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APOCALIPSIS AHORA

Durante la inauguración del X Congreso de Publicidad, Alvaro Mutis les jaló las orejas a los publicistas. SEMANA dialogó con él.

16 de noviembre de 1998

Una calavera monumental, sonriente y alicorada, se apoderó del salón principal del Centro de Convenciones de Cartagena durante el acto inaugural del X Congreso de Publicidad. La calavera, símbolo universal de lo venenoso y lo mortal, invitaba a tomar una bebida mezcladora del ron y había despertado la indignación de Alvaro Mutis. De Mutis, el publicista. De Mutis, el escritor. De Mutis, el ser humano.A diferencia de los rosarios de elogios, felicitaciones y lugares comunes de los actos inaugurales de todos los congresos en los que los invitados de honor se dedican a agradecer su designación como tales, recordando a los asistentes cómo son de inteligentes _los asistentes_, cómo son de simpáticos _los asistentes_ y cómo son de creativos _ los asistentes_ Alvaro Mutis optó por un camino distinto que hizo fruncir ceños y ocultar sonrisas.Después de una juiciosa intervención de Nicanor Restrepo Santamaría, alma y nervio del poderoso Sindicato Antioqueño, Mutis, en una especie de uno-dos sin ensayos, remató la faena dejando clavadas en los atónitos congresistas, una tras otra, las preguntas que cuestionan en su entraña el quehacer publicitario en el fin de siglo."El individuo ya no existe. Ni la publicidad ni nada, ni nadie tiene en cuenta a la persona. La masa compradora es impulsada a consumir lo que no necesita con el dinero que no tiene. Hay una ansiedad histérica por el consumismo y en esa carrera se borró la persona", le dijo Mutis a SEMANA la mañana siguiente de la inauguración. ¿Pero, es que acaso _se le preguntó_ no hay una ética básica en la publicidad?"Debería haberla _dijo Mutis_ pero no la hay. No la hay porque tampoco hay ética en el mundo. La ética y la compasión se acabaron. Ya no existen". Y lo dice así. Sin titubeos. Sin vacilaciones. Con una contundencia que no deja siquiera campo para la nostalgia. Ni para la evocación. La cadena de premios, distinciones y merecimientos que Mutis ha ido acumulando en su vida no lo distraen de sus conclusiones. Ni la fama ni la gloria que tanto tocan la percepción que del mundo tienen los grandes distorsionan as conclusiones fundamentales de Mutis. Fundamentales y dolorosas. Pero, maestro, ¿no hay salida?" No se ve. Nos estamos hundiendo... nadie puede explicar a Sarajevo, una masacre promovida y mantenida por los traficantes de armas". Mutis, está claro, no cree en los argumentos esquemáticos sobre la efectividad de la publicidad. Censura la publicidad negativa, y la que trafica con el dolor y con la muerte, y la que solo busca generar estremecimientos en los seres humanos para que se recuerde un nombre o un producto."Yo soy pesimista. ¿Cómo se puede ser optimista con las imágenes de Africa, en contraste con la poderosa Europa o Estados Unidos... no, no hay compasión... sólo si un día despertamos y decidimos jugar nuestro propio juego, entonces tendremos chance".Alvaro Mutis ya se tiene que ir. Un compromiso, otro. Una visita rápida. Sus frases retumban. ¿Cómo titularía usted, maestro, su propio discurso? Dos palabras bastan, y una película: "Apocalipsis ahora".