Especiales Semana

UN CLARO EN LA SELVA

Las FARC llevaron a SEMANA a un campamento perdido en las selvas del Carare para hacer público su repudio al secuestro de Jaime Betancur

2 de enero de 1984

La noche era completamente negra y la densa vegetación de la manigua era una masa oscura y fantasmagórica que sólo se hacía real cuando las ramas nos golpeaban la cara o nos arañaban los brazos. Por indicación de los guerrilleros que nos acompañaban, caminábamos lentamente y en silencio absoluto. Sólo se oía el chasquido de las botas que se hundían en el barro y el concierto de ruidos de imprecisos animales.
A medida que avanzábamos se hacía más alucinante un raro juego de luces blancas en el espacio negro. Al lado de nuestros pies, los focos de las linternas de los guías se prendían sólo el instante necesario para alumbrar e] trecho de camino y se apagaban enseguida. Más lejos brillaban y se opacaban, también intermitentemente pero con ritmo más acelerado, las luces diminutas de las luciérnagas. Encima de nuestras cabezas, cuando la vegetación se abría, aparecían otros miles de puntos de luz, igual de pequeños e intensos pero fijos, los de las estrellas, que en ningún lugar abruman como en el corazón de esas selvas del Carare Opón.
Un colega del Noticiero de la Noche que viajaba detrás de mí me tocó el hombro y me señaló hacia un lugar distante donde de repente había aparecido una larga hilera de luces de linterna que serpenteaba velozmente hacia nosotros. "Son los compañeros que bajan a recibirnos" -dijo uno de los guerrilleros, rompiendo por primera vez el silencio después de cinco horas de marcha nocturna. "El campamento ya está cerca". A los pocos minutos pudimos distinguir las siluetas de unos cincuenta hombres y mujeres uniformados y armados que fueron pasando a nuestro lado dándonos la mano.
LA CIUDAD PERDIDA
A las dos de la madrugada llegamos al campamento donde se celebraba la reunión cumbre del 12 Frente de las FARC que opera en el Magdalena Medio. Estábamos en algún lugar indeterminado de aquella región cargada de violencia hasta en el aire que se respira.
La instalación de luz eléctrica permitía ver con claridad la plaza central despejada en medio de la selva, rodeada por el "Aula", un gran tambo con bancos donde se llevaban a cabo las reuniones, la enfermería, dos casinos, el tambo de abastecimiento y pertrechos y cuarenta ranchos más pequeños en cuyo interior se veían colgar entre cinco y siete hamacas con mosquitero.
En el momento de escribir estas líneas, de vuelta en las oficinas de SEMANA en Bogotá, aquel campamento que los guerrilleros habían bautizado "Ciudad Perdida" ya debe estar completamente abandonado, y la vegetación de la selva debe haber empezado a reconquistarlo.
En ese lugar se alojaron durante dos meses 290 guerrilleros del 12 Frente, que se habían trasladado hasta allí desde distintos puntos del Magdalena Medio para actuar como delegados al congreso.
La noche de nuestra llegada estaban esperándonos en el "Aula" los 10 hombres que componen la plana mayor del Frente, encabezados por el Comandante Alonso, un antiguo campesino maderero de unos cuarenta años de edad, que tras 2 decenios de militancia hoy dirige todas las operaciones del Magdalena Medio y es uno de los cinco hombres fuertes de las FARC a nivel nacional.
"Hemos traído acá al periodista del Noticiero de la Noche y a la periodista de la Revista SEMANA para comunicarle personalmente a la opinión pública nacional nuestro repudio al secuestro de Jaime Betancur Cuartas y para pedir explícitamente a quienes hayan cometido ese imperdonable error que lo liberen con vida y de inmediato. Se trata de un acto censurable desde todo punto de vista, que sólo puede perjudicar al pueblo colombiano y llevar a la restricción de la apertura democrática que su hermano, el Presidente Betancur, está tratando de impulsar". Querían utilizar la presencia de la prensa, además para divulgar las conclusiones del congreso que acaban de realizar.
La preparación del congreso y la construcción de "Ciudad Perdida" tomaron tres meses. El desplazamiento de la gente hasta el lugar se hizo por todas las vías de transporte, desde mulas hasta chalupas y trenes, incluyendo buses de línea. Un comando de 150 guerrilleros, uniformados y armados, descendió en determinado momento del monte, hizo parar tres buses que venían por la carretera y se transportó en ellos durante 45 minutos. Antes de llegar a un retén del ejército, los hombres abandonaron los buses y volvieron a internarse en la selva para continuar la marcha a pie. Otro comando que venía del norte de Santander alcanzó a ocultarse a tiempo para ver desfilar a escasos metros un convoy de 8 camiones cargados de soldados que no se percataron de su presencia.
"Ciudad Perdida" no fue el primer lugar escogido para la cumbre. Antes se había fijado otro y se había avanzado bastante en su construcción, pero la información se filtró y fue conocida por el ejército, que empezó a cercar el área obligando a los guerrilleros a abandonarla. "El ejército se entera de estas cosas porque de vez en cuando hay un sapo que les pasa información", dice uno de los comandantes. "Pero nosotros también nos enteramos de secretos militares de ellos. Hay filtradera para acá y para allá".
Oscar, el dirigente político del Frente, mano derecha del comandante Alonso, me dice: "Calcule la cantidad de comida, armas, materiales y herramientas de construcción, medicinas y demás que hemos tenido que subir hasta este lugar para mantener 290 hombres durante tres meses. Aquí hay hasta máquinas de escribir, televisor y planta eléctrica. De ahí puede deducir el apoyo que realmente tenemos entre la gente. Todo esto se ha podido hacer gracias a la complicidad de cientos de campesinos de la zona".
DISCIPLINA MILITAR
La vida en el campamento guerrillero es similar a la de un cuartel militar. A las cuatro y media de la madrugada suena el pito para levantarse. Los hombres pasan al baño -unas instalaciones sanitarias ubicadas a cierta distancia de los ranchos-, dan vuelta por los casinos donde les dan tinto y se congregan en la plaza central para hacer los ejercicios de rigor, que son exactamente los mismos del ejército. A las seis y media desayunan con pescado, plátano y yuca fritos y un tazón de cacao. Tras el aseo general del campamento rinden parte militar: informes de los mandos medios al comando sobre las personas en formación, los enfermos los enfermeros de turno, las exploraciones, las novedades durante la noche. Después viene el estudio de los materiales del congreso, el almuerzo, y a la tarde sesiones plenarias de discusión y votación. Antes de la comida le dedican un par de horas a algún evento cultural o deportivo, y a las ocho de la noche los guerrilleros se acuestan, se apaga la planta eléctrica y se imparte la orden de silencio.
Hombres y mujeres -había 50 de ellas en el campamento- duermen bajo el mismo techo y comparten por igual todas las tareas y actividades. Se bañan y lavan la ropa en un gran pozo que forma el río en las cercanías del campamento.
Le comenté a uno de los muchachos que me sorprendía la naturalidad con que convivían hombres y mujeres, y me contestó: Y a mí me sorprende todavía más. Figúrese que antes de ser guerrillero pasé cinco años en un seminario". Me contó que cuando una pareja quiere vivir junta oficializa su relación en un acto presidido por el comandante. "La unión se disuelve cuando ellos quieran, pero se busca que mientras dure, haya fidelidad y respeto mutuo", me comentó Miguel, el ex seminarista.
Los guerrilleros de las FARC llevan una vida nómada, y nunca permanecen más de unos meses en un mismo lugar. Montar y desmontar campamentos hace parte de su rutina. Ninguno de ellos lleva la cara cubierta, y se dejan fotografiar sin mayor misterio. Lo hacen porque salvo ocasiones excepcionales nunca salen de la selva: "No importa que nos conozcan o no la cara -me dijo uno de ellos- porque si quieren encontrarnos, tienen que venir aquí a buscarnos".
LAS FARC VAN A ELECCIONES
Dos cosas le quedan claras al observador después de tener una entrevista con las FARC y de conocer, aunquesea en viaje relámpago, el interior de su organización. La primera es que tienen apoyo popular. Después de ocho días de viajar con ellos de día y de noche por Santander, esto salta a la vista, al menos para esa región del Magdalena Medio . El hombre que conduce la chalupa para transportarlos, el que esconde las cámaras de televisión entre bultos de plátano para que pasen por el retén militar, la mujer que les prepara el viudo de pescado, el que los lleva en el camión, el que les presta las mulas, son campesinos que simpatizan con ellos y que demuestran afinidad con sus ideas. En parte, esta adhesión se puede explicar por miedo, pues se sabe -y los propios guerrilleros no lo desmienten- que las FARC han llegado a fusilar campesinos que consideran delatores o traidores. Sin embargo, es evidente que esta explicación sólo puede ser parcial.
La segunda evidencia que queda al descubierto después de dialogar con sus dirigentes, es que los guerrilleros de las FARC no tienen ni la menor intención de dejar de ser y de operar como un grupo armado. Es dentro de este marco que debe entenderse su interés por la amnistía: para ellos, la política de paz del gobierno ha sido una base para entablar el diálogo y para presionar por ciertas reformas democráticas. Pero no más. No hay ninguno de ellos que se haya "amnistiado", o que haya pasado a la legalidad, o que haya entregado las armas, o que piense hacerlo. Las FARC hablan, sí, de la urgencia de pactar una tregua con el ejército, y dicen seguramente con honestidad que estarían dispuestos a deponer las armas si se cumplieran ciertos requisitos políticos que ellos consideran indispensables. De hecho, dicen ellos, le han abierto un compás de espera al gobierno para que éste dé pasos hacia la "apertura democrática" que ha proclamado, y para ello han convenido un alto en sus actividades y se encuentran en una situación virtual de tregua no declarada. Pero ésta no es una decisión permanente ni definitiva. Así como reconocen que estarían dispuestos a hacer un alto al fuego, así también dicen sin ambages que hasta el momento su experiencia en cuanto a concesiones democráticas del gobierno es reducida.
Hacen una diferencia entre la actitud y voluntad positiva del Presidente y los resultados reales de su gobierno, y en tal sentido señalan que tanto su grupo, como los campesinos de las áreas donde operan, han sido sometidos a una represión sensiblemente más fuerte durante lo que va corrido de este gobierno, que durante la administración Turbay.
Su opinión sobre la efectividad de la actual Comisión de Paz es pobre, y por tanto están empeñados en buscar el diálogo directamente con Betancur. Inclusive, algo se les escapó de que ya habrían dado pasos sustanciales en esta dirección, pero no quisieron confirmar ningún dato al respecto.
Por estas limitaciones que señalan las FARC ya no le dan prioridad al problema de la amnistía, y el 12 Frente le dedicó más tiempo a la discusión de otras vías para buscar la paz, como por ejemplo, la política de participal en las elecciones y de llamar al pueblo a que vote por aquellos candidatos -liberales, conservadores, comunistas o de cualquier partido- que levanten dentro de sus programas algunos puntos como la desmilitarización de las zonas de violencia, la implementación de algunas medidas básicas de reforma agraria y el desmonte definitivo de los grupos paramilitares. Esta determinación de las FARC marca un hito en la trayectoria de los grupos guerrilleros del país, pues es la primera vez que uno de ellos hace un llamado tan explícito a la participación electoral.
Después de permanecer en su campamento desde las dos de la mañana del miércoles hasta las 4 de la tarde del jueves, emprendí el regreso en las mismas condiciones de la ida: como un niño que para jugar gallina ciega le vendan los ojos y le dan vueltas hasta que pierde el sentido de la orientacion. No sé decir por dónde anduve. Sólo sé que fueron 48 horas ininterrumpidas de vida anfibia, a veces entre el barro, otras, hasta la cintura en un río empujando una chalupa, otras más, fustigando una bestia terca bajo una tormenta de agua.
Atrás quedaba "Ciudad Perdida", y perdidas en ella unas vidas cuya insistencia en la vía violenta, a pesar de la amnistía, parece no tener vuelta atrás.