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Caníbal 'on line'

Una historia de canibalismo, peor que la de Hannibal Lecter, resultó ser cierta y tiene escandalizado al mundo entero.

11 de agosto de 2003

"Busco joven de entre 18 y 30 años, bien formado, para sacrificarlo". Este anuncio en Internet parecía un chiste. Más inverosímil era la segunda parte del mensaje: "Un hombre que desee que le corten el pene para comerlo antes de ser apuñalado hasta morir". Sin embargo Armin Miewes no estaba jugando. Este alemán de 41 años fue acusado de asesinato después de confesar paso a paso cómo mató y se comió a un hombre que respondió a su anuncio en marzo de 2001.

Sus vecinos de Rothenburgo, una idílica localidad medieval cercana a Kassel, en Alemania, nunca se imaginaron que ese personaje "educado, bien vestido, reservado y cordial" hubiera instalado una especie de carnicería en el sótano de su casa antigua. En realidad este ex sargento del ejército, experto en programación de computadores con un buen salario y homosexual, tenía el mismo sueño desde los 12 años: "Imaginaba a mis compañeros de colegio dando vueltas en un asador y rostizándose lentamente", aseguró en una entrevista. Fueron necesarios 29 años y 430 contactos vía e-mail para que su fantasía se hiciera real.

Su primer paso fue buscar a sus víctimas en salas de chats con nombres como 'Gourmet', 'Café Caníbal' y 'Cómeme', donde escribía su mensaje con el nickname Franky. Y al parecer era exigente pues en una oportunidad rechazó a un hombre al conocer la descripción de su cuerpo: "demasiado gordo". En febrero de 2001 encontró en los chats a Cator. Su verdadero nombre era Bernd Jürgen Brandes, de Berlín, bisexual de 43 años, también experto en sistemas, quien había renunciado a su trabajo en Siemens. Después de un intercambio de mensajes le pareció perfecto.

"Yo soy tu Cator, yo soy tu carne", le dijo la víctima cuando en marzo se encontraron en la estación del tren de Kassel. Miewes lo recibió en su casa con una buena dosis de brandy y tranquilizantes. En la noche, cuando entraron en confianza, él empezó a grabar el encuentro. Primero cortó su pene y vendó a Brands para que no sangrara mientras ambos comían el órgano cercenado y freído con ajo, sal y pimienta. Luego el chef le sugirió a su cena que se sumergiera en un bañera con agua caliente para que se desangrara y hacer más fácil el proceso. Tomó un cuchillo de 18 centímetros y apuñaló en el pecho a su víctima. En seguida lo colgó cabeza abajo y lo destripó. Miewes tajó 65 libras de carne del cuerpo de Brandes y las guardó en un congelador para que se conservara durante meses y hacer asados en el jardín de su casa, donde enterró los huesos de la víctima. "Esto fue indescriptible. Odio, amor, felicidad, poder. El sueño de mi vida se había realizado", aseguró.

Todo se descubrió cuando el caníbal decidió comer carne nueva. Un joven de Austria que leyó el mensaje contactó a Miewes pero se aterrorizó cuando percibió que Franky no estaba bromeando y avisó a las autoridades. Curiosamente otras seis personas habían respondido el anuncio, así como la policía también lo hizo para descubrir la identidad de Franky, lo cual les llevó dos meses. En noviembre del año pasado, cuando requisaron su casa, encontraron en la nevera 15 libras de carne humana. Brandes había sido su única víctima. La fiscalía de Kassel confirmó que la secuencia completa del crimen está registrada en una cinta. Otra evidencia son las recetas para preparar carne humana (pene en vino rojo e hígado apanado) que hallaron entre su colección de libros y videos de Walt Disney.

Miewes confesó su crimen pero aseguró que la víctima le dio su consentimiento para matarlo y comérselo. Las autoridades aún no han podido descifrar el gran enigma: ¿por qué aparecieron voluntarios para semejante aberración? Ni siquiera un suicida decidido tiene por qué someterse a humillaciones de tal naturaleza.

Miewes no será juzgado por canibalismo pues las leyes de Alemania no contemplan ese delito, pero sí por asesinato, aunque será difícil determinar qué tan culpable es si es cierto que, además del suyo, hizo realidad el sueño de su víctima.