Especiales Semana

Teresita Gómez

Reconocida por muchos como la mejor concertista de Colombia, esta mujer antioqueña es un ejemplo de superación y de amor por la música.

Mauricio Builes*
3 de diciembre de 2005

Teresita rindió fronteras ante la música desde hace mucho tiempo. Quizá ni ella misma lo recuerde. Quizá ni es consciente de ello. Su historia hace pensar que desde cuando la dejaron abandonada, siendo una bebé, en las afueras del Palacio de Bellas Artes de Medellín, la música, y más concretamente los pianos, la están invadiendo. Tuvo que rendir fronteras porque en ese palacio, donde fue adoptada por los vigilantes, no había más que instrumentos musicales. Y Teresita, la niña, se acercó al más grande de todos: el piano de cola. Por las noches, mientras todos los pasillos y salones permanecían vacíos, ella imitaba las notas que durante el día la habían acompañado y que hoy lo siguen haciendo en plena celebración por sus 50 años de vida artística. Cuando se le ve en un concierto, los dedos, el cuerpo, el movimiento, todo en Teresita Gómez es aplomo frente a una vida que en muchas ocasiones no le ha sonreído. No sólo por el episodio de su niñez, sino por la muerte de Vladimir, el menor de sus tres hijos; sus dos divorcios; el dolor originado por 'el túnel metacarpiano', que le hacía imposible mantenerse en contacto con las teclas por más de 10 minutos y por el cual tuvo que ser intervenida quirúrgicamente en 1995, y la discriminación por el color de su piel: "Si yo hubiese sido blanca, mi vida sería otra". Seguramente, por todo eso, cada vez que se sienta frente al piano, lo más recurrente son sus ojos cerrados, negando los infortunios y dejando que los dedos recorran lo más preciado. En 1983, el presidente Belisario Betancur la mandó al servicio exterior como embajadora cultural de Colombia en Alemania y se puede decir que su vida se partió en dos. Durante cuatro años perfeccionó su técnica y se consagró como una gran pianista. Dio su primer concierto europeo en París y luego sería escuchada en los escenarios de Viena, Basilea, La Haya, Budapest, Varsovia, La Habana, Caracas, Brasilia y Rio de Janeiro. De regreso a Colombia, continuó con sus presentaciones en Colombia y en el exterior y hoy las alterna con la docencia en Medellín. La Universidad de Antioquia le ha publicado dos álbumes que logran rescatar los sonidos autóctonos del país: Teresita Gómez en 1992, y Para Recordar, en memoria de su hijo Vladimir, en el año 2000 y en el cual se reconoce la influencia de Harold Martina, con quien obtuvo el grado de gran concertista. Ha sido feliz como maestra, pero ya siente la necesidad de jubilarse. A sus 64 años desea estar en su casona en el barrio Prado Centro de Medellín y dedicarle más horas a su piano, gran testigo de sus inspiraciones. El piano marrón frente al cual estará sola recordando que desde la década de los 40, ella rindió fronteras ante la música. *Periodista