Especiales Semana

UNA BOCANADA DE HUMO FRESCO

La reducción del impuesto al cigarrillo permitió a las empresas tabacaleras tomar un respiro el año pasado.

22 de mayo de 1995

EL HUMO BLANCO llegó al fin a la industria tabacalera el año pasado, después de que durante años todo tuviera el color del alquitrán. Así ocurrió cuando el gobierno bajó el impuesto al cigarrillo del 124 al 45 por ciento, con la idea de frenar un poco la contaminación que produce el contrabando, cuyos 'operadores' manejan cerca de la mitad del negocio.
La Compañía Colombiana de Tabaco -Coltabaco-, que controla más del 65 por ciento del mercado nacional legal, aumentó sus utilidades en 30 por ciento al sumar 14.209 millones de pesos, mientras que en 1993 éstas se habían reducido en un 33,8 por ciento. Por el lado de las multinacionales las cosas también fueron favorables, pues Philip Morris -importador del Marlboro que entra legalmente- aumentó su participación del 1,0 al 3,0 por ciento del mercado.
Pero, como de algo tan bueno no dan tanto, ahora a la industria del tabaco le tocará volver a llenar sus pulmones de aire para pelear en contra de un proyecto de ley que pretende aplicar drásticas sanciones contra los fumadores y la industria. Entre ellas, la prohibición de vender anuncios y propagandas del producto, e incluso, de patrocinar eventos deportivos y culturales y las restricciones para transmitir comerciales de televisión o fumar en espacios públicos.
De salir adelante la iniciativa, es indudable que podría haber consecuencias serias sobre un sector importante de la economía nacional. Según un estudio de Corredores Asociados, la industria participa con el 0,6 por ciento del Producto Interno Bruto -PIB- y el 1,7 por ciento del valor agregado industrial. Estas cifras están repartidas entre tres empresas: Coltabaco, Tabacos del Caribe y Productora Tabacalera de Colombia, sin incluir a varios miles de cultivadores de tabaco en zonas de los departamentos de Bolívar, Boyacá y Santander.
Y si se mira por el lado de los impuestos, también se trata de un sector importante, pues de los cigarrillos y licores salen buena parte de los ingresos de los departamentos, lo que explica por qué han sido tradicionalmente tan altos los tributos para la industria tabacalera. De ahí que se le hubieran presentado tantos obstáculos a la reducción de impuestos del año pasado, pues los departamentos alegaron que sentirían una reducción muy alta en los aportes fiscales. La forma de transar con ellos fue crear el Fondo Tabacalero de Compensación Tributaria, el cual les entregó 5.000 millones de pesos entre julio -cuando se tomó la medida- y diciembre del año pasado.
Los recursos entregados a las regiones se han visto afectados por las vicisitudes que ha afrontado la producción nacional. Esta ha disminuido desde 1991 y especialmente en el primer semestre del año pasado cuando cayó 12,8 por ciento en relación con igual período de 1993. El embate del contrabando llegó a ser tan fuerte que hace un par de años las empresas del sector no sólo incurrieron en cuantiosas pérdidas, sino que la acumulación de inventarios fue alta y les obligó a recortar drásticamente sus compras.
Y ha sido tan gris el ambiente, que en los dos últimos años las expectativas de los empresarios del sector siempre han estado por encima del comportamiento real y la producción ha sido inferior a la esperada, según la Encuesta de Opinión Económica realizada por la Federación para la Educación Superior y el Desarrollo -Fedesarrollo-.
Las esperanzas del sector están ahora centradas en los efectos de la reducción tributaria que se decidió el año pasado. La idea es que el diferencial de precios le permita a los cigarrillos nacionales enfrentarse a los importados de tú a tú. Sin embargo, existe un nuevo peligro a la vista. Los empresarios saben que si el proyecto de ley que fue presentado recientemente al Congreso se aprueba, las consecuencias podrán ser lamentables, y todas sus esperanzas podrían desaparecer en volutas de humo.