Especiales Semana

Un pueblo de ausentes

Al sur del Atlántico se encuentra Manatí, una pequeña localidad colonial abandonada por la mayoría de sus habitantes, que partieron hacia Venezuela.

Tadeo Martínez
28 de octubre de 2006

En Manatí, un municipio del Atlántico con 323 años de existencia, no hay mucho qué hacer. Desde muy temprano, los campesinos, después de ordeñar, se van hasta la cooperativa a llevar la leche, y el resto del día puede transcurrir en un interminable juego de dominó. Los hombres que tienen trabajo limpian los potreros, arreglan cercas, ordeñan vacas, castran y hierran terneros, vacunan y pastorean las reses.

Después del mediodía de un sábado, los billares y las tiendas se llenan. Por las noches puede haber una presentación en caseta de algún grupo vallenato o de gaiteros y los disturbios son protagonizados por borrachos que quieren seguir la juerga a plena luz del sol.

Manatí no tiene agua ni alcantarillado, pero está a 12 kilómetros del Canal del Dique y a 18 kilómetros del río Magdalena. Por el sur lo bordean ciénagas, y al occidente, la laguna del Guájaro. Es decir, es agua pura. En el pueblo viven 17.000 personas, pero si sus habitantes no se fueran para Venezuela en busca de una mejor vida, podría tener seis veces esa población.

El promedio de ausentes por grupo familiar es de seis miembros. En las últimas cuatro décadas, miles de personas se han ido de esta población, pero siempre se queda alguien de cada familia, como un vínculo que se niegan a romper del todo.

Habitantes que partieron

Ligia Ávila tenía 15 años cuando decidió irse para Venezuela. Era 1963 y trabajaba como empleada en Barranquilla, ganando 35 pesos mensuales. En Manatí vivían sus padres y sus 15 hermanos. "Con esa prole la vida para mis padres era muy difícil. Mi madre quería una máquina de coser para ayudar en la casa, pero no ganaba lo suficiente para comprársela". Ligia no lo pensó, recogió sus corotos y se fue. Al año siguiente, regresó a su pueblo, le compró la máquina de coser a su madre, se casó y regresó a Maracaibo. Ella, para muchos, fue la primera de las mujeres de Manatí en irse a Venezuela.

Josefina Álvarez, Marelvis Viscano y Ada Escobar se quedaron educando a sus hijos y a los hijos de los hermanos que se fueron. La mamá de Marelvis se fue cuando ella tenía 5 años. Cuando tenía 10, su madre la mandó buscar, allá se casó y tuvo tres hijas que ya tienen 15, 14 y 13. Marelvis se devolvió a Manatí, se volvió a casar y tiene cinco hijos más. Su madre también se casó y tiene tres hijos en Venezuela.

Josefina Álvarez, cuñada de Marelvis, tiene a sus hermanos Gerardo, Juan, Teodora, Isabel, Alcira y María en Maracaibo, pero ella nunca ha salido de Manatí. Sus hermanos comenzaron a irse hace 30 años por "falta de trabajo y de oportunidades".

Ada Escobar nunca se fue, pero sus hermanos Virgilio, Marlenis, Lesbia, Rosa Delfina y Miriam sí lo hicieron. Ella vive con sus hijos, dos varones y una mujer. Esta última, casada con un hombre que acaba de retirarse del Ejército después de prestar servicio, también quiere irse. La razón, dice: no hay nada qué hacer.

Belarmina y su esposo van y vienen. Tienen allá a dos de sus hijos, ya residentes. Se fueron a comienzos de los 70 y ahorraron para construir un rancho en Manatí. Hoy tienen su casa en el barrio Bolívar, en el distrito de Petare. Uno de sus hijos murió y ellos se hicieron cargo de los nietos, que viven con ellos por temporadas entre Manatí y en Caracas.

Yamil Cabarcas, alcalde de Manatí, dice que ya es normal ver cómo la gente se va del pueblo en busca de mejores horizontes, pero que también es emocionante ver cómo cada año, a partir del primero de diciembre, los hijos ausentes de Manatí regresan para pasar Navidad y las corralejas. Una vez pasa la temporada, el pueblo vuelve a quedar solo.

Ojalá no ocurra lo que sucedió con los manatíes, que llegaban año tras año a las playas de la ciénaga hasta cuando a alguien se le ocurrió que era mejor desviar las aguas y hacer una represa de 16.000 hectáreas. La ciénaga se secó y los manatíes se fueron, para nunca más volver.