Especiales Semana

UN GRAN CAMALEÓN

Se cumplen 80 años del nacimiento y 20 de la muerte de Truman Capote. Una ocasión perfecta para recordar a uno de los más grandes narradores estadounidenses.

Felipe Restrepo
18 de abril de 2004

Truman Capote es el gran camaleón de la literatura del siglo XX. En su obra se encuentran el periodismo (perfiles, entrevistas y reportajes), la literatura (cuentos, novelas y obras de teatro) y, desde luego, el chisme. Esa mezcla excepcional, que él mismo llamaba "un estilo de ver y oír", es lo que hace que sus libros sean únicos. "Algunos de mis amigos creen que cuando relato un acontecimiento o una noticia me inclino a alterar los hechos, o adornarlos. Yo a eso lo llamo 'darle vida'. Es decir, una forma de arte. El arte y la verdad no son necesariamente compatibles", dice el autor en el prólogo de Los perros ladran.

Desde los 10 años Capote comenzó a jugar con la realidad y la ficción. A esa edad participó en un concurso de cuentos para niños en el que hizo el perfil de un vecino suyo. Su cuento se titulaba El viejo señor metiche y estaba construido a partir de varios testimonios que Capote había conseguido con los otros habitantes del barrio. El relato obtuvo el primer premio pero cuando los jurados se enteraron de que se trataba de un texto 'real' lo descalificaron. A pesar de que fue un golpe duro, Capote nunca abandonó su estilo. Treinta años más tarde les demostró a los jurados del concurso -y al resto del mundo- que tenía razón y que se podía hacer literatura a partir de la realidad.

El éxito lo golpeó muy joven. Su carrera de periodista se inició a los 18 años cuando entró a trabajar en el New Yorker, donde comenzó a publicar cuentos cortos. En 1948 publicó su primer trabajo de ficción: Otras voces, otros ámbitos, una novela basada en su juventud. Luego vinieron Un árbol de noche y otros relatos (1949), El arpa de hierba (1951), Se oyen las musas (1956) y Desayuno en Tiffany's (1958). Con estas primeras obras Capote comenzó a hacerse famoso en el círculo literario de Nueva York.

Pero fue en 1959 cuando su carrera se partió en dos. Ese año fue enviado por el New Yorker a cubrir la historia del asesinato de una familia en Kansas. Capote descubrió que detrás de ese asesinato múltiple se tejía una red mucho más compleja y vio la oportunidad de hacer una gran obra literaria. Estaba convencido de que podía reconstruir esa historia como no se había hecho nunca: quería hacer una novela que tuviera la verosimilitud del reportaje, la inmediatez del cine y la libertad de la literatura. Pero ese reto requería un trabajo inmenso: Capote pasó dos años en el pequeño pueblo de Holcomb reconstruyendo el crimen hasta su más mínimo detalle. Entrevistó a cada uno de los implicados en el hecho y a todos los habitantes del pueblo que alguna vez conocieron a las víctimas. Su reportería llegó al extremo de pasar horas enteras dialogando con los asesinos y acompañarlos en su juicio y ejecución. Al final de los dos años tenía más de 2.000 páginas de notas y descripciones; debió pasar entonces otros dos años organizando toda su información.

En 1966 publicó A sangre fría, una novela con la que se inauguró el género de la 'novela de no-ficción'. De inmediato el libro fue un éxito y Capote se volvió el autor más respetado de Estados Unidos. Su éxito no sólo fue literario sino también social: el escritor se convirtió en el personaje favorito de los ricos y famosos. Era común verlo acompañado de estrellas de Hollywood, de grandes millonarios o de famosos escritores, como Tennessee Williams, Jean Cocteau o Albert Camus, a quien afirmaba haber seducido. Además se convirtió en una figura pública que aparecía a menudo en los medios más importantes. El New York Times, por ejemplo, le hizo el reportaje más largo que le ha dedicado a un escritor en toda su historia. Para celebrar su éxito, Capote hizo una fiesta que aún hoy se recuerda: el baile de blanco y negro en el Hotel Plaza. Sin embargo, a pesar del éxito, la escritura de A sangre fría fue una experiencia traumática. Años más tarde confesaría que "me llevó cinco años escribir 'A sangre fría' y un año para recuperarme, si es que recuperarse es la palabra. No pasa un día sin que algún aspecto de esa experiencia no oscurezca mi mente".

En su siguiente proyecto decidió abordar uno de sus temas favoritos, el mundo secreto de la clase alta. Lo que quería hacer era una reescritura de En busca del tiempo perdido de su época: es decir una inmensa novela que retratara cada detalle de la sociedad en la que se movía. Durante un tiempo Capote desapareció y se encerró en su apartamento a organizar todos sus apuntes, su correspondencia y los chismes que había recolectado durante 20 años. El escritor enfocó todas sus energías en la escritura de la novela que desde el principio recibió el título de Plegarias atendidas.

Pero el fantasma de A sangre fría no lo dejaba en paz. Capote entraba en largos períodos de depresión durante los que no podía escribir. Durante estos lapsos de bloqueo se dedicaba a tomar alcohol y tranquilizantes. Capote se había puesto la meta de entregar los primeros capítulos de Plegarias atendidas en enero de 1968, pero en 1971 no había terminado ni siquiera el primer capítulo. Su gran derrumbe llegó en 1975, cuando publicó en la revista Esquire un fragmento de la novela en el que contaba historias escandalosas de algunos de los personajes más reconocidos de la alta sociedad neoyorquina. De inmediato todos desmintieron el texto y criticaron fuertemente a Capote. El escritor dejó de ser el niño consentido de Nueva York y pasó a ser rechazado por todos.

A partir de ese momento abandonó la escritura de Plegarias atendidas porque comprendió que su pretensión de hacer una obra al estilo de Proust era imposible. Capote debió autoexiliarse en Los Ángeles, donde se dedicó por un tiempo a la cocaína, los tranquilizantes y el sexo. Muchos creían que su carrera estaba acabada, pero en 1980 publicó su último gran libro: Música para camaleones. En éste volvía a jugar con textos literarios basados en hechos reales. Capote murió en 1984 y Plegarias atendidas se publicó incompleta dos años más tarde.