Especiales Semana

Veinte mil años a la sombra

Relegadas a roles secundarios en diferentes épocas y sociedades, pero en los últimos tiempos parece que esa constante está cambiando. Su importancia en la historia del país ha sido fundamental.

Jorge Augusto Gamboa M.
3 de diciembre de 2005

El desarrollo actual de nuestra Nación sería inconcebible sin el aporte, casi siempre anónimo, de millones de mujeres indígenas que desde hace siglos vienen dando forma a la sociedad en la que vivimos. Las primeras evidencias de su presencia en nuestro territorio se remontan por lo menos a unos 20.000 años. Por aquel entonces llegaron como miembros de los primeros grupos de cazadores-recolectores nómadas que se establecieron en el país y cumplieron un papel de primer orden en la supervivencia de las comunidades. Eran las encargadas de recolectar productos agrícolas, criar pequeños animales, tejer la ropa del grupo familiar, cocinar los alimentos y cuidar de los hijos, entre otras tareas, mientras los hombres se dedicaban a la caza y a la pesca. Con el paso de los siglos, las sociedades indígenas se hicieron más complejas, alcanzando altos grados de desarrollo, a nivel de confederaciones de cacicazgos. El papel de la mujer fue determinante en la economía, en la supervivencia de las tradiciones y las costumbres, en la alfarería y la elaboración de textiles, pero hay muy pocas evidencias de su participación en la vida pública o en la guerra. Sin embargo, en muchas culturas predominó la costumbre de transmitir la herencia y los cargos públicos por vía femenina, lo cual ubicaba a las mujeres en el centro de las relaciones políticas y de parentesco. A través del matrimonio se establecían vínculos que resultaban útiles para la guerra o para el comercio. Este papel destacado dejó su huella en la mitología precolombina, donde son comunes las deidades femeninas, asociadas con temas como la fertilidad de la tierra y la abundancia de las aguas. Recordemos a la Bachué de los muisca que, según los cronistas, era considerada la madre de toda la humanidad. Durante la Conquista, la mujer indígena tuvo un papel activo y destacado. Son bastante conocidos los casos de la india Catalina o la cacica Gaitana, personajes que han sido idealizados como arquetipos de la traidora y la rebelde, pero hubo miles de mujeres que participaron de diversas maneras en este proceso. Los grupos de conquistadores que recorrieron el Nuevo Reino de Granada iban acompañados por guerreros indígenas, quienes a su vez iban con sus mujeres. Fueron ellas las que se encargaron de conseguir la comida y alimentar las tropas de ambos bandos, sirvieron como intérpretes de los españoles y como sus compañeras sexuales. También sirvieron a los indígenas para establecer alianzas con los europeos, dándolas en matrimonio a los conquistadores. En casos muy especiales, algunas dirigieron levantamientos que llegaron a poner en jaque a los colonizadores. Una vez establecida la dominación española y el sistema de la encomienda, las mujeres fueron usadas en el servicio doméstico y en una serie de tareas, como la producción de ropa, alimentos y otros productos para los encomenderos. En el campo, tuvieron que hacerse cargo de las tareas agrícolas, domésticas y comunitarias, mientras los hombres trabajaban en las haciendas o en las minas. Aquellas que eran miembros de la nobleza indígena corrieron con mejor suerte. Algunas prosperaron junto al resto de su familia, establecieron alianzas con los sectores dominantes de cada localidad y reunieron pequeñas fortunas. Se distinguieron por su temprano apego a la religión católica y las costumbres españolas, patrocinando la construcción de iglesias y dejando mucho dinero para obras pías. La única representación pictórica que existe de una mujer indígena colonial en nuestro país, es un retrato de la cacica de Sutatausa (Cundinamarca), que se hizo en la iglesia que ella y su familia patrocinaron durante la primera mitad del siglo XVII. Otro grupo importante de indígenas comenzó desde el siglo XVI a migrar de sus pueblos hacia las ciudades recién fundadas, de manera voluntaria o forzosa, donde se establecieron como sirvientas en las casas de las gentes ricas o como artesanas, vendedoras ambulantes, tenderas, chicheras, etc. En su mayoría fueron madres solteras que conformaron los barrios pobres y periféricos de ciudades como Santafé, Popayán o Pamplona. Su trabajo resultaba vital para la economía urbana y algunas alcanzaron a acumular modestas fortunas que les permitieron comprar alguna propiedad y mejorar su nivel de vida, para desaparecer luego como grupo diferenciado entre los mestizos pobres de cada ciudad. Hasta el final de la Colonia, las mujeres indígenas siguieron manteniendo su importancia social y económica, tanto en el campo como en la ciudad y las tendencias señaladas en siglos anteriores se acentuaron. Su presencia en las ciudades fue cada vez mayor, al tiempo que las comunidades campesinas se iban despoblando, debido a la migración y al mestizaje. Se sabe que muchas indígenas participaron en revueltas locales durante el siglo XVIII, que se organizaron para protestar por medidas como el alza de impuestos o las arbitrariedades de las autoridades coloniales. Casi siempre encabezaban los levantamientos, blandiendo piedras y palos contra los curas o los corregidores, como sucedió durante la rebelión de los Comuneros en 1781. Luego, durante la Independencia y las diferentes guerras civiles que azotaron al país a lo largo del siglo XIX, su presencia como apoyo en todas las tareas logísticas de los ejércitos fue determinante para lograr cualquier victoria. Las indígenas en el siglo XX han ido ganando espacios poco a poco, pero ha sido un proceso lento, compartiendo en general las mismas trabas que afectan a las mujeres pobres latinoamericanas de todas las condiciones étnicas. Aunque siempre fueron reconocidos sus conocimientos tradicionales, el acceso a la educación formal ha sido muy reciente. La mayoría empezaron como maestras en sus comunidades, pero en décadas recientes han ido ingresando a carreras como el derecho o la medicina. También, durante el siglo XX comenzó su participación en la vida pública nacional, en un proceso que involucra a todas las mujeres colombianas. Después de la Constitución de 1991 su presencia en cabildos y otras instituciones de gobierno se ha incrementado, aunque la política sigue siendo un campo dominado por los hombres. Pero el costo de este avance ha sido grande: migran a las grandes ciudades, alejándose de sus comunidades. Destacado Las indígenas también sirvieron para establecer alianzas con los europeos, dándolas en matrimonio a los conquistadores. Recuadro Bachué: personaje de la mitología muisca. Según la leyenda trasmitida por los cronistas españoles del siglo XVI fue la madre de toda la humanidad y emergió de la laguna de Iguaque (Boyacá) acompañada de un niño pequeño, que al crecer se unió con ella y tuvieron muchos hijos que poblaron el mundo. Luego regresaron al agua convertidos en serpientes. Catalina: se dice que fue raptada en pueblo de Zamba (Galerazamba, Bolívar) y le sirvió de intérprete al conquistador Pedro de Heredia en 1533 durante la conquista y fundación de Cartagena. Se casó luego con Alonso Montañez y viajó con él a España. Se cree que murió en Sevilla. Gaitana: era la madre de un cacique de la región de Timaná (Huila) y ayudó a organizar una rebelión compuesta por yalcones, paeces y otros grupos en contra de Pedro de Añasco a raíz del asesinato de su hijo, hacia 1538. En una batalla, el conquistador fue tomado prisionero y Gaitana lo hizo torturar y ejecutar, cobrando venganza de esta manera. Catalina Moyachoque: era la hermana mayor del cacique de Turmequé (Boyacá) a la llegada de los españoles. Hacia 1550 se casó con el conquistador y encomendero Juan de Torre. Es el primer caso documentado de un matrimonio entre una noble indígena muisca y un conquistador. Fue madre del famoso Diego de Torre, cacique de Turmequé, quien dirigió una campaña a favor de los derechos de los indios, que lo llevó hasta España a entrevistarse con Felipe II. Bárbara Muelas: líder política y docente del pueblo de Silvia (Cauca). Fue elegida recientemente vicegobernadora del Cabildo Guambiano. Es una de las primeras mujeres que ha alcanzado un alto cargo en las instituciones de gobierno tradicional indígena. * Historiador del Icanh (Instituto Colombiano de Antropología e Historia).