Especiales Semana

A toda prueba

El nuevo examen del Icfes está cambiando los métodos de enseñanza y los sistemas de admisión de las universidades.

18 de marzo de 2002

Hace dos años, en abril, se anunció oficialmente que los bachilleres colombianos presentarían el nuevo examen del Icfes. Sus críticos dijeron que se trataba de un examen diseñado para rajar a los que tenían buena memoria y ayudar a los estudiantes vagos que pasaban de un grado al otro con notas poco sobresalientes. Sin embargo la realidad del nuevo examen es bien distinta, y poco a poco los cambios introducidos en esta importante prueba comienzan a dar los primeros resultados. Según Patricia Martínez, directora del Icfes, “el examen no da un simple resultado numérico como ocurría antes sino que ofrece importante información sobre dónde están las fortalezas o debilidades del estudiante, es como una carta de navegación para saber si la falla estuvo en la docencia o en el proceso educativo”, dice.

De allí que una de las políticas de la entidad haya sido precisamente la de introducir cambios en los sistemas de admisión de las universidades en relación con las capacidades del futuro universitario y lo que éste quiere estudiar. La idea es no dar el mismo tratamiento a todos los estudiantes en virtud de una simple calificación global (por ejemplo, el ya abolido sistema de los rangos establecidos para cada carrera) sino mirar en qué es fuerte un estudiante.

“Esta nueva lectura del perfil del estudiante contribuye a que éste y la universidad sepan qué programa es el más adecuado y se bajen las cifras de deserción y el número de estudiantes que se pasan de una carrera a la otra. En este sentido, el avance es muy importante pues se utiliza la evaluación como medio y no como fin”, dice el vicerrector académico de la Universidad de los Andes, José Rafael Toro. Según las cifras que maneja el Icfes, el 50 por ciento de los estudiantes que llega a tercer semestre se sale de la carrera por diferentes razones, y entre el 20 y 30 por ciento no regresan. Esta realidad exige que las universidades y demás centros educativos replanteen sus sistemas de admisión en adelante.

Precisamente, antes de que se presentaran los exámenes de Estado el fin de semana pasado, los estudios previos realizados por el Icfes revelaron importantes datos sobre la preferencia de las 106.895 personas que se inscribieron. Por ejemplo, se supo que la prueba de profundización de la primera sesión del examen que más seleccionaron los inscritos fue la biología con 53,5 por ciento. Luego estuvieron matemáticas con 23,4 por ciento y filosofía con 24,1 por ciento. Estos datos arrojan luces sobre las materias en las que los inscritos se sienten más fuertes. Igualmente, la prueba interdisciplinaria que más los atrajo fue la de medio ambiente con el 49,9 por ciento de las preferencias. Un 99 por ciento seleccionó el inglés como prueba de idiomas y la preferencia por el tipo de formación superior a seguir también arrojó resultados interesantes: 70,2 por ciento se inclinó por las carreras universitarias, 10,9 por ciento por las técnicas profesionales y 6,8 por ciento por las técnicas. Los datos también muestran cuáles son los programas de mayor demanda y qué universidades las más apetecidas, una información de gran valor para medir las aspiraciones de la gran masa de aspirantes a las instituciones de educación superior.

Otro de los puntos clave de esta nueva prueba es que le apuesta a un cambio cualitativo en el proceso educativo, no solamente en función del futuro del estudiante sino de la calidad de los docentes. El año pasado el Icfes celebró convenios con entidades en Brasil y México para evaluar a los docentes a varios niveles. “Con esto nos fijamos un reto grande que es el de mejorar nuestro Sistema Nacional de Evaluación y dar tanto a los docentes como a los padres de familia, nueva y mejor información sobre su papel importantísimo en el esquema educativo”, dice la directora del Icfes.

Aunque todavía es prematuro decir que todas las expectativas que generó el nuevo examen del Icfes, se cumplieron, sí es válido afirmar que poco a poco los estudiantes, profesores y las mismas universidades han comenzado a ver en él más una herramienta útil para el futuro educativo de una persona en vez de un simple requisito legal para dar el salto del colegio a la universidad.