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| Foto: León Darío Peláez

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Alberto Zalamea, el periodista y la academia

Con motivo de la muerte de Alberto Zalamea a sus 82 años, Semana.com presente a sus lectores este entrevista que concedió en 2005 a la revista Intertextos de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Jorge Tadeo Lozano (UJTL), de la cual fue decano.

Santiago Peña Aranza
10 de septiembre de 2011

Alberto Zalamea fue un reconocido periodista bogotano, galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar a la vida y obra. Desde muy joven se inició en el diario La Razón; posteriormente pasó a la agencia de noticias France Press y al semanario Crítica, que dirigía su padre Jorge Zalamea; luego se vinculó a El Tiempo, dirigió desde 1959 la revista Semana (en su primera época) y después creó y dirigió La Nueva Prensa.
 
Pero Alberto Zalamea no se conformó con el periodismo; también participó en la vida política y diplomática. Se desempeñó como concejal de Bogotá y representante a la Cámara, fue jefe de la delegación colombiana en asambleas internacionales, embajador en Costa de Marfil, Italia y Venezuela, fue constituyente en 1991 y desempeñó otros cargos de importancia.
 
Aparte de ser un hombre exitoso, Alberto Zalamea es una persona cordial y educada; por su experiencia habla con propiedad y serenidad sobre el país, la comunicación y el mundo. Ve a la academia como el sitio donde el comunicador perfecciona su arte, se hace crítico y fortalece su pensamiento y capacidad de análisis, y el lugar donde se enseñan las técnicas para facilitar el gran esfuerzo de interpretar.
 
Santiago Peña Aranza: En la Constituyente usted votó en contra de la Constitución; esto es algo que sorprende un poco y sería muy interesante profundizar qué motivos tuvo para asumir tal postura.
 
Alberto Zalamea: Bueno, yo estuve en una posición muy crítica desde el comienzo de la Constituyente; consideré que había sido un experimento fracasado, improvisado, en el cual fuera de los artículos primeros, que corresponden a los derechos humanos, y que son una parte importante, creo que lo demás se hizo a la carrera.

Yo fuí dejando una serie de constancias sobre el particular, no fue que simplemente el día de la clausura me levantara y dijera: "no". Eso era el resultado de toda una política que se había realizado durante los cuatro meses, en toda la Constituyente.

S.P.A.Usted también ha dicho que en la Constitución hay muchos derechos pero muy pocos deberes por parte de los ciudadanos.

A.Z. Eso es cierto también. Se le otorgaban demasiadas prerrogativas a un poder del Estado como lo es el ejecutivo. Como usted recuerda, tal vez gran parte de los artículos relacionados con los derechos del hombre sí fueron adoptados prácticamente por mayoría absoluta; yo voté a favor también de este tipo de información sobre los derechos del hombre, que están en el corpus de la Constitución en los primeros treinta artículos.
 
S.P.A. Y la Constitución de 1991 ¿acaso no trajo muchos avances en comparación con la de 1886?
 
A.Z. Sí en relación con este contexto: con los derechos del hombre.Y es cierto que en cambio hacía poco énfasis en los deberes del hombre, pero también hay una serie de artículos sobre el particular. Y lo que yo sostenía era que se trataba de una Constitución improvisada, hecha a la carrera, que había podido tener mucho más estudio, mucho más desarrollo. Y todo se había hecho a la carrera porque querían prácticamente salir de ahí para conformar sus partidos políticos aquellos que pudieron ingresar a la llamada pequeña Constituyente.

S.P.A. Es decir que había una mala organización...

A.Z. Y también ideologías muy diversas, porque había una serie de grupos: el M-19, el liberalismo, el conservatismo, Salvación Nacional, etc. Cada uno de estos grupos tenía su ideología y quería que esta se reflejara en la Constitución; para eso hicieron una Constitución larguísima, de trescientos y algo artículos, muy larga en comparación con otras constituciones: la Constitución de los Estados Unidos, la italiana, de apenas ciento y algo de artículos. Los norteamericanos todavía están en pequeñísimas enmiendas a su Constitución. Y en general la Constitución debe ser el corpus del acuerdo de las sociedades, de todos los estamentos de un cuerpo político; en cambio, aquí lo que se hizo fue lanzar una serie de artículos sobre el corpus, y la prueba de eso es que desde el 91 hasta hoy se ha reformado la Carta más de cuarenta o cincuenta veces.

En general, una Constitución no tiene por qué reformarse, sólo en casos de grandes crisis políticas; pero no era aquí tampoco el caso, sino que cada uno quería meter su "artículito", generalmente para vanagloriarse de ello ante la opinión pública, la opinión política, en fin. A mi juicio, se había improvisado notablemente.

S.P.A. La comunicación no solamente es el periodismo. Éste es una parte importante, pero no es todo...

A.Z. Los medios de comunicación tienen hoy una enorme importancia en el mundo, y es a través de ellos que se comunica el hombre con sus congéneres y conforma la sociedad, y en la sociedad son la mejor manera de establecer entre todos los hombres los acuerdos que se llaman luego constitucionales.

S.P.A. ¿Cómo facilitan esa formación de la sociedad las facultades de comunicación social?

A.Z. Bueno, tal vez con la intervención y el análisis de todos los temas que conforman una facultad. Por ejemplo, en el caso del periodismo. El periodismo es el método de comunicación por excelencia de los hombres de nuestro tiempo; eso lo hemos visto todos los días en la televisión, en la radio, en los periódicos; naturalmente, se requiere un enorme esfuerzo crítico, un enorme esfuerzo interpretativo, y eso es lo que tienen que enseñarles sus profesores en las cátedras y cómo la constante corrección del pensamiento a partir de los hechos es lo que llama a pensar, y ese pensamiento es el que hay que tratar de conocer y corregir cuando se da el caso.

S.P.A. ¿Cuáles son los lineamientos de formación de comunicadores en la UJTL?

A.Z. Estos lineamientos tienen como objetivo esencial divulgar, defender los principios y valores que constituyen la esencia de nuestra nacionalidad. La universidad debe ser un gran centro cultural y autónomo que reivindique el derecho a la cultura en todas sus manifestaciones.

S.P.A. ¿Qué extraña o qué resaltaría usted de los comunicadores de la década de los 80 o de alguna época en especial, comparándolos con los del siglo XXI?

A.Z. Los comunicadores de los años 80 no tenían todavía ese concepto macro que tiene hoy la comunicación social; el periodista estaba más limitado a ciertos temas de su profesión; en cambio, hoy ya se ha entendido y comprendido la importancia de la comunicación social en todos sus aspectos, que no es solamente escribir un artículo de prensa sino el comunicar a grandes masas, por ejemplo, la verdad sobre los acontecimientos. Hoy es importante saber entender, por ejemplo, el resultado de las encuestas publicitarias. Las encuestas son una forma también de la comunicación social, pero una forma muy peligrosa si no se sabe interpretar y comprender.

S.P.A. ¿Cómo analiza el manejo que le dan los medios a la información; es decir, la información se maneja de forma correcta?

A.Z. Personalmente creo que no. Creo que se abusa precisamente de las encuestas. Se abusa de todo lo que significa acciones de los gobiernos; en general, el periodista hoy está muy entregado a lo que dicen y hacen las agencias de publicidad, y sobretodo las encuestadoras, que pretenden reemplazar totalmente al periodista y al comunicador social.

S.P.A. Con su vasta experiencia, ¿qué sugerencia le haría a los medios para que mejoren el manejo de la información?

A.Z. Pues es muy difícil sugerir, porque la información está en manos de unos grupos muy pequeños, prácticamente monopolios de prensa, y por tanto es muy difícil enfrentarse a ese poder, pero hay que hacerlo; una de las formas de hacerlo sería lograr que los comunicadores sociales pudieran sindicalizarse o lograr que los medios de comunicación fueran propiedad de los comunicadores y de los periodistas. Eso me parece que es lo más importante en las actuales circunstancias para lograr que haya mayor sindéresis en el tratamiento de esas informaciones.

Esas informaciones pueden tratarse de varias maneras; la prueba es que las encuestas dan uno u otro resultado según quién las esté financiando o las esté solicitando. Contra eso también hay la posibilidad de que los columnistas retomen estos temas y los hagan entender a la opinión pública, pero eso es difícil, porque estos columnistas escriben en periódicos o en medios de comunicación que están al servicio de los monopolios de los que hablabamos; entonces hay un círculo vicioso prácticamente. Sin embargo, no hay que desesperar, hay que tratar de entender que los derechos establecidos en la Constitución del 91 pueden, o mejor aún, deben ser adaptados a las actuales circunstancias.

S.P.A. Y por parte del gobierno, ¿considera usted que hay censura?

A.Z. Censuras puede haber de varias maneras: hay censura directa, como en los años 40, cuando en los periódicos había un censor enviado por el gobierno, por el Ministerio de Comunicaciones; claro que esa censura no existe hoy, pero existe otra censura, y es la censura de quien hace depender los noticieros de televisión, por ejemplo, nuevamente de los monopolios informativos, sobretodo en este caso económicos; creo que esa es la situación. Prácticamente lo que hay es una autocensura.

S.P.A. ¿Hay algún objetivo, ya sea en su vida política o como periodista, que le haya quedado pendiente?

A.Z. Realmente no, porque tuve la fortuna de ocupar una serie de posiciones que eran las máximas en sus rubros: fui embajador varias veces, que es lo máximo en la carrera diplomática; después fui director de periódicos, de revistas, realmente en ese aspecto no he tenido sino satisfacciones personales; ahora entiendo que la situación en aquellos años era tal vez más fácil que hoy, aunque no estoy muy seguro, pero de todas maneras no me quejo. Pero sí me hubiera gustado que publicaciones mías como La Nueva Prensa hubieran podido subsistir. Creo que revistas como esa hacen mucha falta, no para que las dirigiera yo, sino para que gentes nuevas lograran realizar ese tipo de publicaciones que hoy no pueden tener porque los costos serían prácticamente inimaginables.

En aquella época, digamos hace 30 años, era más fácil, no se requerían capitales tan grandes para levantar una revista o hacer un noticiero o hacer un comentario diario en Caracol o RCN; era más fácil en ese sentido la vida periodística y de la comunicación.

Entre otras cosas las encuestas prácticamente en aquel instante no existían, entonces no podían influir tanto en la opinión pública; las encuestas son una invención prácticamente moderna, de los últimos 10 años, pero a su vez lógicamente estas empresas son empresas de comunicación social. Lo que pasa es que están tal vez, en algunos casos, mal dirigidas. Dirigidas hacia un objetivo que no debe ser el más recomendable; por ejemplo, las encuestadoras hoy hacen, fabrican, antes de las elecciones, senadores, representantes, hacen presidentes de la República.