Especiales Semana

A vender afuera

Los productores de alimentos han sabido compensar la menor demanda interna con ventas cada vez mayores al exterior.

22 de abril de 2002

Aunque el de alimentos es un sector que depende en gran medida del consumo interno las empresas debieron esforzarse por aumentar su presencia en otros países y las exportaciones terminaron por salvar los resultados de la industria en 2001.

Los resultados del sector en años anteriores demuestran que en tiempos de crisis las empresas de alimentos sufren menos que el resto de la industria, pero cuando la economía mejora su recuperación es más lenta. Ante la debilidad de la demanda interna la opción era exportar más y, a juzgar por los resultados, así lo hicieron. Dentro de la lista de las 100 empresas más grandes del país, 11 pertenecen al sector de alimentos y, excluyendo al Fondo Nacional del Café, las exportaciones de estas empresas crecieron un 21 por ciento y sus ingresos un 18 por ciento. Según la Encuesta de Opinión Industrial Conjunta de la Andi para el 92 por ciento de las empresas del sector las exportaciones registraron un aumento.

Al analizar las cifras consolidadas se encuentra que las exportaciones de alimentos procesados en el año 2001 ascendieron a 887 millones de dólares, 8 por ciento más altas que las registradas en 2000. El azúcar, los productos de café y los confites ocupan los primeros lugares dentro de los productos exportados, seguidos de camarones y atunes. Aunque los principales destinos de las exportaciones de alimentos procesados continúan siendo Estados Unidos y Venezuela, sorprende la importancia comercial de países como Haití, República Dominicana y Puerto Rico.

“La competitividad de los productos colombianos en el sector de alimentos procesados ha permitido a las empresas, de un lado, mantener su participación de mercado frente a los productos importados y, del otro, aumentar sus exportaciones”, dice Carlos Enrique Piedrahita, presidente de la Compañía Nacional de Chocolates. Esta empresa, por ejemplo, triplicó el año pasado sus exportaciones, al pasar de siete a 19 millones de dólares.

A nivel local, las empresas intentaron estimular a los consumidores mediante el lanzamiento de nuevos productos y el fortalecimiento de sus marcas y redes de distribución. Estas últimas son críticas en el negocio de alimentos procesados y, según Carlos Mario Giraldo, presidente de Noel, constituyen una de las principales fortalezas de las empresas nacionales frente a la competencia externa. La inseguridad, sin embargo, impidió que muchas empresas distribuyeran sus productos en ciertas zonas del país.

La rentabilidad es otro punto crítico. Si bien dentro de la muestra de las empresas más grandes de alimentos el margen operativo es en promedio del 10 por ciento y presenta una leve mejoría respecto al año anterior, la encuesta de la Andi concluye que el deterioro de la rentabilidad es uno de los problemas de esta industria. La crisis económica y el endurecimiento de las condiciones para comercializar los productos a través de grandes cadenas han obligado a las empresas a bajar los precios y a ofrecer permanentemente descuentos y promociones, con la consecuente reducción de sus márgenes de ganancia.

Los empresarios argumentan que con la entrada al país de hipermercados extranjeros se ha desarrollado una serie de prácticas que restringen el ingreso de proveedores a las cadenas de autoservicio. Este tema está siendo discutido por la Andi, Fenalco y los grandes supermercados con miras a establecer un código de prácticas comerciales que beneficien a toda la cadena.

Una preocupación común a todas las ramas del sector alimentos es la diferencia en los aranceles que se aplican a las materias primas agrícolas dentro de la Comunidad Andina. Las industrias de alimentos de Venezuela y Ecuador importan, en muchos casos, materias primas con aranceles muy inferiores a los que pagan las empresas colombianas. Dado que las materias primas representan cerca del 67 por ciento de los costos del sector, esta desigualdad pone a las empresas en una posición competitiva desfavorable.

También se presentan diferencias en los aranceles que pagan los productos en las distintas etapas de la cadena productiva. Para importar azúcar, por ejemplo, las empresas deben pagar un arancel variable de hasta un 80 por ciento, mientras que la importación de productos de confitería sólo está gravada con un arancel del 20 por ciento.

Dentro de las fortalezas del sector de alimentos cabe destacar la labor de los convenios de competitividad, que buscan aprovechar las ventajas de trabajar conjuntamente entre los distintos eslabones de las cadenas productivas. La cadena azúcar-confitería-chocolatería, la cadena exportadora de lácteos y la cadena del sector cárnico participan en convenios de este tipo, que han servido de marco para resolver los conflictos que tradicionalmente se presentan entre productores agrícolas e industriales.

Para el futuro uno de los principales retos de las empresas de alimentos es la conformación del Area de Libre Comercio de las Américas (Alca). Las compañías han identificado a sus competidores regionales y dicen estar listas en términos de productividad. A juicio de Octavio Campo, director de la Cámara Sectorial de Alimentos de la Andi, el Alca representa una gran oportunidad para el sector y, a la vez, un gran riesgo. Afirma que la industria no pide condiciones proteccionistas especiales en la medida que las condiciones de competitividad internas sean similares a las de otros países.

Al analizar los comportamientos de las ramas que hacen parte del sector de alimentos se encuentra que, en general, les fue bien.

Para los productores de azúcar, una rama que exporta cerca del 50 por ciento de su producción, la estabilidad en los precios contribuyó a obtener buenos resultados en 2001. “Lejos de ser bonanza, pero fue un mejor año”, dice Ricardo Villaveces, presidente de Asocaña. Ingenios como Manuelita, Incauca y Providencia presentaron crecimientos en ventas de entre un 19 y 26 por ciento.

Colanta, el productor más grande de lácteos, fue una de las empresas con mayor dinamismo en 2001. Sus ingresos aumentaron un 28 por ciento y sus utilidades lo hicieron en un 45 por ciento.

A los fabricantes de aceites y grasas, según Camilo Caicedo, presidente de Fecolgrasas, los frenó la inequidad en las condiciones de competencia. Aunque la demanda interna presentó un pequeño crecimiento, la importación de productos refinados de países como Bolivia impidieron un mejor desempeño.