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ADIOS A UN PATRIARCA

Con la muerte de Fernando Londoño y Londoño el país pierde a un colombiano de una especie que parece estar en vía de extinción.

5 de diciembre de 1994

EN UNA EPOCA EN QUE PRIMA LO MATErial, la avidez por el dinero rápido y el desprecio por lo intelectual, la vida de Fernando Londoño y Londoño queda como ejemplo para las nuevas generaciones. Londoño era un símbolo de su comunidad y un patriarca de su generación. Personificaba al ciudadano correcto que valora el interés común, al hombre honesto y ponderado, al convencido de que la superación se logra con base en el trabajo y el esfuerzo y al académico que antepone el valor de la cultura y el conocimiento al fácil deslumbre del dinero.
Llegó muy joven a Popayán, a cursar sus estudios de derecho en la Universidad del Cauca. Inmediatamente dio muestras de su gran inteligencia y de su inclinación por el conocimiento humanístico. Junto con otros jóvenes caldenses, como Otto Morales Benítez y Jesús Estrada Monsalve, formó parte de un grupo privilegiado de estudiantes a quien el maestro Guillermo Valencia acogió bajo su égida y estimuló en el cultivo de su capacidad intelectual.
Ahí mismo entrabó una estrecha amistad con Guillermo León Valencia e inició su carrera política como diputado suplente de éste último a la Asamblea del Cauca cuando apenas tenía 19 años. De ahí en adelante fue ascendiendo en una exitosa y meteórica carrera pública. Fue al Congreso en varias ocasiones en representación de Caldas, fue gobernador de ese departamento, juez de la República, embajador en Francia y en Brasil, ministro de Gobierno y Canciller de la República. Sólo le faltó llegar a la Presidencia, a pesar de que su nombre fue considerado como una opción del Partido Conservador en un par de ocasiones.
El rasgo más sobresaliente de su carrera política fue su oratoria y su elocuencia. Admirable en la tribuna, se caracterizaba por la utilización de un lenguaje muy preciso y por su con gran habilidad para adjetivar. Su capacidad era tal que se distinguió como el mejor orador del Congreso mientras estuvo ahí.
Por su origen caldense y por sus vínculos familiares no podía haber sido ajeno al mundo del café. Para los cultivadores del grano los apellidos Londoño y Londoño, de Fernando y su hermano Leonidas, estaban tan ligados a su actividad que se podían considerar dos palabras más de la compleja jerga de esa industria. Fernando Londoño fue un verdadero revolucionario del café que luchó en forma discreta pero decidida, junto con Hernán Jaramillo Ocampo, por la democratización de la Federación Nacional de Cafeteros.
Fue una de las primeras víctimas en Colombia de un secuestro. Este crimen lo golpeó tanto que después de su rescate nunca regresó a la actividad pública. Con su desaparición, la semana pasada, se pasa una página de la historia nacional a donde los colombianos tendrán que regresar en busca de guía y de inspiración.