Especiales Semana

¿Se frenó Bogotá?

Inseguridad, trancones y huecos han hecho pensar que el modelo de desarrollo de la capital se detuvo. La realidad es otra. El modelo sigue, pero con el toque social de Garzón.

12 de febrero de 2006

Desde hace unos meses los bogotanos han empezado a ver de nuevo temas que creían superados o que estaban lejos de sus preocupaciones: aumento de homicidios, crecimiento de la sensación de inseguridad, vendedores ambulantes, enormes trancones, deterioro de la malla vial y casos de supuesta corrupción en la administración de la ciudad. Los más pesimistas han advertido que ese oasis de progreso y eficiencia en el que se había convertido está siendo destruido por un gobierno populista de izquierda, mientras que los optimistas dicen que si bien Bogotá había logrado importantes avances, la pobreza y la desigualdad no habían sido tratadas a fondo y que por primera vez una administración se acordó de ellas. Para la mayoría de los ex alcaldes, expertos y funcionarios entrevistados por SEMANA, no hay un freno en lo que algunos han querido mostrar como un modelo de administración pública. Si bien la administración Garzón ha descuidado algunos temas y ha hecho énfasis en otros, especialmente lo social, es indudable que la capital sigue por el mismo camino. Más que la aplicación de un modelo, lo que ha ocurrido en Bogotá es que la Constitución Política de 1991 abrió las puertas para una mayor autonomía del Distrito y fortaleció el voto de opinión. Esto permitió la llegada de mandatarios independientes y con ideas claras sobre la ciudad, que desarrollaron políticas que con el tiempo han dado sus frutos. Y otro importante factor es que cada alcalde ha sabido hacer continuidad sin continuismo, una especie de construir sobre lo construido en el que cada mandatario ha hecho un énfasis particular en uno u otro aspecto. Si se siguen las grandes líneas que se trazaron en la ciudad desde hace varios años, se puede decir que, en esencia, Luis Eduardo Garzón las ha mantenido. A pesar de ser un gobierno de izquierda y con un toque populista, ha mostrado gran seriedad en este tema, tanto que las calificadoras internacionales de riesgo crediticio han certificado que las finanzas de la ciudad siguen estando en una situación sana y sostenible. Duff and Phelps otorgó al Distrito una calificación interna de riesgo de AAA. En el tema de movilidad, en un principio hubo dudas sobre la continuidad de TransMilenio pero, con el tiempo, Garzón, a pesar de criticar la composición accionaria y la calidad de las obras, mostró que era un defensor del sistema. Si ha habido un alcalde que ha tenido que soportar las críticas y el cansancio de los habitantes por las obras y los trancones ha sido Garzón. Y para dejar su sello, dejará lista la Fase III, en la que prefirió no dar la discusión sobre la pertinencia de las obras, pues Planeación Distrital y miembros de su equipo consideran que es más importante hacer una troncal por la Avenida Boyacá que por las carreras 10 y séptima. Garzón ha tenido que enfrentar la crisis por la sobreoferta del servicio público y el rechazo de los transportadores tradicionales a seguir perdiendo terreno, y lo ha hecho, aunque con cierta lentitud. A esto se suma un creciente deterioro de la malla vial, desde hace décadas un problema estructural de la ciudad, y que también le explotó en las manos a esta administración. Para empezar a afrontar este problema, Garzón sorprendió a todos, incluso a su propia bancada, al presentar un proyecto de valorización de 2,1 billones de pesos por 10 años, la más grande que se haya hecho en la historia de la capital. Ni Garzón recibirá los beneficios de las obras ni solucionará el problema, pues se requieren más de 10 billones de pesos para recuperar y construir la malla vial de la ciudad, pero su decisión es un importante avance. Juan Manuel Ospina, secretario de Gobierno, dice que no ve ni retrocesos ni un giro de 180 grados con la alcaldía Garzón. Lo que ha hecho es reconocer una serie de problemas a los que, pese a los avances, de pronto no se les había dado suficiente importancia. Esta administración ha querido girar alrededor de las realidades sociales para cerrar las profundas desigualdades y la exclusión. Por su parte, Paul Bromberg, ex alcalde de Bogotá, dice que no cree que la ciudad haya empeorado o comenzado a declinar su avance sostenido. Además, "el período de las innovaciones fuertes ya se dio o hay temas que la ciudad no percibe como avances. Sin dudas, hay temas que se han descuidado, como la seguridad, vendedores ambulantes o la cultura ciudadana, que se rechazó de plano y es una lástima, porque la ciudad la está necesitando de nuevo", dijo Bromberg. Seguridad, el coco Uno de los mayores problemas de Garzón parece estar en la seguridad. El más reciente estudio de la Personería Distrital mostró que Bogotá en 2003 ocupaba el tercer lugar en homicidios, después de Medellín y Cali, y este año, en el período de enero a septiembre, ocupa el primer puesto con 1.259 homicidios. Esta cifra sugiere un aumento del 6,6 por ciento frente al mismo período del año anterior y, según proyecciones de la Policía, podría llegar, al finalizar el año, a 1.700 asesinatos, lo que rompería por primera vez en 10 años la tendencia de reducción de la tasa de homicidios que traía la ciudad. El año pasado, según el informe del Proyecto Bogotá Cómo Vamos, el balance había sido positivo: la tasa por cada 100.000 habitantes era de 22,6 por 10.000 habitantes, lo que significaba un avance del 12,5 por ciento y daba esperanzas de que se podría reducir, incluso hasta alcanzar el promedio latinoamericano de 10 homicidios por cada 100.000 habitantes. El politólogo y analista Pedro Medellín advierte que las cifras evidencian que el Alcalde está perdiendo el control de la política de seguridad de la ciudad. El aumento de los homicidios, el hurto de vehículos y la degradación de otros indicadores han llevado a la Policía a que le responda al Presidente, pero no al Alcalde. "Y pese a la tendencia negativa no se ven acciones estructurales o planes de contingencia que permitan evidenciar que el Distrito está reaccionando para detener los homicidios", dijo Medellín. De ahí la propuesta fallida que hizo la Policía de agregarle al comandante de Bogotá la seguridad de Chía y Soacha, que, además de ser ilegal, buscaba diluir el poder del Alcalde sobre esta autoridad. "El crecimiento de los homicidios, fruto de ajustes de cuentas entre grupos de paramilitares después de la muerte de (Miguel) Arroyave, no puede llevar a pensar que hay un aumento de la inseguridad", dijo Ospina. El otro tema que ha incidido en que empeore la percepción de inseguridad es el de los vendedores ambulantes. Tras año y medio de acuerdos, negociaciones y dilaciones, Garzón sacó a los vendedores de la carrera séptima y otras zonas y los reubicó. "Lo que apareció como una debilidad se convirtió en uno de los grandes aciertos del año", advierte Medellín. A diferencia de los homicidios y los hurtos, el índice de accidentalidad muestra una notable mejoría, a pesar del fin de la hora 'zanahoria'. Cifras de la Secretaría de Tránsito concluyen que entre enero y agosto de este año se redujo en 17 por ciento al presentarse, en comparación con el mismo período del año anterior, 4.822 casos menos. La cifra de muertes, por ejemplo, disminuyó en 21 por ciento, y las de lesionados y hospitalizados se redujeron, respectivamente, en 31 y 34 por ciento. Fuerte en lo social Para el ex alcalde Antanas Mockus, es evidente que esta administración ha tenido un énfasis que privilegia lo social, sin que él lo haya descubierto o sea el primero en hacerlo. "Según las encuestas, las clases sociales medias de los bogotanos son sensibles a la lucha contra la pobreza y la indigencia y, en general son solidarias, pero a la hora de mirar los resultados no tenemos el ojo educado". Un estudio que acaba de realizar el Programa Nacional de Desarrollo Humano de Planeación Nacional, liderado por Alfredo Sarmiento, encontró que desde 2001, pero especialmente en 2004, la ciudad bajó todos sus indicadores de pobreza y desigualdad y mejoró en otros indicadores como en la cobertura de servicios públicos domiciliarios e infraestructura en las 20 localidades. Pese a esto, el 7,4 por ciento de la población (unas 450.000 personas) se encuentra en pobreza absoluta. La crisis de finales de los 90 afectó más a los pobres y son los que más dificultades han tenido para salir de ella, debido a la inexistencia de una red de apoyo social. De ahí la importancia de los programas sociales de Lucho. La cobertura en educación mejoró, al igual que la atención a menores y personas en situación de vulnerabilidad, pero, como advierte un estudio de la Veeduría Distrital, Planeación Nacional y Naciones Unidas, se requiere mejorar y definir un solo mecanismo para seleccionar los beneficiarios de los planes sociales que adelanta la administración Garzón. Por ahora, pese a "un aprendizaje a los totazos y de no haber hecho continuidades en programas desde el comienzo de su mandato, como en el programa Salud a su Hogar, que busca reemplazar todo lo que se había construido por un programa asistencial paralelo que pudo poner en peligro la estabilidad financiera de los hospitales y la salud", como dice Mockus, la administración Garzón ha logrado mantener el impulso de lo que algunos creen es un modelo de gobierno y administración local. De los ajustes que haga en ciertos campos y en la medida en que logre simbolizar sus acciones y su idea de ciudad, como lo hizo Mockus con los mimos y payasos de la Cultura Ciudadana, o Peñalosa con sus bolardos y TransMilenio, depende que en dos años Garzón demuestre que sí es capaz de desarrollar una ciudad moderna y humana, como lo prometió en su campaña.