Especiales Semana

Terminó la bonanza

A pesar de haber sido el mercado más rentable del mundo en desarrollo el año pasado, el 93 se ve menos espectacular.

22 de febrero de 1993

Si SE LE COMPARA CON 1991, el año pasado fue muy malo para los colombianos que colocaron sus recursos en las bolsas de valores del país. De un crecimiento -en pesos- superior al 300 por ciento en el índice de precios de las principales acciones, se pasó a un incremento inferior al 4 por ciento. Y las tasas de rentabilidad de los papeles de renta fija estuvieron por debajo de la inflación.
Aún asi, las acciones continuaron siendo una de las mejores alternativas de inversión. Con excepción de la finca raíz -y de algunas operaciones de alto riesgo o de larguísimo plazo- los inversionistas no tuvieron el año pasado una opción diferente a las acciones para colocar su dinero. Es más, si en 1991 Colombia se había distinguido como el segundo mercado emergente del mundo por el crecimiento de sus precios, en 1992 se llevó el primer lugar. Y como dice el dicho "en tierra de ciegos, el tuerto es el rey".
En términos generales, en efecto, los mercados de valores de los países no desarrollados se desplomaron el año pasado (ver cuadro). Y América Latina no fue la excepción. El mercado de Argentina, por ejemplo, que había sido el de mayor crecimiento en 1991, con un rendimiento en dólares del 315 por ciento, pasó a tener una caída del 27 por ciento. México, cuyo índice de precios había crecido 97 por ciento -también en dólares- bajó al 18 por ciento. Y Chile pasó del 83 al 12 por ciento.
En esas condiciones era difícil esperar que se mantuvieran los niveles de crecimiento que registró el mercado colombiano en 1991. Pero a pensar de que también sufrieron un violento retroceso -al pasar del 255 al 35 por ciento- las bolsas del país lograron mantener niveles atractivos de rentabilidad. Muy superiores, en todo caso, a los que arrojaron la gran mayoría de los fondos accionarios de los Estados Unidos (ver artículo).
No son pocos los observadores que aseguran, además, que de continuar el manejo de la política económica en los mismos términos del último año y de mantenerse, por lo tanto, los niveles de liquidez que presenta hoy en día la economía colombiana -y las bajas tasas de interés-, es muy posible que el mercado accionario se reactive en el primer semestre de 1993. Aunque casi todos descartan que se llegue de nuevo a los niveles de 1991 o del primer semestre del año pasado.
Porque lo cierto es que la caída de las bolsas de valores de Colombia se produjo fundamentalmente en el último trimestre. A mediados de julio, los precios de las acciones habían superado inclusive el nivel alcanzado en diciembre de 1991. Y todo parecía indicar que el boom iba a continuar. Pero a partir de ese momento se produjo un período de estabilidad que se prolongó hasta mediados de octubre. Después vino la caída, que eliminó casi todas las ganancias del primer semestre.
Para los analistas, la caída resultó sorprendente. Si bien en los meses de agosto y septiembre se presentó una baja inesperada en los niveles de liquidez de la economía y las tasas de interés comenzaron a subir -lo cual motivó un cuantioso volumen de transacciones en papeles de renta fija- la situación quedó superada con relativa prontitud, con lo cual se despejaron las dudas sobre un posible cambio en las reglas de juego de la economía. Y no parecían existir razones de peso adicionales para la caída en los precios de las acciones.
Entre las explicaciones que se dieron al fenómeno estaba la proximidad del fin de año y el consecuente incremento en la demanda por recursos líquidos por parte de los consumidores y las empresas. Otra explicación estaba relacionada con el rápido crecimiento de las bolsas en el primer semestre. De acuerdo con un comunicado expedido en su momento por la Bolsa de Medellín, los precios de las acciones tendieron a estabilizarse a mediados de noviembre para tener un comportamiento ajustado a la realidad del mercado "y no a factores excepcionales que fueron los que originaron el boom de las transacciones accionarias". El comunicado no especificaba cuáles eran esos factores.
Había, sin embargo, dos hecho que sin lugar a dudas tenían que ver con la bonanza de las bolsas de valores. El primero, que fue común a todos los países de América Latina y que se sintió con fuerza en 1991, fue la enorme repatriación de capitales que vivió la región y que aumentó considerablemente los niveles de liquidez y la demanda efectiva por opciones de inversión tradicionalmente opacadas por el alto rendimiento que ofrecían los papeles del Estado.
El segundo, que de alguna manera estuvo ligado con el anterior, fue el creciente interés de los fondos de inversión de los países desarrollados en los llamados mercados emergentes. Dichos fondos, que fueron muy importantes en el crecimiento de los mercados bursátiles de países como Argentina y México, sólo comenzaron a llegar a Colombia en 1992, una vez el gobierno les dio la correspondiente autorización, como parte de su política de apertura a la inversión extranjera.
El ingreso de los fondos al país tuvo su mayor auge en el primer semestre del año pasado, cuando llegaron cerca de 30. Y para finales de septiembre ya habían invertido -a través de unos pocos comisionistas de las tres bolsas del país- más de 55 millones de dólares en acciones de toda clase de compañias. Para ese momento, sin embargo, ya era claro que el mercado, debido a su tamaño, no soportaría una embestida mayor por parte de los fondos sin que los precios de las acciones se dispararan a niveles inalcanzables.
Entre junio y julio de 1992 los fondos extranjeros hicieron inversiones del orden de los 30 millones de dólares en la Bolsa de Valores de Bogotá y con eso dispararon el mercado. El índice de la bolsa, que estaba en 412 puntos al comenzar el mes de junio, saltó a 529 puntos para finales de julio. Esto es, registró un aumento cercano al 30 por ciento en menos de 60 días. Y eso les enseñó a los inversionistas que en un mercado tan restringido era fundamental actuar con cautela. Y asi lo hicieron los fondos.
Lo cierto del caso es que en el último trimestre del año la demanda por acciones estuvo bastante floja. Y que varios corredores consultados por SEMANA consideran que, a pesar de que a principios de este año se debe presentar una importante recuperación, es poco probable, como se dijo antes, que se vuelvan a ver cotizaciones como las que se presentaron a mediados del año pasado. Lo que no quiere decir, de ninguna manera, que las acciones dejen de ser un papel atractivo de inversión para 1993. Sobre todo si se piensa en ellas como una inversión de mediano plazo y no como una inversión especulativa de pocos días de maduración.
Lo cierto, de todas formas, es que por fuera de las acciones no aparecen opciones atractivas de inversión en las bolsas de valores. Los papeles tradicionales, como los Certificados de Depósito a Término, los Títulos de Participación del Banco de la República y los Certificados de Cambio, seguirán dependiendo del rumbo que tome la política económica en materia de tasas de interes y de devaluación. Y nada parece indicar que se le introduzcan modificaciones significativas a esa política en el presente año.
Y algunas opciones nuevas de inversión, que hasta ahora se están reglamentando, requerirán de un proceso de aprendizaje y adecuación del mercado que probablemente no las haga muy atractivas en el presente año. Es el caso de la titularización de activos, que todavia no despega, y de los llamados "mercados bolcón" -over de counter-, que buscan incrementar el ingreso de compañías a las bolsas de valores disminuyendo los requisitos existentes en materia de patrimonio e información -abriendo campo a un mercado riesgoso pero rentable-, pero cuyas reglas de juego están todavía en discusión.
Todo parece indicar, pues, que 1993 no será muy diferente al año pasado en materia de inversiones en bolsa. Falta ver si eso será suficiente para que Colombia siga siendo el mercado líder del mundo en desarrollo. Porque de serlo, el capital internacional podría mirar de nuevo hacia el país. Y no sería rara una sorpresa.