Especiales Semana

Sexo virtual

Las fantasías sexuales se harán realidad gracias a la tecnología. Esta práctica solitaria estará libre de riesgos de enfermedades y embarazos.

7 de febrero de 2000

Durante este siglo el sexo se pondrá mejor que nunca. No habrá fantasía que usted no pueda realizar. Será tan sencillo como imaginarse a esa actriz o a ese actor de cine tan atractivo mientras él o ella le murmura al oído palabras dulces. Eso sí, tendrá que estar dispuesto a internarse en el extraño mundo de la realidad virtual. Algunos estiman que solamente se requerirán dos décadas para perfeccionar ese entorno audiovisual y táctil. Al practicar el sexo virtual usted podrá cambiar de género y sentir lo que estaría sintiendo la actriz o el actor de moda. Podrá convertir a su amante en la persona que quiera sin que él o ella se enteren. Por supuesto que su amante podrá hacer lo mismo con usted. Todas las tecnologías de comunicación que hemos inventado —el teléfono, las películas y la Internet— han terminado al servicio de la lujuria. Las tecnologías avanzadas del mañana no serán la excepción. Aunque su media naranja se encuentre en un viaje de negocios a 5.000 kilómetros de distancia sus cuerpos virtuales podrán abrazarse sobre una cama virtual y darle rienda suelta al placer. El inventor Paul Kurzweil sugiere una cita en una playa caribeña virtual o una caminata virtual durante el atardecer a orillas del río Sena. Usted podrá cambiar de forma, inclusive de especie, podrá gozar del sexo en un ambiente virtual que desafíe las leyes de la física. “De común acuerdo podrían convertirse en una pareja de dinosaurios o de pulpos”, dice Jaron Lanier, a quien se considera el inventor de la realidad virtual. “La gente podría convertirse en una cadena montañosa y experimentar un orgasmo que durara aparentemente unos cuantos miles de años’’. Por supuesto que todo eso no sería tan rico si uno tuviera que colocarse un casco y una cantidad de cables al cuerpo; pero dentro de una o dos décadas bastaría con colocarse un traje especial ajustado al cuerpo y entrar a una cabina de sexo virtual. Para el año 2029 Kurzweil predice que la nanotecnología, que ya existe en la actualidad, habrá logrado la producción de nanobots. Estos son robots inteligentes, microscópicos, que se reproducen a sí mismos y tienen conexión inalámbrica con Internet. Luego de haber sido tragados o inyectados los nanobots se alojarán en los capilares del cerebro para suministrarnos entornos virtuales ciento por ciento convincentes y de sensibilización total. Lanier pronostica que a finales del siglo todos los elementos de construcción que conforman nuestro mundo habitual —las paredes y las camas— estarán constituidos por gigantescas legiones de nanobots, de modo que cuando uno quiera ver y sentir a su traga de secundaria en la alcoba los nanobots de las paredes producirán ondas de luz, de sonido y de presión que reproducirán la forma, la voz, el olor y la sensación de esa persona para que usted pueda estar con ella. El sexo virtual está totalmente libre de riesgos pues con él no existen posibilidades de embarazo ni de contagio. La fidelidad y la monogamia tendrán que ser redefinidas totalmente. ¿Constituye un acto de infidelidad gozar del sexo virtual con una persona distinta de la pareja formal? ¿Y qué decir de una relación sexual con una persona totalmente imaginaria y que no exista en el mundo real? ¿Qué ocurre si usted tiene una relación con su pareja durante la cual ajusta la imagen virtual de modo que luzca y se sienta como su novio del bachillerato o su compañera de oficina? Para ese entonces los computadores ya serán tan inteligentes que podrán responder a estas preguntas. El profesor Ted Selker, del MIT, cree que los computadores nos ayudarán a “mejorar nuestras relaciones” e inclusive a elegir nuestras parejas. “Creo firmemente que mi computador tomará mejores decisiones que yo acerca de quién debería ser mi pareja, dice. Mi computador ve todo lo que hago, qué elijo en Internet, qué digo en la correspondencia que envío, qué citas hago y gana a cada momento una idea mejor y mejor de cuáles cosas funcionan bien para mí y cuáles no”. Sin embargo no es difícil entrever los posibles usos negativos de todo esto. “La primera empresa que logre aislar la molécula del placer podría patentarla y convertirse en un nuevo Bill Gates, dice Lanier, que le exigiría el pago de 50 centavos de dólar a cualquiera que tuviera un orgasmo”. Quizás en lugar de pedir sexo virtual nos dediquemos a conectar mutuamente nuestros centros cerebrales de satisfacción y placer y logremos intimidad emocional experimentando los sentimientos del otro. Nuestro pronóstico: con el tiempo nos aburriremos de jugar a ser elefantes en celo y el sexo común y corriente se habrá vuelto tan exótico que será el bien más preciado... y el más sexy.