Especiales Semana

VACACIONES Y DEPORTES

3 de julio de 1989

¡SI VALE!
En los últimos días los medios de comunicación han sido invadidos por anuncios del Vale Turístico Colombiano. Se trata de un novedoso programa de la Corporación Nacional de Turismo para promover el turismo interno en el país.

Un proyecto similar fue desarrollado en el Brasil y tras comprobarse su éxito nació la idea del Vale para Colombia, que empezó a funcionar el 27 de abril de este año. El propósito del Vale es integrar el sector turístico nacional, afianzar las relaciones entre el Estado y el sector privado dentro de las actividades turísticas, pero sobre todo prestar un más eficiente servicio a quienes deseen viajar y conocer nuestro país bien sea propios o extraños. El Vale cuenta con un amplio respaldo, y hay un gran número de empresas vinculadas al mismo.

Pero, ¿qué es, en sintesis, el Vale Turistico Colombiano? Es un sistema para viajar por Colombia, principalmente en la temporada baja --aunque también cubre las temporadas altas de vacaciones--, consiguiendo todos las comodidades posibles y grandes descuentos y servicios.

El Vale se puede adquirir en cualquier agencia de viajes autorizada por la C.N.T., donde están a la venta los paquetes turísticos que cubren todo el territorio nacional. Con la adquisición de cada paquete se entrega la Guia de Compras y Servicios de la ciudad o ciudades que se visitarán, donde aparecen todos los hoteles, restaurantes, bares, centros comerciales, almacenes, museos, agencias de alquiler de autos y demás, que darán descuentos a los portadores del Vale.

El Vale Turistico Colombiano cubre también descuentos en las aerolineas afiliadas y si el viaje se hace por via terrestre tambien hay ventajas: descuentos en los concesionarios y estaciones de servicio del camino, asi como en la compra de repuestos para autos.

Otra gran ventaja que ofrece el Vale es que, al comprar su paquete turistico, el portador, mientras dure su paseo, estará amparado por el seguro integral de viajes suministrado por la firma Colcordes. Este seguro estará vigente desde el día de salida hasta el de llegada, y cubre los gastos médicos y hospitalarios por accidente o por enfermedad adquirida durante el viaje, lo mismo que los gastos ocasionados por la muerte del viajero. También ampara la pérdida del equipaje y perdidas o daños de lavandería en el hotel.

La Corporación Nacional de Turismo mantiene un atento control sobre las empresas afiliadas a este proyecto, lo que da la seguridad de que se prestara siempre un buen servicio.

Por todas estas razones, adquirir el Vale Turístico Colombiano cuando se va a viajar por el país es la mejor opción.

BOGOTA VIBRA
Ni playa, ni brisa, ni mar. Ni tangas, ni bikinis. Bogotá no es el paraíso de los que desean tostarse bajo el sol ardiente del trópico.
Es, eso sí, la metrópoli que muchos buscan por razón de sus negocios.
La ciudad que se persigue para adentrarse en el mundo de los procesos industriales. Y, en todo caso, la ambicionada capital que en algun momento todos los colombianos sienten la necesidad de conocer.

Pero la imágen turística de Bogotá parece tan fría como su clima. Como capital que es, y dada su condición de epicentro de las grandes decisiones del país en las mas diversas materias, Bogotá goza de un elevado flujo de visitantes y, más que eso, cuenta con más de 5 millones de habitantes, de los cuales muy pocos--una minoría abrumadora- son bogotanos de nacimiento y de raíces "rolas".

Muchos llegan a Bogotá para estudiar.
Muchos para hacer negocios. Muchos para hacer política. Y todos, al mismo tiempo, llegan para hacer turismo. La idea del viajero que sólo busca las playas o las piscinas bajo un sol de 40 grados es errónea. ¿O qué pasa, entonces, con el turismo cultural, el turismo arquitectónico, el turismo gastronómico y las otras mil formas de turismo que no requieren del mar? Si así fuera, países con elevados índices de visitantes como Suiza y Austria no aparecerían en los listados de las agencias de viajes.

Así que, con todo y la ausencia de playas, Bogotá es un paraíso turístico, aunque incluso muchos bogotanos desconozcan buena parte de sus encantos.

En materia de arte y cultura, Bogotá ofrece un mosaico en el que, posiblemente, no se escapa ninguna opción.
Museos de toda índole, desde el famoso recinto que enloquece a los extranjeros con el brillo del oro, hasta los que han decidido guardar en su interior obras de arte de cualquier época, objetos personales de los héroes de la Independencia o la pinceladas de los artistas contemporáneos que se inspiran con las notas del rock. A la par con la cultura, los escenarios en sí constituyen especial punto de atracción, sobre todo por la diversidad de épocas y tendencias que se codean, en ocasiones, en la misma calle. La arquitectura bogotana es un encanto que puede ejemplificarse igual con el Palacio de Nariño, las casas entejadas de los bohemios de La Candelaria o iglesias tan hermosas como las de San Agustín o La Tercera.

Salas de teatro--desde las archifamosas hasta las casi clandestinas--donde tienen cabida las obras clásicas, las politizadas, las mudas, las extravagantes, las comerciales y las típicas. Salones de música de cualquier tamaño: suficientes para un trío de carrilera y también para la sinfónica de Berlín... y rincones a media luz donde suenan el tango y los boleros al lado del vino o el aguardiente. Y galerías de arte para todas las pinceladas y cualquier escultura. Y salones de cuento y de poesía para cualquier tono de voz. Y cinematecas a cualquier hora, todos los días.

Y si la pregunta es gastronómica, existe una respuesta para cada paladar. A lo largo de las calles que se entrecruzan sobre la meseta bogotana van apareciendo platos de cualquier rincón del mundo: el ajiaco, el cocido y la sobrebarriga--los típicos--se sirven en la mesa con el mismo esmero que los franceses, los italianos, los griegos, los argentinos y los norteamericanos, por supuesto, con el enorme séquito de comidas rápidas y bocados para "mientras tanto".

La rumba no se escapa entre el listado de atractivos. Además de discotecas y bares como los de cualquier capital --con o sin espectáculo propio--, hay dos líneas que gustan mucho al turista: una, la de la rumba bohemia de la salsa y el rock de los sesenta y los setenta, y otra, la de las cabañas de madera, chimenea y techo de paja, que al son del merengue y la cumbia constituyen cada una un mirador sobre la Bogotá nocturna, desde el mágico camino a La Calera.

Y, claro, está Monserrate--el infaltable recorrido para el turista- y los paseos por la Sabana de Bogotá, que no deben limitarse a la visita de la Catedral de Sal de Zipaquirá: porque hablar de Bogotá implica hablar de la Sabana. El solo hecho de observar el contraste de esa planicie verde que se extiende a los pies de la Cordillera Oriental es un enorme atractivo. Pero ahí están, con encantos propios, Sopó, Chía, el Neusa con su laguna, Subachoque, Tabio y el valle inimitable de Ubaté, por citar apenas algunos.

Y todos estos atractivos de Bogotá, y los miles y miles que se quedan entre el tintero, se apoyan en una infraestructura hotelera de 5 estrellas. Una infraestructura que, si bien anteriormente se limitaba al centro de la ciudad, hoy no deja un punto estratégico sin su presencia.-