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A la espera del maestro

A días de su cumpleaños 60, Daniel Day-Lewis filma la cinta que marcará su regreso y genera enorme expectativa. Esta es la historia del único hombre que ha ganado tres premios Óscar a mejor actor.

22 de abril de 2017

“No podría hacer este trabajo si no fuera a mi propio ritmo”, aseguró Daniel Day-Lewis sobre su manera de abordar la vida profesional. Aprendió esa lección en los años ochenta, cuando alternaba su creciente carrera cinematográfica con múltiples obras teatrales. En 1989, mientras interpretaba a Hamlet en el National Theatre, su ritmo desenfrenado e inmersión total en el papel le pasaron factura. Luego de varias funciones, una noche abandonó el teatro en plena presentación. Aseguró haber visto el fantasma de su padre, tal como el personaje shakespeariano que encarnaba, y se alejó de las tablas para siempre.

El destino del mejor actor de cine en la historia, según la Academia hollywoodense y millones de fanáticos, estaba marcado. En sus venas corre la sangre de su padre, el poeta Cecil Day-Lewis, de su abuelo Michael Balcon, que lideró el renombrado Estudio Ealing, y de su madre, Jill Balcon, una actriz. Su hermana mayor, Tamasin Day-Lewis, escribe y produce documentales, y él, que cuando era adolescente gozaba trabajando en la carpintería, no miró atrás luego de ingresar a la exigente Bristol Old Vic

Theatre School. Peleó con el sistema educativo en su infancia y adolescencia, y encarriló el resto de su vida hacia la actuación.

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Day-Lewis no sale en la pantalla grande desde 2012, cuando de la mano de Steven Spielberg presentó Lincoln. Ese papel le representó el tercer premio Óscar a mejor actor (lo había conseguido en 1990 por My Left Foot y en 2008 por There Will Be Blood), lo que nadie más ha logrado. Él no se cree el mejor, como afirman algunos. De hecho, lo considera una estupidez. Pero su trabajo habla por él. En una cinta como Gangs of New York, dirigida por Martin Scorsese, eleva una película agridulce con su personaje despiadado y borra del mapa a su coprotagonista Leonardo DiCaprio.

Por eso emociona que en 2017, justo diez años después de su devastador retrato del magnate petrolero Daniel Plainview en There Will Be Blood, prepare su regreso con Paul Thomas Anderson, el mismo director de esa producción. Se trata de un drama de mitad del siglo XX, enmarcado en Londres, en el mundo de la moda y los textiles, que promete, y sin sorpresas, podría significarle una nueva nominación, y por qué no, un cuarto Óscar.

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Su carrera floreció en ambos lados del océano en 1985, cuando protagonizó My Beautiful Laundrette y A Room with a View. La crítica especializada tomó nota de su enorme talento, y una vez dejó atrás su lado teatral se enfocó en deslumbrar. Siempre ha tenido como método meterse de cabeza en sus personajes. Como ilustra la BBC, “pasa por un proceso de inmersión completa en el papel que le toca, para apropiarse de emociones y pensamientos y mirar el mundo desde la perspectiva del personaje, tanto como sea posible”.

Añade la publicación que en Lincoln seguía hablando como el expresidente incluso en los descansos, y pidió a los británicos del equipo que no le conversaran para no recuperar su propio acento. En There Will Be Blood evitó todo contacto con el actor Paul Dano, pues eran enemigos en la cinta y no quería interferencias. Para My Left Foot se negó a abandonar su silla de ruedas por semanas y pedía que lo empujaran y lo alimentaran en la boca, y en In the Name of the Father pasó en vela tres noches seguidas para la escena del brutal interrogatorio de un hombre falsamente acusado de terrorismo. “Las palabras deben siempre ser tuyas, de eso se trata actuar”, le respondió Day-Lewis a una joven admiradora que le escribió una carta tras verlo deslumbrar en el teatro. “Cada vez es la primera vez, cada palabra, por pensamiento o impulso, debe ser tuya”.

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La familia Day-Lewis, curtida en recibir la atención de los medios, suele rechazar sus acercamientos. A tal punto llega esa actitud que Daniel dejó de hablarle a su medio hermano mayor Sean por compartir detalles de su vida personal a un periodista. Se sabe que está casado con la directora Rebecca Miller, con quien tiene dos hijos, y que tiene otro con la actriz Isabelle Adjani, con quien terminó su relación por fax. Se sabe que nació en Inglaterra y que desde 1993 también es ciudadano irlandés. Aunque a juzgar por su carrera, es un artista universal.