Especiales Semana

Una varita y un varillazo

Harry Potter y la Orden del Fénix J. K. Rowling Salamandra 893 pÁginas

Eduardo Arias
18 de abril de 2004

LO MEJOR DEL HUMANO

Con este libro J. K. Rowling se ha superado a sí misma y, según yo, ha escrito el mejor libro visto por el humano. No sólo pone trabas en su aventura sino que además la personalidad de Harry adolescente hace que se enfurezca con todo lo que ha hecho y lo que recibe a cambio.

En mi opinión personal este libro es el segundo mejor de la colección de Harry Potter, ya que el primero para mí hasta ahora ha sido el tercero: Harry Potter y el prisionero de Azkaban.

El libro empieza así: El día más caluroso en lo que iba de verano llegaba a su fin, y un silencio amodorrante se extendía sobre las grandes y cuadradas casas de Privet Drive. Los coches, normalmente relucientes, que había estacionados en las entradas de las casas estaban cubiertos de polvo, y las extensiones de césped, que solía ser verde esmeralda, estaban resecas y amarillentas porque se había prohibido el uso de mangueras debido a la sequía.

Se trata de la gran inquietud que Harry siente debido a que presiente que algo extraño va a suceder, y además no ha tenido noticias de sus amigos Ron y Hermione. Una noche, Harry escucha un extraño sonido en la cocina, eran Ojoloco Moody, Remus Lupin y otras personas que fueron para sacarlo de allí. Cuando llegan a su destino por escoba, le dan una nota que dice: El cuartel general de la Orden del Fénix está ubicado en el número 12 de Grimmauld Place, en Londres. Cuando piensa en lo que leyó, aparece una casa y la compañía entera entra; allí se entera de que Voldemort no ha asesinado a nadie, al contrario de lo que Harry creía. Cuando al fin comienza otro curso en Hogwarts, Harry se entera de que el Ministerio de Magia niega que Lord Voldemort ha vuelto y ha empezado una campaña para desacreditar a Dumbledore y a Harry. Además, como Dumbledore no pudo encontrar un nuevo profesor para Defensa Contra las Artes Oscuras, el Ministerio ha designado a la profesora Umbridge la tarea de vigilar tanto a Harry como a Dumbledore y evitar que divulguen la noticia de que Lord Voldemort por fin ha regresado.

Si se calificara al libro en términos del 1 al 10, yo creo que recibiría una puntuación de 10 debido a que J. K. Rowling ha captado y demostrado perfectamente los sentimientos e inquietudes adolescentes de Harry, lo cual hace que la vida de éste se convierta en una verdadera pesadilla y un conflicto entre dudas, advertencias y pesadillas (leer el libro si no entiende a que me refiero).

Juan Camilo Vásquez J.

(12 años)

Potter, el lúgubre

No hay nada que hacer. A J. K. Rowling le quedó grande lidiar con adolescentes. Harry Potter y la Orden del Fénix, el quinto volumen de la saga, es un libro lúgubre, triste, opaco. Poco o nada queda del humor y de la frescura de los primeros tres tomos, características que comenzaron a flaquear de manera un poco perceptible en el cuarto y que ahora se hacen más que evidentes. Muy de tarde en tarde aparece alguna pincelada, pero poco más que eso.

A medida que los libros de Harry Potter se hacen más largos, a la autora se le agotan tanto el discurso como los recursos. Y si éste es de casi 900 páginas, ¿cómo irán a ser los dos que prometió escribir para llegar a siete? ¿El sexto de 1.200? ¿El séptimo será tan gordo e insulso como el directorio telefónico de Londres?

Harry Potter, al igual que Frodo en el Retorno del rey, le gasta más tiempo a armar pataletas que a comportarse como el héroe que debería ser. Para completar, los malos ya no asustan, los buenos aburren y la autora lleva ya casi 1.600 páginas (las de los dos últimos tomos) dando vueltas sobre lo mismo.

Podría decirse, en su defensa, que a medida que crece a Harry se le hace más y más evidente la corrupción, de pronto la autora quiso hacer un paralelo más en plan de seriedad que de parodia con la Gran Bretaña de hoy, en manos de un primer ministro manipulador y mentiroso.

Pero algo falla, los personajes y las situaciones han dejado de ser creíbles. Las descripciones son cada vez más apresuradas.

La escena cumbre del libro, una batalla de encantamientos entre Harry y sus amigos y los aliados de Voldemort, termina siendo un rosario de latinajos (Quietus, Patronus, Imperius, Expellius) que ni mandados a hacer para una parodia de Sábados Felices con el inspector Ruanini y el agente Ananías Bueno Bueno. Además, aparecen errores de veras groseros, como pretender que Harry Potter en su examen de astronomía vio a Venus a la media noche (este planeta sólo es visible antes del amanecer o poco después del anochecer), y después de la media noche a Orión, constelación que ya está oculta a esa hora en los cielos de junio.

Igual uno se lo termina para ver si en algún momento reaparecen la geniales parodias que hicieron tan deliciosos los tres primeros tomos, en los que el lector se sentía miembro del combo de magos y los muggles eran ellos, los demás. Pero no. Al final sólo queda la melancolía que proyecta este Potter amargo y la tristeza de ver cómo el desaforado éxito editorial de J. K. Rowling le ha arrebatado a su escritura su magia, su carisma y su capacidad para asombrar.