Especiales Semana
Sana que sana…
La medicina tradicional cumple un importante papel para solucionar problemas de salud, no solo en los lugares lejanos donde no existen los servicios, sino en los pueblos y ciudades donde estos no satisfacen las expectativas de quienes los utilizan.
Pablo Andrés Martínez Silva*
20 de abril de 2013
En Colombia es posible identificar diferentes medicinas tradicionales, las cuales para efectos prácticos podemos agrupar en cuatro grupos: indígena, afro, gitana y popular.
La medicina tradicional de los pueblos o grupos indígenas suele tener algunos elementos comunes. El más notable, la existencia de una figura ‘experta’ –payé, jaibaná, mamo, etcétera–, depositaria del saber curativo y terapéutico del grupo. Este suele ser complementado por quienes manejan parte de este saber o dominan una terapéutica específica: rezador, yerbatero, kumú, etcétera. Ambas figuras, generalmente masculinas, suelen complementarse por figuras femeninas, quienes se ocupan de lo reproductivo, un asunto vedado a los hombres por las normas y los tabúes.
Las diferencias entre pueblos y grupos suelen darse en dos aspectos. El primero, las maneras particulares de entender y relacionar ser humano, naturaleza y universo, habitualmente denominado cosmovisión, el cual constituye el fondo del saber terapéutico y curativo. La otra, derivada de la anterior, radica en el uso de sustancias de origen natural como medio terapéutico.
Entre estas se destacan el uso de Banisteriopsis caapi, popularizado con el nombre de yajé, el cual es de uso entre los pueblos y grupos de la región amazónica; y de Erithroxylon coca, utilizado por los grupos andinos y de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Menos conocida es la medicina tradicional de los colectivos afros, que incluyen fenómenos popularizados con el nombre de santería y vudú por los medios de comunicación. Al igual que en los grupos y pueblos indígenas, suele existir un experto – babalao, santero, etcétera–, quien constituye el depositario del saber terapéutico y curativo. Junto al uso de sustancias de diverso origen, una característica notable es la exigencia de la realización de ciertos rituales, muchos de ellos atemorizantes a la mirada de un observador externo.
Aún menos conocida que la anterior, por el carácter cerrado del grupo, encontramos la medicina tradicional del pueblo gitano o rom. Es poco lo que se conoce de esta, en la cual se destaca el tema de la predestinación, la suerte, que ha sido conocido por la población durante años. Sin embargo, se sabe que constituye un saber complejo, con eficacia notable, ya que por regulación social esta población no suele hacer uso de los servicios de salud.
Por medicina popular se entiende la de tipo tradicional que llegó al país de la mano de los españoles. Estos, lejos de ser portadores únicamente del conocimiento científico, traían saberes terapéuticos y curativos de diferentes procedencias y orígenes. Nociones como mal de ojo, descuaje, liga y frío de difunto, de uso habitual en muchas regiones del país, derivan de esta. A diferencia de la medicina tradicional indígena y afro, en esta la base es el manejo de una terapia particular, con la cual suele identificar al que la ejecuta: sobandero, bruja, partera, etcétera.
El mestizaje, la colonización, la migración, el desplazamiento forzado, y más recientemente la globalización, fenómenos muchas veces mediados por realidades económicas y políticas, han puesto en contacto a estas medicinas tradicionales, así como a estas con la de tipo científico y aquellas llamadas alternativas y complementarias.
De estos contactos resulta una compleja realidad donde individuos, familias y colectivos humanos buscan recuperar o mantener su bienestar. En esta búsqueda se hace uso de los recursos existentes en las diferentes medicinas, se articulan con creencias de distinta índole, y se generan recursos nuevos.
Curiosamente, esta realidad, en la cual se construye la salud de la población colombiana, sigue siendo un punto invisible en el actual debate en torno a la reforma del sistema de salud.
Para entender…
Yajé
También conocido como ayahuasca. Es una planta sagrada usada por las etnias indígenas de la Amazonia con la que se prepara una bebida psicotrópica, que luego es ingerida en rituales. En esta práctica un taita yajecero (guía espiritual) dirige el proceso terapéutico de limpieza del cuerpo y de la mente de quien lo ingiere.
Santería
Es una mezcla religiosa que fusiona los santos cristianos con los dioses de origen africano. La practican descendientes de esclavos negros, quienes aspiran a comunicarse con sus deidades a través de un trance. El término santería fue utilizado despectivamente por los españoles para describir el fanatismo que despertaban Babalú y Changó, entre otros.
Frío del difunto
Esta enfermedad ataca a niños menores de dos años y es ocasionada por el contacto con un adulto que estuvo cerca de un muerto. Entre los síntomas están la inapetencia y la baja temperatura corporal. Según las creencias populares, este mal se cura con rezos y baños con hierbas. Para evitar el frío del difunto suelen ponerle una pulsera al niño.
Descuaje
En el campo se habla de descuaje cuando un niño, tras un golpe, empieza a sufrir de diarrea y vómito. La cura está a cargo de un sobandero que masajea con aceite haciendo presión en el estómago y lo faja para que el cuajo (intestinos) vuelva a su lugar.
Liga
Es un ritual para atraer a una persona. Para dicho fin se utilizan pelo, prendas íntimas o fotos, entre otros. La práctica se fundamenta en la ley de contacto, que establece que todo lo que se haga con un objeto material afectará de igual modo a su dueño.
Mal de ojo
Consiste en el manejo de la energía concentrada en el poder de los ojos. Por ejemplo, al mirar fijamente a un niño se le transmiten la energía y la fuerza propias, y como consecuencia se les produce fiebre, vómito y diarrea. Para sanarlos, los curanderos recomiendan baños, sahumerios o purgantes.
*Médico, antropólogo y profesor de Sinergias Alianzas Estratégicas para la Salud y el Desarrollo Social. Fundación Universitaria Sanitas.