izquierda. Los sindicatos apenas han logrado éxitos coyunturales y la tendencia ha sido la represión y la criminalización de la protesta social como las marchas campesinas, los paros y los movimientos cívicos. Según el politólogo mexicano Jorge Castañeda, "la represión de la izquierda colombiana y la magnitud de sus pérdidas no tienen parangón en la historia moderna de América Latina". Esto ha presionado a la izquierda hacia la clandestinidad y de ahí que la oposición haya sido copada casi por completo por la subversión armada.
Los últimos resultados electorales indican que la ya lánguida izquierda legal parece haber recibido su partida de defunción. El Partido Comunista, después de años de presencia en el Congreso, por primera vez se quedó sin curul en el Senado y está a punto de perder su personería jurídica. Para el investigador Arturo Alape, "la izquierda está en un proceso de extinción. Es un fenómeno mundial de movimientos que no pueden tener una presencia definitiva en el panorama".

Primeros brotes
A pesar del aislamiento generalizado de Colombia a comienzos de siglo, llegaron los ecos de la Revolución Rusa de 1917 y de la Revolución Mexicana de 1910. En este panorama el país vivió los primeros brotes de partidos de orientación socialista.
Entre 1910 y 1919 se frustraron varios intentos de crear un gran partido que canalizara las aspiraciones de sectores populares, intelectuales y de artesanos. En 1919 el llamado Sindicato Central Obrero hizo una convocatoria para sentar las bases de un partido socialista. En su proceso de organización desató un movimiento de protesta contra un decreto del gobierno de Marco Fidel Suárez que autorizaba la compra de uniformes y botas militares en el exterior. Durante una manifestación, el 16 de marzo de 1919, se produjo un enfrentamiento con las tropas oficiales que dejó siete heridos y 10 muertos. Apenas gateaba y el movimiento era ya víctima de la represión.
Pero su influencia se sintió en el auge huelguístico de 1919-1920. En ese año participó en elecciones para Cámara y para concejos. En Medellín logró una curul y los socialistas obtuvieron un 23 por ciento de la votación, por encima de los liberales. Alertado, el Partido Liberal hizo un llamado para que los socialistas no abandonaran sus filas y logró su apoyo para las elecciones de 1922. Aunque el Partido Socialista se acabó un año después, dejó un impulso modernizador en el Partido Liberal, que incorporó un ala 'izquierdista' con un proyecto de corte antioligárquico.
El aliento socialista no fue sofocado y de la cadena de huelgas entre 1925 y 1926 surgió el Partido Socialista Revolucionario (PSR), en cuya gestación jugó papel destacado Tomás Uribe Márquez, un hombre de clase media formado en las luchas del movimiento obrero europeo y conocedor de la realidad colombiana. El propuso, por primera vez, un partido de trabajadores urbanos y campesinos, iniciativa recogida por Ignacio Torres Giraldo, quien orientó la lucha de los trabajadores del ferrocarril de Girardot, de los braceros de Buenaventura, y en 1927 el paro de la Tropical Oil Company y de la Andian National Corporation, de Barranca. El PSR también caló entre los trabajadores de la United Fruit y en las regiones agrarias. Fue admitido en la Internacional Comunista en el IV Congreso (Moscú, 1928 ) y la legendaria María Cano fue una de sus activas militantes. El PSR fue la pesadilla de los gobiernos conservadores. El incremento de la represión después de la masacre de las bananeras (1928), y la cárcel para algunas de sus cabezas lo dejó sin dirección y finalmente entró en crisis.

El PC y otros intentos
El terreno había quedado abonado para el nacimiento del Partido Comunista _PC_, el 17 de julio de 1930. Fue, en su origen, un partido más rural que de clase obrera urbana. Canalizó la expresión de arrendatarios y colonos a través de las llamadas ligas campesinas y los sindicatos agrarios. El objetivo era hacer la revolución. Se dedicó a reconstruir organizaciones como las de los bananeros y a fortalecer la mentalidad sindical. De ahí nació el sindicato de Bavaria, la más importante empresa del país. La respuesta a este intento de organización fue de nuevo la represión. El PC fue declarado ilegal por el gobierno de Enrique Olaya Herrera (1930-1934), indignado con la denuncia de "maniobra imperialista" que hicieron los comunistas de la guerra contra el Perú.
En el gobierno de la 'Revolución en marcha' de Alfonso López Pumarejo (1934-1938) el PC, aunque quería marcar diferencias frente a la izquierda liberal, respaldó algunas reformas del gobierno. Hizo acuerdos con los sindicatos y en 1936 creó la Central Nacional de Trabajadores, que identificaría la unidad del sindicalismo hasta finales de los 40. Sin embargo, en 1947 se produjo una división entre los reformistas y quienes buscaban un partido de base leninista. Fue entonces cuando saltó a la arena Gilberto Vieira, elegido secretario general del partido, quien inició su gestión en una Colombia que ya sentía correr los vientos huracanados de la violencia y la guerra fría.
Junto a los grupos de orientación comunista se había ido gestando uno de los esfuerzos más vigorosos de agrupación política por fuera del bipartidismo. En 1933 grupos de intelectuales, estudiantes y miembros de la clase media fundaron la Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria _Unir_. Se proclamó como antiimperialista, socialista y agraria, y su líder fue Jorge Eliécer Gaitán. El historiador Alvaro Tirado Mejía definió su ideología como populismo de izquierda. La Unir incursionó con éxito en las luchas campesinas y participó con menos fuerza en las sindicales. Sólo sobrevivió dos años. Se disolvió cuando Gaitán aceptó una curul en el Congreso a nombre del Partido Liberal.
El mismo año, y como resultado de los movimientos agrarios, surgió el PAN, primer intento de un partido campesino nacional. Tenía sus bases entre los colonos y participó en debates electorales. En las elecciones del 35 logró varios concejales en municipios de Cundinamarca. Su vocero, Erasmo Valencia, fue elegido a la Asamblea de Cundinamarca para el período 1935-1936. Pero el PAN nunca superó su carácter regional y se perdió entre alternativas como el gaitanismo en los 40 y el PC en los años de la violencia, encabezado por Juan de la Cruz Varela, quien sería después líder guerrillero del Sumapaz.
En 1935 apareció Vanguardia Socialista, creada por jóvenes intelectuales. Estuvo representada por Gerardo Molina, un senador del ala izquierda liberal. En el marco del Frente Popular sus dirigentes apoyaron a López, pero luego fueron desplazados por el gaitanismo. Jugaron papel clave en la Central Unica de Trabajadores de Colombia como mediadores entre los liberales y el PC, y en el 42 vieron un relativo florecimiento en la llamada Liga de Acción Política, que luego se diluyó en el reformismo liberal. Desapareció en el 44 y algunos militantes se deslizaron al PC.
Comunistas y socialistas contribuyeron en la primera mitad de este siglo a ampliar y diversificar los espacios de acción política. Pero, con la excepción del PC, los intentos de organización no pasaron de ser conatos de partidos en los que se perfilaban ya los errores que décadas más tarde impedirían la consolidación de un proyecto político de izquierda.

Violencia y pacto
La polarización entre liberales y conservadores y la intensa movilización de la época desembocaron en esos fenómenos de convulsión social que se conocen como la violencia. El asesinato de Gaitán, el 9 de abril de 1948, marcó un hito en ese conflicto, el cual adquiría cada vez más el perfil de una guerra civil que dejaría, de acuerdo con los cálculos más optimistas, más de 300.000 muertos.
La protesta de las masas gaitanistas produjo en muchas regiones la intensificación de la represión oficial y manifestaciones de guerra sucia. En medio de esa 'revolución frustrada', nació en los Llanos Orientales un movimiento armado con características de ejército revolucionario, que suplió con violencia la ausencia de programas. Fue liderado por el legendario Guadalupe Salcedo.
Roto en pedazos el poder político existente, el Estado y los partidos tradicionales perdieron el control. Se produjo lo que el analista Paul Oquist ha llamado el "colapso parcial del Estado", fenómeno que explicaría el apoyo que los partidos históricos le dieron al golpe del teniente general Gustavo Rojas Pinilla, quien asumió la Presidencia el 13 de junio de 1953. En menos de un año se desmontó la guerrilla liberal y el PC, la única fuerza de izquierda con cierta organización, fue declarado ilegal, aunque lo era desde hacía años y actuaba en forma clandestina.
Pero la delegación del poder en manos de los militares fue revocada en 1957. Surgió entonces la idea de un acuerdo político bipartidista, el Frente Nacional: la crème de la crème de los dos partidos selló en 1958 un pacto de alternación presidencial durante 16 años y de reparto de la torta burocrática con exclusión de toda fuerza política diferente. Los viejos partidos desarrollaron un sistema clientelista que asfixió las posibilidades de una oposición de izquierda legal. Según el polítólogo Francisco Leal, el FN "desmilitarizó los conflictos entre los dos partidos tradicionales, pero produjo formas de bandolerismo social". En este escenario, mientras los grupos armados ganaban terreno, el Estado perdía el monopolio de la fuerza. Pero se dio, sin embargo, una disidencia de izquierda liberal, el Movimiento Revolucionario Liberal _MRL_ que, bajo la consigna"Pasajeros de la Revolución, favor pasar a bordo", adoptó una línea de oposición al FN y de defensa de la Revolución Cubana.

Gallos de pelea
La primera prueba de fuego de la legitimidad del FN fue el juicio al general Rojas ante el Senado. La estrategia era echarle el muerto de la violencia a la dictadura. Pero la condena, que le negó los derechos políticos al general, lo hizo símbolo de los excluidos del pacto político bipartidista. Creció la desilusión con el FN y con ella la popularidad de Rojas, que se cristalizó en la Alianza Nacional Popular _Anapo_. Fue entonces cuando sacó las espuelas ese gallo de pelea que fue el MRL. En 1960 se consolidó con cerca de la cuarta parte de la votación del partido: 20 de las 76 curules de la Cámara. En 1962 obtuvo 600.000 votos y su participación creció: 13 curules más que dos años antes en la Cámara y 12 en el Senado, en el cual no tenía ninguna. El voto contra el FN pasó del 16,5 por ciento en 1960 al 23,5 en 1962.
Otra medida de la fragilidad del régimen fueron las elecciones que llevaron a Guillermo León Valencia al gobierno (1962-1966): los candidatos de oposición, Alfonso López Michelsen (MRL) y Jorge Leyva (Anapo), lograron el 38 por ciento de la votación. Débil en su mandato, Valencia le dio excesivo protagonismo a los militares en el manejo del conflicto interno, Inscrito en la confrontación 1este-oeste, democracia-comunismo.
En las elecciones de 1966, que llevaron a Carlos Lleras Restrepo a la presidencia (1966-1970), el MRL salió muy debilitado (perdió cerca de la mitad de los votos con respecto a 1962) y el PC "sufrió una crisis profunda" _según el historiador Daniel Pecaut_, que se reflejó en las elecciones parlamentarias. La Anapo, en cambio, fue la gran vencedora de la oposición: elevó su participación al 18 por ciento (tenía el 3,4 en 1962) y logró el control de 46 curules adicionales en el Congreso.
El MRL (que volvió al redil en el 67) y la Anapo (que quedaría herida de muerte en el 70), cada cual a su modo y transitoriamente, fueron válvulas de escape del inconformismo y cumplieron el papel de oposición en un régimen excluyente, mientras la izquierda no logró jugar papel preponderante.

Reformas frustradas
El FN había sofocado el sectarismo de rojos y azules pero fomentaba la oposición por la vía de las fórmulas armadas. Los grupos legales de izquierda no lograron ser alternativa frente al bipartidismo, y aunque el afán de transformación no se perdió, según el historiador Jorge Orlando Melo,"hubo una tendencia a refugiarse en grupos de intelectuales y de militantes de partidos marxistas, usualmente bastante desligados de las llamadas masas populares".
Era necesaria una modernización del Estado y los partidos. De ahí el intento de Lleras Restrepo con la reforma del 68, que buscaba erradicar las prácticas clientelistas y tecnificar el manejo del Estado, lo mismo que canalizar el inconformismo popular y campesino a través de las juntas de acción comunal y la reforma agraria. Pero la reticencia de los partidos tradicionales y el influjo creciente de los grupos subversivos impidieron darle un segundo aire al sistema. El Estado recurrió a la fórmula de siempre: la represión.
En este clima de parálisis de la dinámica política legal habían surgido las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia _Farc_ en 1964, identificadas con las propuestas del PC y en las ciudades florecía el movimiento estudiantil. La izquierda armada se regaba como pólvora. En 1965 inició operaciones el Ejército de Liberación Nacional _ELN_, de inspiración castrista, y entre 1964 y 1965 apareció el Ejército Popular de Liberación Marxista-Leninista _EPL_ como resultado de una división del PC. Los colombianos sentían, cada vez más, que las vías democráticas de cambio se agotaban.
En ese clima se realizaron las elecciones del 19 de abril de 1970, fecha que marcó el principio del fin de la Anapo y que dio origen al M-19. El FN quedó herido de muerte. Los escrutinios iniciales daban ventaja al general Rojas frente al candidato del bipartidismo Misael Pastrana. El resto ya se sabe y el fraude aún se discute.
La dirigencia de la Anapo no reaccionó como esperaban sus huestes, que habían obtenido 38 de las 118 curules del Senado. El 20 de julio, en la instalación del Congreso, parlamentarios de esa organización dejaron una constancia: "Si tuviésemos que llegar a la verdadera subversión...y hacer la apología de las guerrillas, es porque el gobierno y el sistema nos han empujado por ese camino". Las semillas del M-19 estaban sembradas. En ese movimiento confluirían más tarde ex miembros de las Juventudes Comunistas _Juco_ y de las Farc, como Jaime Bateman, Alvaro Fayad, Luis Otero e Iván Marino Ospina, y anapistas como Carlos Toledo Plata y Andrés Almarales.
En 1972 la Anapo, que se había definido como nacionalista, revolucionaria y populista, sufrió una reducción importante de su votación: con el 19 por ciento volvió a su nivel del 66. Le apareció entonces una disidencia, el Movimiento Amplio Colombiano _MAC_, que se unió al PC y al Movimiento Obrero Independiente Revolucionario _Moir_ para crear la Unión Nacional de Oposición _UNO_, un experimento fugaz de fusión de la izquierda, gracias a la cual ésta aumentó ligeramente su votación a comienzos de los años 70.

En esa década creció la protesta popular y los grupos subversivos se fueron tomando la escena política. Durante la administración de Alfonso López Michelsen (1974-1978) se frustró la última esperanza de reformar el sistema para ampliar el espectro político y económico. La violencia se volvió cada vez más la expresión privilegiada de los conflictos. Se consolidaba así, y cada vez con mayor profundidad, un sistema que, en un extremo, tenía un polo bipartidista y, en el otro, un polo insurgente al margen de la legalidad.

El sancocho nacional
El robo de la espada de Bolívar en abril de 1974 fue el acto espectacular con el que se dio a conocer el M-19. El movimiento tenía una concepción más urbana del país, distinta de la del PC y de la guerrilla tradicional más ligada a los conflictos agrarios. Se presentó como una alternativa frente al sistema bipartidista, como"la opción por un camino político aún no ensayado", según dice la investigadora y ex combatiente de esta organización Stella Sacipa Rodríguez.
El M-19 se proyectó como un movimiento nacionalista y democrático, con lenguaje y sabor criollos. Su aporte al mundo político dogmático y sectario de la vieja izquierda fue clave, pero no habría de durar mucho. El ambiente político y social que dio origen al grupo desembocó, durante el gobierno de Julio César Turbay Ayala (1978-1982), en el controvertido Estatuto de Seguridad Toda la excepcionalidad posible dentro de la ley, un modelo represivo que partía de la fórmula simplista de aplastar la subversión amparada por el comunismo internacional, y que hizo del estado de sitio la herramienta por excelencia del manejo del orden público.
Pero en este clima el M-19 no logró superar sus propias contradicciones. En 1978 se definió como organización político-militar, nacionalista revolucionaria en lucha por el socialismo. Su golpe más espectacular entonces fue la toma de la embajada de la República Dominicana, con la que se quiso denunciar ante el mundo que el país vivía bajo las formas del estado de excepción que permitían excesos como la tortura y la desaparición forzada.
La izquierda legal, mientras tanto, seguía pidiendo pista. Pero en febrero del 78 sufrió un duro golpe en las urnas, lo que condujo a un debate y a una propuesta de la revista Alternativa: realizar un plebiscito para presionar la unión de la izquierda. El objetivo no se logró, pero las 430.000 firmas recogidas indicaban la necesidad de ampliar el espectro político. Fue el origen de Firmes, de izquierda moderada, que tampoco cuajó, pues no pudo consolidar una base electoral estable.
Analistas, como Melo, atribuyeron la crisis a la dependencia de los grupos de izquierda de centros internacionales de poder (Rusia, China o Cuba), a sus estructuras autoritarias y cerradas, al dogmatismo de sus formulaciones y a la falta de un programa político coherente. Este diagnóstico, con algunas variaciones, explicaría el más reciente fracaso electoral de la izquierda.

UP y guerra sucia
La asfixia evidente del sistema, que empujaba a la oposición hacia el monte, abrió un proceso que reconocería el carácter político de la crisis. Lo inició Belisario Betancur (1982-1986) cuando habló de paz y de las causas objetivas de la violencia. Era la forma de aceptar que la política se había militarizado como consecuencia de la debilidad del Estado. Como dijo en su momento el columnista Enrique Santos Calderón,"la toma de decisiones en materia de orden público regresó de la Brigada de Institutos Militares a la Casa de Nariño". Betancur aceptó darle tratamiento político a la guerrilla, prácticamente la única fuerza de oposición, y abrió la puerta a los diálogos que terminaron en los llamados Acuerdos de La Uribe.
En 1985, un año después de firmada la tregua con las Farc, apareció la Unión Patriótica _UP_ en la vida política del país. Algunos comandantes, como Braulio Herrera e Iván Márquez, asumieron cargos de dirección y hasta se anunció una posible candidatura de Jacobo Arenas, el ideólogo del grupo guerrillero. Pero como las Farc no se desmovilizaron, asumió la postulación el ex magistrado y abogado penalista Jaime Pardo Leal. A pesar de las limitaciones y de las diferencias entre la UP y las Farc y el PC, el movimiento se apuntó en las elecciones del 86 los resultados más significativos de la historia de la izquierda. No sólo sobrepasó la votación obtenida por el PC desde el desmonte del FN, y obtuvo 14 curules, sino que Pardo Leal con sus casi 350.000 votos superó a candidatos que habían tenido el apoyo de la izquierda años atrás: Hernando Echeverry Mejía, de la UNO, en 1974 (137.054); Julio César Pernía, del PC, en 1978 (97.234), y Gerardo Molina en 1982 (82.857).
Aunque en 1987 la UP declaró su independencia de las Farc se desató una guerra sucia, alimentada por sectores radicales del Ejército y grupos paramilitares aliados del narcotráfico y algunos terratenientes. La controvertida estrategia de la 'combinación de las formas de lucha' fue su 'justificación', lo mismo que la intolerancia del sistema frente al ejercicio de la oposición legal de izquierda. Más de 3.000 de sus cuadros fueron asesinados. La guerrilla se consolidó, entonces, como cabeza de la oposición. El fusil se impuso sobre la política.

Del holocausto a las urnas

En 1984, con una frágil tregua armada, la actividad preelectoral prendió motores. En medio de la contienda Virgilio Barco-Alvaro Gómez, la izquierda le pedía más cuerda a Betancur y lo acusaba de haber dejado a la deriva el proceso de apertura política, mientras la derecha le exigía apretar la tuerca y lo tildaba de ingenuo con una subversión que no jugaba limpio.
Luego de la muerte de Jaime Bateman, y después de toda suerte de actos de combate y de sorpresa, el M-19 llegó al escenario de los acuerdos. Pero duraron poco tiempo. La confrontación militar se acentuó, se rompió la tregua y el movimiento se embarcó en su acto más alucinante: la toma del Palacio de Justicia (noviembre de 1985). Había perdido el norte.
El gobierno Barco (1986-1990) que, a diferencia de su antecesor, no se preocupó inicialmente por el diálogo directo con los alzados en armas, impuso el pulso firme ante el fracaso de la mano tendida. La guerrilla, que en el 87 presentó una cara de relativa unidad con la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, interpretó el ultimátum del gobierno para la desmovilización como una declaración de guerra total. El país hervía. Los paros cívicos y las marchas campesinas marcaron el primer año de gobierno.
En medio del auge inusitado de la violencia y de la aguda crisis derivada del paramilitarismo asociado con el narcotráfico, el M-19 decidió un cese al fuego de seis meses e hizo un llamado "a una resistencia civil y militar contra la oligarquía que gesta y conduce la guerra sucia y es la responsable de la miseria y el atraso". Otros grupos, como el EPL, ordenaron prepararse para la guerra civil.

Al culminar los primeros años de gobierno, Barco dio un viraje radical en su politica. En febrero del 88 firmó el famoso Acuerdo de la Casa de Nariño, que contemplaba la convocatoria a un referendo en octubre y la creación de una comisión para preparar el escenario de una Constituyente.
En ese marco, debilitado y desprestigiado como estaba, el M-19 protagonizó el que seria su ultimo acto dc guerra: el secuestro de Alvaro Gomez. Las negociaciones y acuerdos que se adelantaron para su liberación desembocaron en una nueva oportunidad para superar el conflicto guerrillero. En septiembre el Presidente lanzó su iniciativa de Paz, la cual abonó el camino para la desmovilización del M-19, liderado por Carlos Pizarro, y para negociacioncs con el EPL, el PRT y el Quintin Lame, que finalmente participarian en la Constituyente del 91, que formarian luego parte del movimiento politico legal Alianza Democratica M- 19 en el 90.
La evolución interna del M-19 que renunció a la lucha armada y dejo las ambiguedades que lo habian debilitado en el gobierno de Betancur, encontró apoyo popular. Si la UP habia marcado un hito en las votaciones por la izquierda, el M-19 se convirtió en fenómeno. Con Antonio Navarro Wolf a la cabeza despues del asesinato del candidato Carlos Pizarro logró mas de 700.000 votos en las elecciones presidenciales del 90. Hahia una luz al final del tunel.
Durante la administración de Cesar Gaviria (1990-1994) se abrió paso la Constituyente. Creo un espacio de favorabilidad politica para superar el bipartidismo e incorporar a la guerrilla al sistema politico. Pero ni las Farc ni el ELN llegaron. Sólo el M-19, desmovilizado y como movimiento politico legal, que obtuvo 18 curules, el 26,75 por ciento de la votación para la Asamblea Nacional.
Luego, en las elecciones para el nuevo Congreso, tras su revocatoria por la Constituyente, su lista unica sacó 21 curules (nueve en el Senado). Pero muy pronto, en las elecciones parlamentarias de 1994, contagiado de los vicios de los partidos tradicionales, se lanzó a la llamada 'operación avispa' y fue barrido. Sólo logró una curul en el Senado, y por residuo, con 21.861 votos. El derrumbe sc hizo evidente: pas6 de 454.467 votos 8,3 por ciento de la votacion) en el 91. a 140.819 (2,6 por ciento) en el 94.
Luego, la baja votación de Antonio Navarro (3,8 por ciento en la primera vuelta) le restó poder en la eleccion Samper-Pastrana. En teoria, los 217.067 votos obtenidos por Navarro tenian un enorme valor para la segunda vuelta, pero el M-19 no solo carecia de fuerza en el Congreso sino que estaba dividido. Desperdicio, asi, su gran oportunidad en el mejor escenario politico de las ultimas decadas.
Muy pronto colapso hasta el punto de su practica desaparicion. Para el mexicano Jorge Castañeda el caso del M-19 muestra "la clasica contradiccion de la izquierda latinoamericana en las pocas ocasiones en que logra su objetivo: un exito excesivo significa la asimilacion y quedar impregnada de la impopularidad del 'statu quo'. El mismo exito acarrea costos eticos y practicos".
El año 1994 marco el punto de agonia de la organizacion que habia sido, luego de la Anapo en los anos 60 y 70, el mayor desafio al bipartidismo. Victima de su exito inicial, el M-19 no pudo armar un cuento coherente ni escapar al caudillismo que ha marcado las terceras fuerzas en el pais. Segun Antonio Navarro, "la cultura política tradicional de los jefes de grupo se impuso. Nuestra gente empezo a replicar el metodo de que cada uno era el jefe de su pedacito del movimiento y perdimos la potencialidad de actuar colectivamente". Su legitimidad termino siendo Navarro y nadie mas. Este no pudo proyectar una linea unica y el M-19 languideció sin pena ni gloria. En este punto parece cerrarse el circulo del destino de la izquierda colombiana. En palabras de Arturo Alape: "La UP fue aniquilada a bala y el M-19 aniquilo una posibilidad dela izquierda, lo cual es ironico y paradojico, por la incapacidad y ambicion de sus propios dirigentes, de sus pequeños caudillos como Antonio Navarro ".

PRESENTE Y... FUTURO
En las elecciones de marzo de 1998 la izquierda obtuvo 238.244 votos, pero los grupos de izquierda solo ganaron dos curules en la Camara, una por Arauca y otra por Santander. Un editorial del semanario comunista Voz explica así el fracaso: "La izquierda dispersa y enfrentada electoralmente no alcanzo la representacion que hubiera tenido unida". Pero no solo eso. La guerra sucia no le ha dado respiro y, como si fuera poco, el acceso a los medios es dificil y las campañas se han vuelto demasiado costosas. Por otra parte, como afirma Jaime Caycedo, secretario general del PC, "sobre la gente de izquierda tuvo efecto el boicot de la guerrilla, que fue acompañado peor acciones de paro armado como sucedio en Arauca, Caqueta, Guaviare, el sur del pais y Sumapaz, donde hay un gran arraigo entre los campesinos de la UP y el PC".
Ante lo que sucede se impone un debate y se abren serios interrogantes. La izquierda tiene futuro Cual es Que hacer Como construir un proyecto politico viable Como articularse en una politica de solucion negociada del conflicto con deslinde de la oposicion armada. Para Caycedo es evidente que la izquierda debe adaptar su proyecto a las nuevas realidades del pais. No va a ser posible que la izquierda desaparezca del panorama político. Es una necesidad social e historica ", afirmo.
Hay quienes no son tan optimistas sobre la iresurreccion' de la izquierda. Justifican su postura en la historia politica colombiana, marcada por el predominio del bipartidismo y el fracaso de las terceras fuerzas en la definicion de la capacidad politica del Estado. Por otra parte reconocen que, derribado el muro de Berlin y en jaque la concepción marxista del mundo, el futuro tendra que definirse en fortna mas innovadora. Y algo muy determinante que señala el politólogo Pizarro: "Como ha sido comprobado en otras naciones, es poco probable que puedan consolidarse fuerzas políticas de izquierda legal en un contexto de guerra interior.La criminalización de la protesta social y la asimilación de la oposición incluso democratica con las fuerzas subversivas, limitan las posibilidades deconstruir un espacio para la acción politica de esas organizaciones ".
Los partidos históricos aun conservan las mayorias electorales, pero han perdido terreno. Un estudio de Patricia de Lewin, de la Universidad de los Andes, que abarca 60 anos de elecciones a partir de 1933, muestra cómo la afiliación partidista comenzó a disminuir desde la elección popular de alcaldes de 1988 y se aceleró en las elecciones locales de 1990, 1992 y 1994. Sin embargo estos espacios de opinión independiente, mas los que dejó la división de los partidos tradicionales luego del proceso 8.000, no han logrado ser capitalizados ni articulados por la izquierda y han quedado dispersos en opciones electorales con poca viabilidad.
En este rio revuelto en el que la oposición ha quedado en manos de la subversión, cuya estrategia ha sido la de copar el poder local, los grupos guerrilleros se perfilan, entonces,"menos como un instrumento de combate y mas como un esbozo de partido-estado que aspira al poder local", según el politólogo y analista Pierre Gilhodes. La izquierda con poder de desestabilización esta en armas, confinada en el monte, en una actitud desafiante y triunfalista, alejada de las masas populares, desconectada de la realidad, asociada en algunas regiones con el narcotrafico y sin proyecto politico coherente. Mientras tanto la otra izquierda, la legal, esta asfixiada y sin liderazgos ni programas claros y, lo que es mas grave, en la mira de los sectores mas radicales en el ojo del huracan de la guerra sucia.
Desaparecera la izquierda legal. Lo mas conveniente para el sistema democratico es que esto no ocurra. Pero su supervivencia y la posibilidad de que en Colombia se consolide un proyecto de izquierda como alternativa politica depende de la magnitud de los cambios que este dispuesta a hacer la sociedad colombiana.