Especiales Semana

SECUESTRO COMO SOBREVIVIR

Todo lo que usted debe saber sobre el secuestro: las claves para negociar y los secretos para no desesperar

25 de marzo de 1985

¿Cómo prevenir el secuestro? ¿Cómo evitar que, una vez producido, culmine fatalmente para la víctima? ¿Qué consejos pueden servirle a un secuestrado para conservarse fisica y psicológicamente durante su cautiverio? ¿Que se puede hacer para agilizar la negociación del rescate? Para ninguna de estas preguntas existe una respuesta categórica. Todo depende de las circunstancias en las cuales se produzca el secuestro, de si éste es perpetrado por delincuentes comunes o políticos, de si se realiza con fines propagandísticos, de venganza o simplemente de lucro. Uno de los libros que más se ha aproximado a las respuestas de los anteriores interrogantes es el del inglés Richard Clutterbuck, "Secuestro y rescate". Aunque el libro data de finales de los 70, constituye un compendio de los secuestros más célebres y de las caracteristicas de los grupos terroristas y guerrilleros más famosos del mundo. El propósito del libro es doble: demostrar que, por un lado, algunas veces resultan imprevisibles los finales catastroficos que pueden tener los secuestros; pero, por el otro, que es posible diseñar un plan profesional tanto de las medidas de seguridad que puede tomar un secuestrable, como del comportamiento que es aconsejable observar durante la crisis.
LA NEGOCIACIO
La primera llamada telefónica o mensaje escrito de los secuestradores incluirá, invariablemente, una amenazadora advertencia en el sentido de no avisar a la Policía. Intentará estab1ecer también desde el principio la superioridad o dominio psicológico de los secuestradores. Estos exigirán un arreglo inmediato, aprovechando que los familiares o compañeros de la víctima estan todavía aturdidos y antes de que se den cuenta de que si el fin que se persigue es el de obtener un rescate, es improbable que maten al rehén. Si los secuestradores han planeado bien las cosas, tendrán una idea de la cuantía del rescate que pueden pedir. Normalmente exigirán una cantidad mucho mayor, con el fin de dejar campo para la negociación. Es bastante frecuente que la suma finalmente pagada sea tanto como una quinta parte menor de la inicialmente pedida.
Algo muy importante para los secuestradores es la seguridad de que al dinero no se le podrá seguir la pista.
Por ello, es común que el rescate se exija en billetes de baja denominación y con la numeración no consecutiva.
Por otra parte, para realizar la entrega del dinero insisten normalmente en un complicado plan como de "búsqueda del tesoro" lleno de claves y maniobras, cada una de las cuales puede ser vigilada, lo que les permite asegurarse de que la persona encargada de entregar el rescate no está siendo seguida. La operación de cobro del rescate, es la que ofrece mayor posibilidad de brindarle pistas a la Policía, y como es el momento en que los secuestradores son más vulnerables, es poco probable que la banda intente cobrar un segundo rescate por la misma víctima. Sin embargo, la osadía de algunos grupos en Colombia ha llegado hasta el punto de hacerlo, como en el caso del médico Mosquera Chaux el año pasado en el Cauca.
De lo dicho podría concluirse que los secuestradores tienen todas las cartas en la mano. Pero en realidad no es así. El primer problema que enfrentan es el de cómo gastar el dinero. Precisamente una de las pistas más corrientes para llegar a una banda de secuestradores se presenta cuando uno o más de sus miembros empieza a gastar altas sumas. Las grandes organizaciones internacionales, bien sea de delincuentes comunes o políticos, intentarán sacar el dinero del país lo más rápido que puedan. En otros casos, pueden acudir al reciclamiento del dinero y transformarlo en pequeñas cantidades que invierten en bienes o divisas. A veces no ponen en libertad al rehén hasta haber finalizado esta operación. Otro talón de Aquiles de los secuestradores consiste en que, como las cantidades recibidas por los miembros de base son relativamente bajas en comparación con el riesgo corrido, la oferta de una generosa recompensa por la recuperación del rehén puede resultarles sumamente atractiva.
Pero entre todas, la mayor debilidad de los secuestradores consiste en que el tiempo juega a favor de la Policía. Cada llamada telefónica intervenida incrementa los riesgos y eleva la presión que pesa sobre los delincuentes para llegar a un arreglo antes de perderlo todo.
En contraste, los secuestradores también gozan de unas claras ventajas: tienen el plan, tienen a la víctima, saben dónde se encuentra cada uno de los dos bandos, están dispuestos a asesinar o a mutilar al secuestrado y, sobre todo, cuentan con la ventaja de que la mayoría de la gente prefiere pagar antes de que maten a su esposo, hijo, padre o compañero.
Dime cómo reaccionas y te diré de qué bando eres. Así podría resumirse lo previsibles que resultan las reacciones de todas las partes involucradas en un secuestro. El problema consiste en que, muchas veces, los intereses de la víctima y de quienes la rodean entran en conflicto con los encargados de vigilar y hacer cumplir la ley y, además, la víctima tiene también intereses que entran en conflicto entre sí. Una vez secuestrado, tratará de sobrevivir, pero probablemente preferirá perecer antes que hacer cosas tales como traicionar a su mujer y sus hijos o a compañeros y amigos íntimos.
La familia se mostrará probablemente menos dispuesta a sacrificar su vida que él mismo. Si la víctima es un niño pequeño no lo sacrificarán bajo ninguna circunstancia. Por eso, lo más aconsejable es que la familia no intente negociar ella misma, pues la emoción puede jugar un papel negativo demasiado importante. Se corre el riesgo de actuar imprudentemente y puede suceder que termine pagando un rescate demasiado elevado o demasiado rápido.
La Policía tiene una doble responsabilidad: con la víctima y con la sociedad. No es sensato verla como un cuerpo insensible, ni como un obstáculo para la familia o la empresa de la víctima. Su objetivo primordial será la localización, detención y condena de los secuestradores, y para lograrlo es vital la cooperación.
Quienes se desempeñan como negociadores tienen el deber de equilibrar las obligaciones hacia sus clientes con las suyas propias, legales o morales, como ciudadanos. Soportan, por consiguiente, una enorme tensión y deben evitar el sentirse emocionalmente demasiado involucrados.
Por todo lo anterior, se recomienda que la empresa o la familia del secuestrado contrate un asesor en temas de seguridad, para que se ocupe del asunto. Una negociación profesionalmente asesorada incrementará el plazo de tiempo con que cuenta la Policía para la localización y detención de los secuestradores, y le ayudará a obtener pruebas para su condena.
Es conveniente que quien haga las veces de negociador tenga alguna práctica en el campo de la negociación y el regateo, por lo que la persona más adecuada será un abogado o alguien con experiencia en las relaciones laborales. Debe tratarse de un individuo resuelto, persuasivo, inteligente, calmado, discreto, paciente y frío. Habrá de actuar de acuerdo con determinadas instrucciones, preferentemente dictadas siempre por la misma persona, pero no se le debe hacer personalmente responsable de la toma de las decisiones más importantes.
Es conveniente que antes de cada llamada telefónica, aleccionado por especialistas, ensaye lo que tiene que decir. Debe saber de antemano hasta dónde puede llegar, es decir, no mostrarse de acuerdo en pagar más que una determinada cifra, o insistir en pagar en moneda local, antes de iniciar conversaciones, de tal manera que pueda centrarse en negociar el mejor acuerdo posible dentro de esos límites.
Dos elementos fundamentales de la negociación son: primero, asegurarse de que está negociando con los verdaderos secuestradores, y no con otra banda que intenta apoderarse del rescate; y segundo constatar que la víctima está todavía viva. Para este fin se utilizan frecuentemente preguntas de prueba que, por lo general, comprenden cuestiones a las que sólo la víctima puede responder. También se recurre con frecuencia al sistema de una cinta grabada con su voz leyendo un determinado párrafo de la edición de un periódico matutino, o en una carta de su propia mano, cuyo contenido indique que fue escrita ese día concreto.
Algo que hay que tener en cuenta es que a,lnque los secuestradores son todopoderosos en relación con su victima, son débiles en la medida en que se encuentran en una situación de acoso ante la posibilidad de ser descubiertos. Como cada día que pasa aumenta esta posibilidad, también aumentan con ella sus nervios y agotamiento. Esta sensación se intensifica cuando el pago del rescate está próximo, por lo cual desearán cada vez con mayor fuerza llegar a un acuerdo. En ese momento un buen negociador habrá logrado invertir los papeles, y se encontrará en una situación de dominio psicológico.
La información y ayuda que la Policía puede obtener de los negociadores incluye la descripción de la víctima, de la ropa que llevaba, de su estado de salud y posibles reacciones a su encarcelamiento y a un ataque por sorpresa destinado a rescatarlo. Cabe pedirles que hablen sólo a través de teléfonos intervenidos, que anoten e informen de todas sus comunicaciones telefónicas o de otro tipo, y que informen a la Policía sobre los detalles de cualquier plan para entregar el dinero o recoger a la víctima. Entre tanto, la Policía puede aconsejar a los negociadores sobre la mejor forma de dilatar las negociaciones y sobre cómo llevarlas para favorecer la detención de los secuestradores antes o después de recoger el rescate. Pero la Policía no logrará ninguna de estas cosas si no reconoce que la motivación fundamental de los negociadores es la de salvar la vida de la víctima.
El gobierno está por encima de todas estas organizaciones e individuos.
Deseará conservar su credibilidad y reputación de firmeza. Pero tampoco querrá parecer insensible, ni dificultar el apoyo y cooperación pública con una actitud semejante. Si el caso parece ser puramente delictivo, sin implicaciones políticas, lo más probable es que intente mantenerse al margen del mismo. Pero si el secuestro plantea un desafio político, el gobierno puede no tener más remedio que sacrificar a la víctima en lugar de ceder.

Los poderes judicial y legislativo pueden verse implicados en los se cuestros más graves y de mayor trascendencia y, en cualquier caso, tendrán que ocuparse de las disposiciones y aplicación de la ley bajo las que se librará esa batalla y batallas futuras. Si las leyes son poco realistas, la gente las infringirá. Por ejemplo, si se hace ilegal el pago de rescates, una familia sumida en la de sesperación preferirá ocultar el caso la Policia, para que la victima no sea asesinada. Y castigar a las personas que actúan bajo estas presiones sólo servirá para dañar el futuro respeto de la comunidad hacia la ley.
Es cierto que en algunos paises se ha intentado implantar leyes destinadas no a combatir directamente a los terroristas, sino a impedir determinadas formas de actuar de los que negocian la liberación de la victima. Incluyen la congelación de los activos bancarios, la prohibición de pagar rescates, e incluso el intento de evitar cualquier comunicación con los secuestradores. Pero en la práctica, estas leyes han resultado casi siempre contraproducentes.
Esto puede parecer a primera vista sorprendente. En el caso de secuestros de diplomáticos, la firme negación por parte de algunos gobiernos a pagar el rescate o liberar prisioneros, ha demostrado ser el disuasivo más efectivo, aunque en estos casos ha sido la victima la que termina pagando el precio más elevado. El ejemplo que en este sentido han dado los EEUU es ilustrativo. Entre 1968 y 1974 fueron secuestrados 27 funcionarios norteamericanos con status diplomático. El gobierno de EEUU se negó firmemente a negociar con sus secuestradores. Como resultado, 10 de los 27 fueron asesinados y 12 heridos. Sin embargo, todos los diplomáticos norteamericanos consultados por el autor del libro, estuvieron de acuerdo en que de no haber actuado asi su gobierno, el número de secuestros habría ascendido vertiginosamente. Otro gobierno que ha mantenido esta posición es el israeli que incluso cuando terroristas palestinos apresaron a 90 niños en Ma'lot en 1974, mantuvo su negativa a negociar, con el resultado de que 20 de ellos fueron asesinados. En otro caso, tanto la opinión alemana como la mundial aplaudieron la valerosa decisión de Helmut Schmidt, en octubre de 1977,de aceptar la muerte de HansMartin Schleyer, para no tener que liberar a más terroristas, o no ceder a las exigencias de los secuestradores en Mogadiscio.
Pero si los gobiernos de EEUU, Israel y Alemania Occidental hicieron bien en mantenerse firmes, ¿por qué es contraproducente que los gobiernos prohiban el pago de rescates por parte de individuos privados o empresas? Aunque cabe argumentar que es un error pagar dinero a bandas de delincuentes, que se pueden sentir asi estimuladas para cometer más crimenes, es poco probable que la familia o los compañeros de la víctima piensen que eso es más importante que su vida. Eso significa que terminarán probablemente negociando en secreto con los secuestradores, al margen de la Policia y de las disposiciones legales. Esto colocaría a las fuerzas de seguridad en un doble problema. Ahora no sólo tienen uno, sino dos bandos enemigos. El de los secuestradores y el de los familiares de la víctima, ambos trabajando a sus espaldas. Además, en el caso de que llegara a comprobarse que la familia de una determinada víctima pagó el rescate en contra de la prohibición legal, resultaría un poco absurdo aplicarle todo el peso de la ley obligándola a pagar los platos rotos del episodio, mientras que probablemente los secuestradores quedarían libres e impune su delito. Esto, sin contar con la mala imagen que una medida semejante dejaría de los cuerpos de Policia y del mismo gobierno, ante los restantes ciudadanos.
SOBREVIVIR COMO REHEN
El rehén tendrá más probabilidades de sobrevivir si está mentalmente preparado. El susto de verse secuestrado será probablemente el mayor que haya experimentado en su vida. Una existencia activa, cómoda, de relaciones sociales y segura, se verá súbitamente transformada, sin la menor opción y caracterizados por la incomodidad y las humillaciones. Sus actividades más elementales como comer e ir al baño serán constantemente vigiladas lo cual le crea un sentimiento de degradación. Pero lo peor de todo puede ser el miedo y, sobre todo, el miedo a lo desconocido. No sabe si será torturado o si incluso lo matarán. Su agonia sera inacabable y se verá empeorada por la autocompasión y los reproches: "¿Por qué a mí precisamente?". Las primeras horas serán las más terribles de toda su vida.
Superará mejor este calvario si ha reflexionado sobre él racionalmente, pero no de manera morbosa. Dependiendo de hasta qué punto considere seria la amenaza de secuestro, habrá discutido con sus familiares más cercanos o con sus companeros de trabajo, la posibilidad de que se materialice.
El momento del secuestro ofrece la mejor y quizá la única posibilidad de escapar, pero es importante recordar que el heroismo no sirve de nada, a menos de que exista alguna posibilidad de éxito.
Desde el momento de la captura, la victima deberá hacer un gran esfuerzo por recuperar la calma y estar alerta de manera que pueda tomar mentalmente nota de cualquier detalle que pueda ayudarle posteriormente a la Policia. Podrá recobrarse más rápidamente si evita provocar a sus secuestradores. Debe hacer cuanto pueda para fijar en su mente rostros, voces, forma de vestir y otras caracteristicas; el número de miembros de la banda y los vehiculos que utilizaron para la acción. Si está psicológicamente preparado será más capaz de disciplinarse, de concentrarse en todas estas cosas, en lugar de atormentarse pensando en porqué ha tenido que ocurrirle precisamente a él. Probablemente se le obligará a echarse sobre el suelo del vehículo para que no pueda ver; después será cambiado de vehículo y le serán vendados los ojos y taponados los oídos. No obstante, deberá fijar en su mente cualquier clave que pueda deducir sobre la ruta seguida: tiempo, velocidad, distancia, giros bruscos, cuestas, semáforos, etc., así como cualquier imagen o sonido que sea capaz de captar. Deberá también intentar averiguar el tipo de lugar al que se le traslada. Si la banda es profesional, y el secuestro se realiza en la ciudad, el escondite más probable de todos, después de un breve período en un lugar de paso, será una casa o garaje en una zona tranquila y residencial que ofrezca más posibilidades de escapatoria que una granja o casa de campo aislada. Una vez mas, la víctima deberá "almacenar" en su memoria todas las imágenes, sonidos y olores.
El rehén debe tener mucho cuidado de no revelar inconscientemente nada sobre las posibles reacciones a su captura. Probablemente se le pedirá un número telefónico al cual llamar, y deberá pensar en quién reaccionará mejor al primer mensaje, ya que esta reacción inicial influirá fundamentalmente en las negociaciones posteriores. Deberá también evitar cualquier conversación sobre cómo reunir el dinero del rescate o dar cualquier clave que ayude a los secuestradores.
Debe hacer cuanto esté en su mano para recuperar su moral. El shock posterior al secuestro constituye un grave problema tanto psicológico como fisiológico. Los secuestradores se aprovecharán de ello al máximo para establecer un dominio total sobre él, por lo que debe resistirse conscientemente a estos intentos, pero no mediante una actitud heroica o provocativa, sino luchando por conservar su auto-respeto y sentido del humor.
La relación que se establece frecuentemente entre los negociadores y sus víctimas es ya de sobra conocida.
Siempre que no le conduzca a revelar informaciones de vital importancia o estimule a sus secuestradores a exigir un rescate mayor, la víctima no deberá oponerse a esta relación, sino fomentarla. Cuanto más intensa sea, menos probabilidades habrá de que lo maten.
El mayor enemigo de un rehén es la desmoralización provocada por la inactividad y la contemplación morbosa. Deberá esforzarse al máximo por encontrar algo positivo qué hacer, a pesar de las limitaciones. Los programas de ejercicios físicos, los ejercicios mentales tales como recordar detalles de su celda, componer un diario o carta para describirlos posteriormente, lo mismo que cuentos o versos, son muy recomendables.
Aunque muy improbables, también puede ayudar, diseñar planes de evasión.
TARS LA LIBERACION
Tanto si el rehén es liberado mediante el pago de rescate, como a través de ,un asedio o un ataque por sorpresa, lo más probable es que se encuentre fisica y mentalmente quebrantado y precise de una inmediata asistencia médica. Pero puede parecer también lan lleno de alegria y alivio, que ofrezca una falsa impresión sobre su verdadera situación y las características de su cautiverio. Debe darse entonces por sentado, que el rehén habrá salido gravemente dañado y que esto sólo puede resultar visible al cabo de un tiempo.
Aunque puede ser recomendable llevárselo lejos de su residencia, para evitar el acoso de la prensa, se le debería rodear lo antes posible de personas y cosas con las que esté familiarizado; evidentemente su familia, su ropa, alimentos, bebidas y objetos favoritos, pueden contribuir mucho a su recuperación y ajuste psicológico.
Cualquier contacto de la víctima con la prensa es de por sí delicado y deberá manejarse con tacto. Lo ideal durante las primeras semanas de su recuperación es que el recién liberado goce de total intimidad y seguridad y que sólo esté rodeado por sus familiares y amigos más íntimos.

Más adelante, la víctima experimenta graves problemas psicológicos.
Se produce, en primer lugar, un sentimiento de autorreproche y culpabilidad por haberse dejado coger, por no haber realizado una huida heroica por no resistirse a los interrogatorios y por haber causado tantos problemas a su familia, su empresa, su gobierno... También puede sentirse intensamente culpable por el precio que su familia o empresa ha tenido que pagar por su vida. Pero también puede albergar cierto resentimiento por creer que no se hizo lo suficiente para conseguir su liberación y que incluso su familia no se da cuenta del todo de la agonia por la que él tuvo que pasar. Algunos matrimonios se han roto como consecuencia de un secuestro, por la actitud de la víctima, de su cónyuge o de ambos. Precisará una comprensión especial, quizás por el resto de su vida. Necesitará desesperadamente recuperar su orgullo y amor propio, aun en los casos en que dé la impresión de tranquilidad y confianza o de considerar toda la experiencia como una simple broma.
Sufrir un secuestro equivale a lo que los psiquiatras denominan una experiencia primaria. La humillación dehaberse sentido indefenso en manos de personas que pueden parecerle repulsivas, es una experiencia traumática. De hecho, la victima puede seguir soñando con ella, sufrir períodos de melancolía y mostrarse el resto de su vida desconfiado y temeroso de los extraños.
Por grandes esfuerzos que signifiquen las tensiones experimentadas por los negociadores y la Policía, se debe tener en cuenta que la mayor tensión y angustia es la experimentada por la propia víctima y su familia.
Debido a la incertidumbre, el estar secuestrado es mucho peor que cumplir una condena en la cárcel, así como de las peores y más prolongadas modalidades de tortura que cualquier ser humano puede inflingir a otro. Sin embargo, la conclusión positiva que se extrae del estudio de esta crueldad es la de la capacidad del ser humano de sobrevivir a ella. -
COMO REDUCIR LOS RIESGOS
EN EL TRABAJO
La medida mas importante es la del personal. Si éste está infiltrado o ha sido corrompido, todas las demás precauciones se verán gravemente comprometidas. La base debe ser una elevada moral. Si el personal se siente orgulloso del trabajo que desempeña, está bien remunerado y sabe que cuenta con adecuadas condiciones de trabajo, se opondrá a la corrupción.
Si piensa si un número suficiente de empleados, a los demás les resultará más difícil dejarse sobornar sin ser detectados.
La protección a una persona con altas posibilidades de ser secuestrada, debe consistir en rodearla de una serie de anillos concéntricos de seguridad. Estos anillos pueden consistir en una seguridad física o procesal, o en una combinación de ambas. Por sí sola ninguna de las dos proporciona una barreta total, pero cada una de ellas impondrá dilaciones y pondrá sobre aviso. El objetivo buscado es el de retrasar a los intrusos en los anillos exteriores, de forma que los interiores puedan entrar en alerta y adoptar medidas defensivas o de evasion. Estos anillos concentricos pueden abarcar: primero, una actitud general hacia la seguridad; luego, un perímetro de seguridad que rodee las grandes fábricas o complejos de oficinas; después, un área más adecuadamente protegida y, finalmente, un refugio o escondite. Dentro de los equipos que se recomiendan figuran los detectores espaciales ultrasónicos, los detectores térmicos, los dispositivos de microondas de corto alcance cámaras automáticas de vigilancia, esterillas o alfombras sensibles a la presión, dispositivos de proximidad, detectores de metales y sistemas de alarma.
Un funcionario o ejecutivo que corra grave riesgo de ser secuestrado o asesinado, debe tener un despacho cuyas ventanas no puedan ser vigiladas. El mismo o el personal a sus órdenes debe contar con sistemas de control remoto e identificación de la entrada, teléfonos seguros y comunicaciones alternativas. Puede necesitar también un sistema de alarma personal: un pequeño transmisor con un botón para casos de apuro, cuya señal pueda ser captada por sensores situados en diversas salas y habitaciones. El secuestrable deberá evitar las costumbres y hábitos fácilmente predecibles y reservar los detalles de su programa a los que tienen auténtica necesidad de conocerlos.
EN LA CALLE
El lugar más común para realizar secuestros es el camino entre la casa y el trabajo. Las precauciones más importantes que se pueden adoptar consisten en variar la hora y la ruta seguida, notificando con discreción el momento de llegada a las personas que esperan en el otro extremo. Siempre que sea posible, deberán elegirse calles anchas, evitando embotellamientos como los impuestos por obras. Los coches, conducidos a la velocidad máxima que permita la ley, deben transitar por el carril central de la vía, si es que existe, para reducir las posibilidades de que otro vehículo corte el camino. Los ocupantes deberán estar alertas para, en caso de ver algo sospechoso, torcer de inmediato a una calle lateral. Si creen estar siendo seguidos deberán dirigirse lo más rápidamente posible a una comisaría, o a] cuartel militar más cercano.
Los conductores deberían poseer un buen entrenamiento en técnicas de evasión, tales como saber por dónde lanzarse contra un vehículo que bloquea el camino con el fin de despejarlo y continuar a toda velocidad.
Las puertas deben ir siempre cerradas con seguro y las ventanas subidas.
Existe un dilema: los automóviles a prueba de secuestros son pesados y potentes, con gruesas llantas, depósitos de gasolina herméticos y anti-incendios, radios, sirena de alarma y luces intermitentes. Para personas que corran riesgos especialmente graves, pueden estar incluso blindados. Pero son sumamente costosos y visibles.
Existe la alternativa entonces de usar carros normales y poco llamativos, que se confundan perfectamente con los del tráfico local. Otra precaución útil para el alto ejecutivo, es la de utilizar uno de los automóviles del parque de la empresa, cambiándolo con frecuencia. Si lleva chofer, deberán ir sentados juntos en la parte delantera, a menos que el asiento delantero vaya ocupado por un guardaespaldas.
Si hay un carro de escolta, debe ir detrás del otro, seguiéndole de cerca, y sin permitir que ningún otro se sitúe en medio. Si los coches de escolta son dos, el segundo debe ir adelante, también a corta distancia. Una vez mas, este sistema tiene el inconveniente de resultar demasiado llamativo. Pero, abandonada la idea de emplear un carro normal, las precauciones tomadas deben estar a la altura de la amenaza. Desde el punto de vista ideal, debería haber un tercer coche escolta lo suficientemente distanciado como para no verse cogido en la emboscada, pero capaz de reaccionar rápidamente.
EN EL HOGAR
Después de la calle, el lugar en el que la víctima potencial resulta más vulnerable es en su propio hogar. Si se llega a la conclusión de que una persona concreta es blanco probable de ataque o secuestro, será necesario un cambio drástico y costoso en su forma de vida. Pero si no pasa de ser uno más de los numerosos objetivos posibles, unas cuantas precauciones sensatas pueden bastar para disuadir a los terroristas y hacerles buscar una víctima más fácil.
En los casos más extremos, se recomienda aplicar el sistema de seguridad de anillos concéntricos recomendado para los altos ejecutivos amenazados. Pero no todo el mundo puede permitirse el lujo de vivir en una especie de fortín. Para enfrentar un sistema de seguridad en un hogar normal y corriente, simplemente conviene evitar hábitos predecibles y actuaciones llamativas. Debe elegirse una vivienda en una zona apropiada, sin accesos ocultos para los intrusos y con vecinos en cuya ayuda se pueda confiar. Además, es aconsejable habilitarla con sistemas de alarma e inclusive con aparatos de interconexión telefónica, uno de los cuales conviene que esté conectado directamente con la Policía. El momento de abrir la puerta es especialmente vulnerable y la persona que lo haga no debe convertirse en un blanco visible, antes de haber identificado claramente a los visitantes. Si en la casa hay niños o personal de servicio, es conveniente adoctrinarlos a este respecto. También es aconsejable tener un perro fiel de raza atemorizadora, pues puede ser el principal disuasor.
Un punto que se debe tener especialmente en cuenta es la selección del personal de servicio. La historia de los secuestros está plagada de ejemplos de personal que deseaba mantenerse leal, pero que sucumbió ante las amenazas a miembros de su familia.