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Adiós a Lenin

Ya sin comunismo los rusos no saben qué hacer con la momia de su líder en la Plaza Roja.

12 de febrero de 2006

Hace 81 años murió Vladimir Ilich Ulianov, conocido como Lenin. En diciembre de 1991 cayó la Unión Soviética que había fundado, los nombres de ciudades y calles bautizadas en su honor empezaron a ser cambiadas, como el caso de Leningrado que se volvió a llamar San Petersburgo y se retiraron de calles y plazas muchas estatuas que recordaban sus glorias. Pero su cadáver ha sobrevivido a estos hechos y al paso del tiempo. En un mausoleo de granito ubicado en la Plaza Roja de Moscú, comunistas nostálgicos y turistas se asoman a diario para ver tras la urna de cristal la momia incorrupta del padre de la revolución, bajo unas luces que hacen que el tono de su piel se vea saludable. Pese a las ocho décadas que lleva ahí , luce quizá mejor que a sus 53 años, cuando murió, según los reportes oficiales, de un infarto cerebral. Por orden de Stalin fue embalsamado para preservar su imagen eternamente joven. El dios del proletariado no podía descomponerse. Ahora una nueva controversia amenaza la permanencia del cuerpo en su sitio de honor en el corazón del poder, pues para muchos, a 14 años del fin del régimen comunista la 'reliquia' habría perdido su valor. En días pasados Georgi Poltavchenko, asesor del presidente Vladimir Putin, declaró que ya es hora de enterrarlo, medida que para muchos es en realidad idea de Putin, quien estaría sondeando la opinión popular. "No es justo que quienes iniciaron los conflictos sigan en el centro de nuestro Estado cerca del Kremlin", afirma. Vladimir Yirinokvski, líder del Partido Liberal Democrático de Rusia, apoyó la iniciativa: "la reconciliación nunca se logrará mientras Lenin no sea retirado de la Plaza Roja y el Partido Comunista sea ilegalizado", dijo. Los seguidores de esta idea aseguran que se cumpliría la voluntad de Lenin, pues su viuda habría manifestado su deseo de darle sepultura. Proponen enterrarlo en el cementerio Vólkovskoye de San Petersburgo, donde descansa su madre, muy cerca de donde se encuentra el zar Nicolás II, asesinado por los bolcheviques. Sugieren que de haber sido así, se habrían ahorrado los millones que se han gastado en su mantenimiento periódico y en los elegantes trajes con que lo han vestido, pues cuidar una lápida habría resultado más económico. El debate ha tomado tal dimensión, que un excéntrico millonario ofreció comprar la momia por un millón de dólares y construir un nuevo mausoleo en Elista, a 1.600 kilómetros al sur de Moscú. La idea de trasladar a Lenin no es nueva. En los años 90 el presidente Boris Yeltsin habló de enterrarlo, como sucedió con el cadáver de Stalin, que había compartido morada con su antecesor en el mausoleo y que fue inhumado junto al muro del Kremlin. Propuso un referendo para decidir el futuro del cuerpo, aunque la iniciativa no se llevó a cabo por las objeciones de los comunistas. Pero sí se atrevió a retirar la guardia de honor y ordenar que el Estado dejara de financiar el mantenimiento para que diversas fundaciones se encargaran. El dilema continúa y para las autoridades y el pueblo no es fácil tomar una decisión. Después de casi 80 años de adoctrinamiento permanente en la ideología comunista, con Lenin como único dios, no es fácil aceptar de la noche a la mañana su desmitificación, especialmente para quienes crecieron en ese dogma. Guardadas las proporciones, sería como si un día les dijeran a los cristianos que Jesús no es el hijo de Dios. Por otro lado, a pesar de que el comunismo fracasó y de que Lenin creía en la violencia como método para imponer el cambio, le es reconocida su condición de patriota, nacionalista y luchador por la justicia social. Además, como explicó a SEMANA el profesor Hugo Fazio, especialista en Rusia, "es el símbolo de la época de mayor grandeza de este país, cuando se convirtió en potencia". Por ello no es automático que pueda recibir el trato de un tirano derrotado. Pero lo cierto es que a las nuevas generaciones parece no importarles la suerte de este símbolo y que las visitas al mausoleo se han reducido. La momia de Lenin se salvó de los nazis en 1941, cuando tuvo que ser trasladada a Siberia; de un hombre que quiso rematarla entrando con pistola al mausoleo; de otro que agrietó la urna con un martillo, y hasta de los hongos que de vez en cuando aparecen. Pero tal vez no sobreviva a la indiferencia. Quizá lo único que se conservará del cuerpo del líder soviético serán las partes de su cerebro que se encuentran dentro de una caja fuerte en un instituto de investigaciones científicas de Moscú.