Especiales Semana

Steve Jobs, el único

El caricaturista Vladdo, quien pertenece desde 1984 a la 'religión' de Mac, cuenta su experiencia con los computadores de Steve Jobs.

8 de octubre de 2011

En 1984, mi tía Cristina y mi hermana, Luz Myriam, regresaron de un viaje a Estados Unidos con el que sería nuestro primer computador: un Apple IIc. El novedoso aparato -que llegaba a reemplazar la antigua máquina de escribir Adler, herencia del abuelo Alfonso- tenía una pantalla monocromática verde, de 12 pulgadas, y un teclado muy estilizado, sin letra ñ, de aspecto vanguardista. Además, venía con una impresora (ImageWriter), también de Apple, que imprimía una página por minuto.

Así inicié con la famosa empresa de Cupertino, una relación ininterrumpida que ya cumple 27 años, pese a los bajonazos iniciales, cuando sus usuarios éramos vistos como seres exóticos en este mundo dominado por Windows.

En casi tres décadas son innumerables las vivencias que he tenido como usuario de Mac, casi todas muy satisfactorias. Por ejemplo, en 1988 fui a El Diario del Otún, de Pereira, a ofrecer mis servicios como caricaturista y salí con un contrato para rediseñar el periódico, que empezaba a hacerse con Macintosh. Sin tener mucho dominio del software de diseño (PageMaker), acepté la propuesta y terminé viviendo varios meses en esa ciudad, trabajando veinte horas diarias para sacar adelante el proyecto.

En el día, hacía en papel y lápiz los bocetos de cada sección, de cada página, y los discutía con Javier y Luis Carlos Ramírez, directores del periódico. En la noche, cuando todos se iban, me quedaba hasta bien entrada la madrugada empacando todas esas ideas en unos Macintosh Classic, con monitor de 9 pulgadas, en blanco y negro, y con una resolución de 512 por 342 pixeles, muy inferior a la de cualquier celular actual. Al final de cada jornada, enviaba los bocetos a la impresora láser y armaba los machotes que horas más tarde veíamos con los directores.

Así, en pocas semanas, gracias a la sencillez de uso de los Macintosh, dejé de ser casi un analfabeto en DTP (desktop publishing) para convertirme en el diseñador de una publicación que salía de la era de las tiras de papel fotográfico, cera y armada manual, y entraba de lleno en la era de la diagramación digital. El Diario del Otún fue el primer periódico colombiano diseñado y armado totalmente en computador. Macintosh, para más señas.

Luego diseñé otros periódicos, como El Espectador, El Diario del Huila o El Universo (de Guayaquil); y varias revistas, como SoHo, Gatopardo, Semana Jr. y Cromos, trabajos que hice en equipos más modernos, pero siempre con el logo de la manzana.

Gracias a mi afición por Apple, he tenido un contacto muy estrecho y poco traumático con la tecnología, he conocido muchos de sus productos recién salidos al mercado y tuve la suerte de presenciar algunos eventos presididos por Steve Jobs. En 1999, como editor de Informática de SEMANA, fui invitado a San Francisco al lanzamiento del iMac en colores, que tuvo como tema de fondo la canción She's like a rainbow, de los Rolling Stones, que llenó de emoción a los asistentes, quienes aclamaban a Steve Jobs como a una estrella de rock mezclada con líder religioso. Fue inevitable erizarme y al final fui uno más de ellos, aplaudiendo con el mismo furor. Ni se diga la emoción que sentí cuando, al final de su presentación, saludó de mano a algunos de los que estábamos en primera fila.

En el año 2000, asistí en Nueva York al lanzamiento que hizo Steve Jobs del Mac Cube, un computador que, gracias a su carcasa de acrílico transparente, parecía flotar sobre la mesa, al igual que su monitor. Ese día el júbilo no fue menor y el acto parecía más un concierto que el lanzamiento de un producto comercial.

Cuando salió el iPod, hace diez años, fui uno de los primeros en adquirirlo, sin ser muy consciente de la revolución que se iniciaba. Y algo similar me ocurrió con el iPhone, en 2007. ¿Y qué decir del iPad?

No obstante, pese a todas esas maravillas que salieron bajo su marca, el mejor 'producto' de Apple es Steve Jobs, una combinación tan perfecta de hardware y software, que ya no necesita más actualizaciones. Hasta siempre, Steve.