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¿COMO LO HACEN?

El drama de la página en blanco lleva a muchos escritores a la excentricidad.

25 de diciembre de 1989

La próxima vez que se encuentre con un escritor, pregúntele cómo lo hace, si acaso dentro de un ataúd, como Edith Sitwell, o de pie, como Ernest Hemingway, o en medio de la fragancia de una canasta de manzanas, como Schiller. Un libro que acaba de aparecer, A Natural History Or the Senses, contiene una serie de sorprendentes y curiosas revelaciones sobre los hábitos, costumbres y manias de destacados escritores para poder adelantar su oficio, algunos extravagantes y otros rayando en los limites de la demencia.

Edith Sitwell, antes de iniciar el trabajo cotidiano, se acostaba durante un rato largo dentro de un ataúd, buscando la serena soledad que necesitaba para inspirarse, y el poeta Federico Schiller acostumbrada a colocar una cesta con manzanas muy maduras y cuando tropezaba con una palabra o una frase, entonces inhalaba el aroma que brotaba del suelo. En 1985, investigadores de la Universidad de Columbia descubrieron que el olor de las manzanas tiene el poder de moderar los impulsos de la gente y hasta evitar la presencia de pánico entre grandes multitudes.

Amy Lowell, lo mismo que George Sand, se sentía atraída por enormes cigarros mientras escribía y en 1915 exageró su afición, llegando a reunir más de diez mil con el fin de evitar cualquier escasez en pleno trabajo.
Por su parte, Honorato de Balzac bebía más de 50 tazas de café al día y eso le causó la muerte intoxicado con la cafeína. W.H. Aulen era capaz de beber más de 25 tazas de té mientras escribía, y algunos escritores, como Víctor Hugo y Benjamin Franklin, aceptaban que trabajaban mejor si estaban desnudos. Por su parte, D.H. Lawrence confesaba a menudo que antes de escribir saltaba desnudo de árbol en árbol.

Gabriela Colette, por ejemplo, antes de usar la primera hoja se pasaba varios minutos sacando pulgas a su gato, y cuando viajaba siempre llevaba abundantes porciones de queso carnes frías, pan, flores y vino. Hart Crane tenía costumbres más extrañas Organizaba fiestas ruidosas y repentinamente desaparecía en su habitación; colocaba un disco con el Bolero de Ravel mezclado con una rumba cubana, escribía desesperadamente y retornaba a la reunión con los ojos brillantes, mostrando a los invitados las cuartillas que había logrado, como un gran triunfo.

Stendhal mientras escribía "La cartuja de Parma", todas las mañanas leía varias páginas del Código Civil francés con el fin, decía, de alcanzar el tono correcto que la novela demandaba. Willa Cather devoraba la Biblia con el mismo propósito. Alejandro Dumas, padre, utilizaba papel rosado para sus trabajos periodísticos, azul para las novelas y amarillo para sus poemas y para curarse el insomnio; todos los días a las 7 de la mañana se comía una manzana bajo el Arco del Triunfo. Rudyard Kipling siempre exigía la tinta más oscura posible, y Alfred de Musset, el amante de George Sand, contaba cómo si saltaba de la cama, después de hacer el amor, directamente al escritorio lograba sus mejores trabajos.

En ese plano sensual, Voltaire escribía sobre la espalda desnuda de su amante, mientras escritores como Robert Louis Stevenson, Mark Twain y Truman Capote trabajaban mejor acostados. Capote llegaba al extremo de proclamarse como un escritor completamente horizontal, pero Hemingway prefería escribir de pie, pisando el suelo de baldosas en su finca Vigía, en las afueras de La Habana, donde ahora funciona un museo. Edgard Allan Poe escribía con su gato siamés en el hombro, y autores como Thomas Wolfe, Virginia Woolf y Lewis Carrol también lo preferían de pie.

La lista de manías hasta incluye momentos históricos, como el protagonizado por Benjamin Franklin quien escribía dentro de su bañera durante largas horas. La primera pieza introducida a Estados Unidos, obviamente fue llevada por Franklin, en 1780. Coleridge, más romántico, prefería dos granos de opio para inspirarse, y T.S. Eliot escribía con más entusiasmo cuando tenía gripa.

Paul West escuchaba y escuchaba interminablemente la misma pieza musical de Ferruccio Bisoni sin poder explicar por qué, y John Ashbery primero pasea por el bosque, luego bebe una taza de té hindú y escucha música de cámara.

William Gass, quien estuvo recientemente en el festival de arte de Cali, tiene otras costumbres, según lo confesó: comienza el día tomando fotos durante dos horas, especialmente de las peores zonas de la ciudad donde vive, San Luis, Misuri, y luego se marcha a escribir. Lo curioso es que para Gass esta costumbre no es rara.

Hay más manías, costumbres raras, actitudes extrañas que no lo son para los mismos escritores. Estos simplemente buscan una forma más fácil de poder ejercer su oficio con más frecuencia.--