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Jacques-Yves Cousteau nació en 1910 y murió en 1997. Se casó dos veces y tuvo dos hijos con su primera mujer. | Foto: A.F.P.

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Cousteau llega al cine en L’Odyssée, y su legado divide opiniones

Revolucionó la manera de ver los océanos al llevar a las pantallas la exploración submarina. La película L’Odyssée cuenta su vida y obra, ¿revelará sus polémicas?

27 de octubre de 2016

El mar sigue siendo un misterio para los seres humanos, pero lo poco que han visto y los ha maravillado tiene, en gran parte, un único responsable. Jacques-Yves Cousteau, un francés de nariz prominente, pelo blanco y peculiar gorro rojo, hizo de la exploración marina su vida y cautivó a millones al compartirla con el mundo. El Comandante, como se le conocía, grabó las primeras imágenes de las profundidades oceánicas, de la flora y la fauna, y lo logró por su pasión por las cámaras y con uno de sus inventos, la escafandra autónoma, que amplió enormemente las posibilidades que los buzos tienen hoy en día.

Esta semana tiene en lugar en el país el estreno de una película que ha generado enorme expectativa por la dimensión mundial del personaje. L’Odyssée narra la vida y obra de Cousteau, quien a bordo de su barco, el mítico Calypso, encabezó centenares de expediciones, realizó documentales premiados y cuestionados, y una recordada serie de televisión que incluso sirvió de material de referencia en cientos de salones de clase alrededor del mundo. Jérôme Salle, el director, decidió filmar la película tras enterarse de que su hijo no tenía la menor idea de quién fue el comandante Cousteau, su ídolo de infancia. Como millones alrededor del mundo, Salle todavía idolatra al explorador, y será interesante ver si incluyó en la cinta las polémicas que rodean su vida.

En efecto, detrás del aura mítica, para algunos Cousteau no era un científico, y tenía más vocación de showman que de protector del medioambiente. Como sucedió con Santa Teresa de Kolkata, a quien le llovieron críticas cuando el papa anunció su canonización, algunos historiadores cuestionan varias decisiones tempranas del personaje. El escritor y director Gérard Mordillat, uno de sus más mordaces críticos, menciona que en 1954 incurrió en prácticas innobles: dinamitó corales y muchos animales murieron por causa de sus decisiones al filmar sus películas.

Sin duda el legado de Cousteau tiene sus fallas, pero estas no lo definen. Según él mismo aseguró, a medida que viajó adquirió más conciencia sobre su impacto en la naturaleza, lo que corroboran sus colaboradores e hijos (con quienes no tuvo una relación tranquila). Pasó de interactuar agresivamente con su objeto de estudio, una práctica común de los naturalistas hasta los años sesenta y setenta, a descubrir que el depredador más peligroso es el ser humano.

Inmersiones e invenciones

Jacques-Yves Cousteau nació en 1910 en un hogar pudiente, y aprendió a nadar a los 4 años. De los 10 a los 12 años vivió en Nueva York donde aprendió su particular inglés. De vuelta a Francia su familia se instaló en Marsella, una ciudad costera en la que compró su primera cámara. Pero su temperamento explosivo hizo que sus padres lo enviaran a un internado militar, que lo enfocó. A sus 20 entró a la Academia Naval francesa, entrenó dos años y navegó uno. Quería ser piloto de la aviación de la Armada, pero su temeridad al volante le robó la posibilidad cuando perdió el control de su auto en una curva y escapó por poco de la muerte. El lado derecho de su cuerpo quedó paralizado y sumó 12 fracturas. Los doctores le recomendaron amputar su brazo paralizado e infectado, pero se negó. Se sometió a terapias y arduas sesiones de natación y salvó así su vida. Desde entonces se forzó a nadar más lejos y más profundo, y cuando adaptó unas gafas de piloto para ver bajo el agua, lo que vio cambió su vida.

Con el estallido de la Segunda Guerra y los nazis ocupando Francia, Cousteau se quedó en su país para servir a la resistencia. Por sus acciones recibió la cruz militar 1939-1945, aunque Bernard Violet, su biógrafo no autorizado, asegura que jugaba a dos bandos y que era indudablemente antisemita. Su hermano Pierre-Antoine murió en 1958 como un traidor a Francia, pues adoptó la doctrina nazi y la propagó desde su labor de periodista.

En la posguerra se concentró en combinar la vida acuática y el cine. Una vez logró grabar bajo el agua cerca de las islas Embiez, se empeñó en refinar los equipos de buceo que dependían enteramente del suministro de aire desde la superficie. Tuvo éxito cuando integró al buceo un regulador para motores de gasolina inventado por el ingeniero Emile Gagnan. Cousteau y Gagnan adaptaron el aparato y en 1943 patentaron el Aqualung, o escafandra autónoma, que revolucionó la relación del hombre con el agua, y que sigue siendo básicamente el equipo usado por los buzos en el mundo. “Desde este día nadaremos millas desconocidas para todo hombre, libres, y nuestra piel sentirá lo que saben las escamas de los peces”, dijo el explorador entusiasmado.

En 1947 buscaba minas bajo el agua para la Armada francesa, pero también estableció el récord de profundidad en 300 pies y examinó un naufragio romano en aguas tunecinas. La experiencia lo llevó a independizarse en 1951 para realizar su sueño de hacer documentales. El británico Thomas Loel Guinness le dio alas al alquilarle un barco por un canon de un franco al año. Desde ese punto Cousteau y el Calypso fueron inseparables. El buque se volvió tan famoso que se vendían modelos a escala.

Para financiar una tripulación le rogó al gobierno, y para conseguir equipamiento apeló a los fabricantes. También publicó en 1953 El mundo del silencio, un éxito en ventas que a la fecha ha vendido casi 6 millones de copias. Y dos premios Óscar lo hicieron un hombre mundialmente reconocido: en 1957 su filme El mundo del silencio se llevó la estatuilla a Mejor documental (repitió ese mismo en 1965 por El mundo sin sol), y en 1960 se llevó el galardón a mejor cortometraje por El pez dorado. Su rostro apareció en la portada de la revista Time y John F. Kennedy le otorgó la Medalla de Oro de la National Geographic Society.

El envión fue suficiente para dar vuelo a su proyecto masivo, El mundo submarino de Jacques Cousteau, un programa que lo llevó a millones de pantallas de televisión entre 1969 y 1976. Para Violet el programa marcó un giro: al principio Cousteau dejó el protagonismo a los animales, y con el paso del tiempo enfocó la narrativa en sí mismo. Pero poco importa: más allá de los problemas personales y de sus defectos humanos, Cousteau cambió al mundo, inspiró a millones y abrió una ventana que nadie se había atrevido a cerrar.