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Dice Isabel Vargas Lizano, Chavela para el mundo, que nació cantando y así quiso morir. | Foto: Archivo SEMANA

HOMENAJE

Adiós a la Dama del Tequila, Chavela Vargas

Tras 93 años de desamores, pistolas y mucho tequila, falleció la gran Chavela Vargas. No la venció el machismo, el alcohol, los desengaños y el olvido. Se cansó de tanto vivir y se fue de parranda con la muerte.

Laura María Ayala
6 de agosto de 2012

Desde que nació Chavela Vargas, las rancheras y los boleros no son los mismos. Mientras los demás se escondían detrás de la imponencia del mariachi, ella susurraba, gritaba, maldecía y se enfrentaba a la inmensidad del escenario, armada con dos guitarras tristes y su voz ronca.

Cuando la dama de poncho rojo, pelo de plata y carne morena se paraba frente al público, abría los brazos como un Cristo y se desgarraba las entrañas. Se exprimía el alma en cada verso. Nadie como ella hizo llorar al mundo.

Bien lo dijo Joaquín Sabina en su canción El bulevar de los sueños rotos: “las amarguras no son amargas cuando las canta Chavela Vargas y las escribe un tal José Alfredo”. Por eso este domingo cuando se detuvo su corazón, en su cuenta de twitter se leyó: "Silencio, silencio: a partir de hoy las amarguras volverán a ser amargas... se ha ido la gran dama”.

La Chamana, como le decían, hizo de rancheras como Un mundo raro, La Llorona y Paloma Negra clásicos de la música popular. Su garganta, que llegó a beber 45 mil litros de tequila, la convirtió en leyenda así como sus excentricidades.

Vestía como un hombre, fumaba tabaco, bebía tequila y se rumoraba que llevaba una pistola debajo de su gabán rojo. “Chavela vivió como se le daba la gana en una época en que a nadie sabia darle la gana”, en palabras de Carlos Monsiváis.

También se decía que secuestraba jovencitas en su caballo blancoy galopaba por las avenidas más céntricas de México, que había matado un hombre, que tiene una leve cojera porque se lanzó de una ventana tras un desengaño y que estrelló un Jaguar contra un árbol al día siguiente de haberlo estrenado.

No temió admitir que era lesbiana en televisión. "Lo que duele no es ser homosexual, sino que lo echen en cara como si fuera una peste", escribió. Incluso en 2007 rechazó un Grammy honorario.

Rebelde y trasgresora en el país de los meros machos, algunas de las figuras más importantes de la cultura mexicana del siglo XX cayeron bajo su hechizo. Se paseaba de gancho con Agustín Lara, era la musa de Juan Rulfo y llegó a vivir con los pintores Diego Rivera y Frida Kahlo, antes de que 'Friducha' falleciera en 1954.

Se codeó con la realeza y se rumoró que la princesa Grace Kelly había sido su compañera de alcoba, al menos en sus fantasías. Hasta Hollywood cayó en su hechizo y la de la voz áspera con ternura cantó en la boda de Elizabeth Taylor con el productor Mike Todd y se hizo íntima de Ava Gardner.

Chavela fue amiga de presidentes y emires, de los escritores Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez, de Pablo Neruda y de Igor Stravinski. No contenta con eso, también conoció a Trostsky y a Carlos Gardel.

Le canta a México

Chavela hizo en vida cuanto quiso. Nació en San Joaquín de las Flores, Costa Rica, pero se le pegó la gana ser mexicana y se hizo más charra que el chile y el tequila.

Hija de un campesino, Francisco Vargas, y una aristócrata, Herminia Lizano, sus padres pronto la abandonaron. Chavela quedó en manos de unos tíos que le enseñaron a arrear vacas y a fregar ropa, pero nunca a querer. A los 14 años huyó del maltrato y de quienes la señalaban por negarse a usar falda y jugar con muñecas y preferir las pistolas y, por supuesto, los pantalones.

Fue a parar al Distrito Federal y allí se ganó los frijoles, primero como empleada doméstica y luego rasgándose la garganta en las calles. "México me enseñó a ser mujer. Pero no dulcemente sino a patadas. Me dijo, ¿quieres cantar? Entonces aguanta", escribió la Vargas en su autobiografía Y si quieres saber de mi pasado.

A mediados de los 50 conoció a José Alfredo Jiménez en la barra de un bar y en 1961, éste apadrinó el primero de sus más de ochenta discos. Así comenzó una carrera que se curtió con serenatas callejeras y terminó en escenarios como el Carnegie Hall de Nueva York.

Volver, volver

Su carrera empezó y terminó dos vaces porque la que no le teme a nada sufría de pánico escénico, una timidez que la paralizaba frente al micrófono y sólo el tequila sabía espantar.

Empezó con una copa antes de cada concierto, que poco a poco se convirtió en una botella, dos, tres, hasta que el alcohol la consumió por completo y tuvo que abandonar los escenarios. "Me emborrachaba y me iba a cantar por las calles. Todo me lo tomé", dijo la artista.

Por 15 años se dedicó al tequila que, ingrato, acalló su voz y algunos llegaron a darla por muerta. Chavela descendió al infierno pero resurgió cantando.

El periodista ibérico Manolo Arroyo la redescubrió en 1990 en un barsucho de Coyoacán, donde cantaba, y la llevó a España. Allí la recibió Pedro Almodóvar con los brazos abiertos y, a sus 72 años, Chavela revivió de sus cenizas y cumplió uno de sus mayores sueños: cantar en el Olympia de París, el templo de Edith Piaf.

Desde entonces el mundo recordó que estaba enamorado de Chavela y la intérprete de La Macorina cantó y cantó cada vez que su salud le dió tregua.

El cine también le coqueteó. Debutó en el séptimo arte en la película Grito de piedra del director Werner Herzog y en 1991 Almodóvar la invitó a participar en la banda sonora de Tacones Lejanos. Luego participaría en Babel de Alejandro González Iñarritu y en Frida de la estadounidense Julie Taymor, curiosamente interpretando el papel de la muerte o la pelona, como le dice de cariño.

En el último trago

Antes de partir La Vargas quiso hacerle un homenaje póstumo a Federico García Lorca, uno de sus amigos más cercanos. "Federico está en todo lo hermoso del mundo, en una flor que nace, ahí está Federico. Nosotros tenemos esa cosa fea de decir 'murió', pero no, no, anda por ahí y anoche yo tuve el privilegio de verlo", dijo Chavela en el lanzamiento del disco Luna Nueva.

Justamente durante la promoción de este trabajo en España, a mediados de julio, Chavela tuvo que ser hospitalizada por cansancio y pidió regresar a su México querido.

Al llegar a Cuernavaca, Morelos, tuvo una recaída y sus problemas renales y cardiorespiratorios se agudizaron. Hoy falleció a la una de la tarde cerca de las montañas con las que tanto le gustaba hablar cada mañana. Murió con una sonrisa dibujada en su rostro.

Y es que Chavela nunca le tuvo miedo a la muerte. En una ocasión dijo: “la vida es bellísima, pero la muerte también es hermosa. Yo he dicho muchas veces que voy a ir a mi propio velorio, pero a burlarme de mí. La muerte siempre ha andado conmigo” y como dice la canción de Tomás Méndez que tanto le gustaba a la Vargas “Se va la muerte cantando por entre las cantinas, en qué quedamos, pelona, ¡me llevas o yo te llevo!”.

Semana.com le hace un homenaje a Chavela Vargas que con su voz desgarrada escribió una de las mejores páginas de la música popular. Aquí algunas de sus canciones más memorables:

La Llorona
 

Chavela convirtió este clásico de la cultura popular mexicana en su obra maestra.
 

 
Macorina
Su primer exito fue la Macorina, convertida en himno por la guerrilla salvadoreña. En españa el dictador Francisco Franco la prohibió por su contenido provocador.
 


El Ultimo Trago  

Días antes de morir un grupo de seguidores de la cantante le llevó al hospital su última serenata para despedirla con música, como siempre quiso. Entre los temas estaba El Ultimo Trago. 
 

 
Un mundo raro

En noviembre de 1998, Chavela Vargas junto a Joaquín Sabina y otros cantantes homenajeron al compositor José Alfredo Jiménez. El mexicano fue compañero de tragos y de pilatunas de la Chamana y con sus letras la llevó al éxito.