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ACELERADOR A FONDO

Por cuenta de sus triunfos en Inglaterra, el camino del piloto colombiano Juan Pablo Montoya hacia la Fórmula 1 está más despejado que nunca.

16 de octubre de 1995

QUE A UN PILOTO COLOMBIANO LE fuera bien en un circuito automovilístico internacional era hasta hace algunos años un evento digno de destacar a grandes titulares. La razón es sencilla: un acontecimiento de esos era más bien atípico y pocos imaginaban que los corredores de Simca y Renault 4 de Tocancipá llegaran a codearse con los grandes pilotos del mundo en las pistas norteamericanas o europeas. Al lado de las exigentes competencias internacionales, el automovilismo colombiano parecía de mentiras, y el hecho de que Roberto José Guerrero hubiera llegado a competir en Fórmula 1 se había constituido en toda una proeza.
Pero hoy, por cuenta de Juan Pablo Montoya, las buenas noticias sobre los pilotos nacionales en el extranjero se han vuelto comunes. A los medios de comunicación casi les parece normal que este piloto bogotano de apenas 20 años haya conseguido la victoria en la duodécima carrera del torneo inglés de automovilismo, correspondiente a la Copa Vauxhall Lotus. Y tal vez parece normal porque con el que obtuvo la semana pasada lleva nueve triunfos acumulados en lo que va de la temporada, y lo más probable es que termine el campeonato en la tercera posición.
La verdad es que Montoya ha corrido tan parejo desde que decidió probar suerte en Estados Unidos y luego en Inglaterra, que la noticia sería que le fuera mal. Sin embargo, lo curioso es que, a su edad, lo que el joven piloto capitalino ha hecho hasta el momento tiene de todo menos de normal. La crítica europea no ha reservado comentarios acerca de su enorme potencial como piloto. Juan Pablo Montoya ha acaparado los titulares de la prensa especializada y las grandes figuras del automovilismo, entre ellos Jackie Stewart, lo miran como la figura más prometedora del momento, el único capaz de convertirse en el piloto más joven en ser campeón mundial de Fórmula 1.
Pero si al inicio de la temporada el vaticinio del piloto inglés había sido tomado más como un halago que como una perspectiva realizable, hoy el tema se ha mirado en Colombia con tanta seriedad que la ilusión de ver de nuevo a un colombiano compitiendo en la categoría reina del automovilismo mundial está más cerca que nunca. Pablo Montoya, su padre y manejador, y sus patrocinadores están dispuestos a hacer lo necesario en aras de que esta joven promesa del automovilismo mundial, al que han comparado con Ayrton Senna, no se quede a medio camino. Y para ello han montado una empresa gigantesca que dirigirá el promotor de espectáculos Felipe Santos, la cual estará destinada a obtener los fondos y el respaldo suficientes con el objetivo de lograr que Juan Pablo Montoya, quien ha demostrado con sobrados méritos que la inversión merece la pena, conduzca por fin un Fórmula 1.