Especiales Semana

Un nacionalismo banal

La historia oficial ya no es la única que determina qué es un símbolo y qué no. Las sociedad también los elige

Íngrid Johanna Bolívar *
24 de junio de 2006

Hace unos años se creía que la caída del socialismo real, la integración europea, el auge del mercado y las tecnologías de información acabarían con la importancia política y sentimental de las identidades nacionales.

En contra de tales pronósticos, observamos una constante preocupación por aquello que identifica a un país. Incluso existe una mayor disposición para ver que los símbolos nacionales, además de los patrios, también pueden ser objetos y prácticas sumergidas en las rutinas cotidianas.

Hay quienes hablan de 'nacionalismo banal', precisamente para desacralizar la referencia a la identidad colectiva y para mostrar que ella se teje a través de programas de televisión, discursos políticos, eventos musicales y deportivos, planes de turismo y secciones de periódicos.

En Colombia el 'nacionalismo banal' coexiste con la tendencia a suponer una contradicción entre lo regional y lo nacional. Se suele olvidar que las identidades se ponen en marcha en contextos específicos.

Las identidades y los símbolos son relaciones, aun cuando las detectemos en unos objetos que dan información relacionada con sectores sociales específicos y regiones determinadas; con grupos sociales que le han otorgado un valor moral; con lugares y eventos, referencias geográficas.

Sin embargo, todos estos objetos tienden a aparecer hoy ante los ojos desprevenidos como eso, como objetos, como referentes geográficos o sociales, desprovistos de historia y de relaciones conflictivas. Difícilmente alcanzamos a preguntarnos por qué el Magdalena y no el Orinoco o el Amazonas, por qué las tres cordilleras y no las llanuras del oriente, por qué el café y el tabaco y no la papa o la coca.

El café y el tabaco y no la papa porque promovieron la articulación de Colombia en el mercado internacional. No la coca por nuestros temores políticos, porque incluso cuando genera identificación y provee de trabajo a amplios sectores, es ilegal, El poporo quimbaya en vez de no sé qué otro artefacto indígena porque nos deja inscribir en la historia del desarrollo técnico de las sociedades. El machete y no el tractor porque, a pesar de la presencia de empresarios y comerciantes , han sido los colonos los que destajan, penetran, domestican y luego venden.

Así podríamos seguir con cada uno de los símbolos que nos 'representan'. Cada uno de ellos refleja una historia que tiende a ocultar o a presentar como algo casual un bocadillo, un aguardiente, un agua de panela. Los tres hablan de economías de tierra caliente. A los tres nos los topamos en rutinas específicas y podemos usarlos de distintas formas. Nos pueden proveer de identidad como lo hacen otros fenómenos sociales de importancia nacional, pero que el comité asesor de este proyecto decidió sacar por sus connotaciones negativas: la coca, la violencia, el narcotráfico.

Los objetos o símbolos que logran dar identidad no son buenos ni malos. La identidad nacional es una forma de relación con un colectivo que ha sido históricamente privilegiado: el nosotros nacional. Una vez reconocido esto, podríamos preguntar: ¿desde cuándo se necesita una identidad? ¿Para qué? Las identidades nada explican… exhiben y ocultan una historia.

* Profesora de Ciencia Política, Universidad de los Andes.