Especiales Semana

Una sonrisa con capul

John Alexánder Sarmiento fabrica capules con pelo donado para regalarlas a niñas y mujeres enfermas de cáncer.

18 de junio de 2011

John Alexánder Sarmiento trabaja hace siete años en la fábrica de pelucas de su familia. En 2007, este ingeniero industrial conoció a Catalina, una niña que había perdido el pelo a causa de la quimioterapia, y su familia no tenía para comprar una peluca, que costaba entonces 500.000 pesos. Conmovido, John decidió inventar una solución para ayudar a personas como Catalina.

A la semana de esa visita, John le regaló una pieza única: una pequeña capul que al ser usada con un gorro se asomaba por las esquinas dando la ilusión de tener el pelo completo. Así nació el programa 'Una capul, una sonrisa', un proyecto que desde hace dos años fabrica y regala capules hechas con pelo donado para niñas o mujeres con cáncer y de bajos recursos. La empresa se compromete a donar la mano de obra y busca los donantes.

"Cuando una persona es sometida a quimioterapia, no solo pierde su pelo, sino su autoestima -dice Sarmiento-. Lo importante de esta labor es ayudar a que personas que no pueden comprar una peluca completa, tengan la posibilidad de verse en el espejo como si tuvieran cabello normal", añade.

Personas como Diana Avendaño, a quien hace tres meses le diagnosticaron un cáncer en el sistema linfático y se quedó calva por el tratamiento. Ella vive con su esposo y su hijo en Bosa, en el sur de la ciudad, y apenas tiene recursos para transportarse a la Fundación Cardio Infantil, al otro extremo de Bogotá. Para su cumpleaños número 23, Diana recibió un regalo muy especial.

Francesca Vaghetti tiene 16 años. Vive en el norte de la capital y estudia en un colegio privado. En septiembre del año pasado se cortó 42 centímetros de pelo porque quería cambiar. Al principio lo guardó como recuerdo, pero luego se enteró del programa de Sarmiento y decidió donarlo.

Desde ese momento, el pelo pasó por un proceso de pesado, medición, selección y tejido, algo que suele tomar un poco más de cuatro días. Pesó 62 gramos: lo suficiente para dos capules.

Francesca conoció a Diana Avendaño una semana después, cuando la Fundación Cardio Infantil le dio sus datos para que le entregara la donación personalmente. Sentadas en unas sillas que Diana puso en su cuarto para recibir la visita, las dos charlaron hasta que Francesca sacó de su mochila la caja blanca que contenía el capul, el gorro y un pequeño cepillo.

Entonces todo fue euforia. Diana, que había pasado las últimas semanas viendo cómo el pelo se le quedaba entre los dedos, se apresuró al espejo a probarse su regalo. Llamó a su mamá para mostrarle e incluso se atrevió a desfilar con la vanidad que hasta entonces le había arrebatado el cáncer.

A Sarmiento le enorgullece poder devolverle algo a la vida. Pero sabe que su trabajo es solo una parte del proceso. Su verdadero compromiso es contar estas historias, evidenciar estas necesidades, para que haya más personas como Francesca y más mujeres felices como Diana y como Catalina.