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Después de ocho años, Travel Channel canceló el programa ‘Sin reservas’ que conducía Bourdain. Ahora empezó un proyecto con CNN llamado ‘Lugares desconocidos’. | Foto: Cortesìa CNN

GASTRONOMÍA

Anthony Bourdain, el chef rebelde

Anthony Bourdain se dedica a explorar el mundo en un programa de televisión de CNN. La semana pasada el turno fue para Colombia.

4 de mayo de 2013

Cuando  era  niño, Anthony Bourdain soñaba con ser un caricaturista clandestino, pues estaba obsesionado con el cómic Zap. Se trataba de una historieta muy creativa, pero sucia, políticamente incorrecta y llena de vicios e intrigas. Era tan subida de tono que se vendía con la advertencia “únicamente para intelectuales adultos”, lo que no impidió que siguiera leyéndola y anhelando crear las oscuras historias de esos personajes. 

Sin embargo, Bourdain no necesitó de dedicarse al dibujo para continuar con la trama de Zap. A pesar de que cambió el lápiz por las sartenes y los cuchillos, vivió su propia historia de confabulaciones, excesos y sobresaltos en las cocinas más prestigiosas de Nueva York.

En 25 años frente al fogón, Bourdain tuvo todo tipo de vivencias que los comensales jamás veían desde las elegantes mesas de mantel blanco, hasta que las publicó en Confesiones de un chef. El libro, que relata las barbaridades que ocurren en las cocinas de los restaurantes, se convirtió inmediatamente en un best-seller y, de repente, el autor se volvió una estrella. Desde entonces ha conducido tres programas de televisión en los que viaja por el mundo comiendo las delicias y conociendo las costumbres de cada país. Ahora se alió con CNN para hacer Lugares desconocidos (Parts Unknown), una serie similar a su éxito Sin reservas de Travel Channel. 

El proyecto con el canal de noticias empezó en abril y la semana pasada el capítulo estuvo dedicado a Colombia, donde probó el tamal y las arepas e incluso jugó tejo. Pero para llegar a la vida despreocupada y relativamente glamurosa que el cocinero muestra en la pantalla chica, ha recorrido un larguísimo camino lleno de caídas y decepciones. 

Se enamoró de la comida cuando probó las ostras en un viaje familiar a Francia. Sin embargo, en vez de una escuela de cocina, entró a Vassar, una institución educativa de artes liberales. No fue una buena elección, pues en su segundo año abandonó el plantel para empezar en el Instituto Estadounidense de Culinaria (CIA, por sus siglas en inglés). Se graduó en 1978 y comenzó su travesía por los restaurantes neoyorquinos. 

Empezó como lavador de platos en locales pequeños y poco a poco fue escalando hasta convertirse en chef ejecutivo. Al mismo tiempo Bourdain desarrollaba su adicción a las drogas pesadas como la heroína y el crack, que mantuvo durante casi toda su vida en los restaurantes. “Estábamos drogados todo el tiempo y no perdíamos oportunidad para meternos al cuarto frío a ‘conceptualizar’. No se tomaba prácticamente ninguna decisión si no había drogas de por medio”, admite en su libro. 

Su problema era tan pronunciado que una vez tuvo que vender su colección de discos para comprar sustancias. Su vida privada era un desastre y eso muchas veces se reflejaba en el ambiente de trabajo en las cocinas de Supper Club, One Fifth Avenue, Sullivan’s y Brasserie Les Halles. Los años que estuvo en este último lo inspiraron para escribir su confesión. 

Todo empezó como un artículo que, aunque nadie le había encargado, escribió y envió a la revista The New Yorker. Para su sorpresa, el editor quedó tan complacido que decidió publicarlo. Las páginas estaban salpicadas de los toques característicos de Bourdain: un sentido del humor vulgar, realidades crudas sobre lo que pasa a puerta cerrada en los restaurantes y una honestidad brutal que no se doblegaba ante nada y no buscaba complacer a nadie. 

Pronto, todos los focos estaban puestos en el chef que se atrevió a nombrar lo innombrable, así que la editorial Bloomsbury se apresuró a capturar a la nueva estrella. Los ejecutivos le propusieron convertir el artículo en un libro, cosa que el cocinero logró al escribir todos los días antes de su extenuante jornada de 16 horas en el bistró. 

Finalmente, en 2000 publicó el texto que no solo retrata su experiencia en la cocina y los clientes con los que tenía que lidiar, sino que le da a los comensales excelentes consejos para que no coman entero, como jamás pedir pescado los lunes porque lo más probable es que esté viejo.

El libro era solo el comienzo de su nueva vida, pues la fama le llegó cuando ya había dejado atrás sus adicciones y era mucho más estable. Después del éxito editorial, Bourdain grabó una serie llamada A Cook’s Tour, que duró dos años, fue jurado en programas de cocina como Top Chef y asesoró una comedia basada en su libro,  protagonizada por Bradley Cooper. 

La cúspide pareció llegar en 2005 cuando empezó el programa de Travel Channel por el que es conocido en el mundo: Sin reservas. En ocho temporadas, el neoyorquino viajó a decenas de países, probó comidas exóticas y destacó los aspectos más positivos de sitios lejanos. 

El año pasado el canal canceló el show, pero dado el reconocimiento mediático de Bourdain, pronto se hizo a un nuevo espacio con CNN. El programa Lugares desconocidos es el nuevo consentido del chef, quien de hecho ya nunca está frente al fogón.  “La verdad es que no extraño cocinar, sino el sentimiento después de haber cocinado, cuando puedes evaluar lo que hiciste y tus habilidades”, dijo una vez al diario británico The Guardian. 

Bourdain insiste en que nunca quiso ser famoso e incluso desaprueba a los chefs estrellas que se sienten omnipotentes solo porque salen en los titulares de prensa. Paradójicamente, ese concepto se empezó a construir a partir de su relato, pues sirvió para darle estatus a la profesión de cocinero. “Es un buen momento para ser chef, pues ahora nos valoran y eso no solo es bueno para nosotros, sino para la calidad de la comida. El cliente ya no es el rey y lo que él come lo decide uno”, ha dicho en varias ocasiones. 

Hoy, además del nuevo programa Bourdain, de 56 años, también dicta conferencias que, según él, realmente pagan las cuentas y le dejan dinero. Sus apariciones en vivo son motivo de euforia colectiva y cada vez que llega a un restaurante hay al menos un fanático que lo quiere invitar a un trago. Pero tal vez lo que más disfruta es estar con su esposa Ottavia y su hija Ariane, con quien lucha para que coma cualquier cosa menos comida chatarra. 

El resto del tiempo debe pensar en un contrato que firmó con la editorial Harper Collins para su propia colección de libros. En principio son textos de cocina escritos por otros chefs que él revisa o prologa, pero, como la mayoría de las cosas que le pasan, ese proyecto podría tomar otro camino. Tal vez incluso logre retomar las truculentas aventuras de Zap.