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DE DAMA A VAGABUNDA

Carolyn Scott, quien fuera la mejor amiga de la princesa Grace Kelly, es hoy una mendiga que deambula por las calles de Nueva York.

14 de febrero de 1994

EL DIA QUE Grace Kelly y el príncipe Rainiero de Mónaco contrajeron matrimonio, en 1956, Carolyn Scott Reybold encabezaba la fila de damas de honor. Era la mejor amiga de la actriz que ese día se convertía en princesa. Tan estrecha era la amistad de Carolyn y Grace que ella fue la primera persona, después de Rainiero, en conocer la noticia de su primer embarazo. Y cuando nació su primogénita, los príncipes de Mónaco decidieron ponerle el mismo nombre: Carolina.
Carolyn Scott había conocido a Grace unos años antes en la Academia Americana de Arte Dramático de Nueva York. Su amistad se cimentó en los sueños compartidos de ser estrellas de cine. Tenían 17 años. Al igual que la futura princesa de Mónaco, Carolyn había llegado en busca de mejores oportunidades. Pero mientras Grace apenas se ganaba la vida en el modelaje, Carolyn ya era una de las modelos exclusivas de la casa Ford. Después se casó con un prestigioso hombre de negocios francés.
El nacimiento de la princesa Carolina de Mónaco marcó un hito en el cuento de hadas que Grace Kelly vivís con su príncipe azul. Sin embargo, para la bella Carolyn Scott Reybold fue el inicio de una pesadilla. Poco antes su hija, de sólo tres años, había muerto en un accidente automovilítisco. Carolyn se culpó por lo sucedido, pues ella era quien iba manejando y le fue imposible sobreponerse a ese golpe. Comenzó a beber en forma tan frenética que pronto se convirtió en alcohólica. Dejó a su esposo, se apartó de sus amigos y de su familia y, con el tiempo, se quedó sola y sin dinero.
Grace intentaba infructuosamente ofrecerle ayuda cuando ocurrió el accidente en el que la princesa murió. Y esa fue la gota que derramó la copa. Carolyn se sumió por completo en el alcohol. La amargura y la soledad la llevaron finalmente lejos del principado. Atrás quedaron los tiempos de las portadas de las revistas y los banquetes en Mónaco.
Hace un tiempo un periodista la descubrió en un refugio para mujeres pobres de Nueva York. Actualmente Carolyn pasa los días sentada en una esquina o buscando penosamente comida en los botes de basura. Engrosa las hordas de vagabundos que deambulan por las calles de la Gran Manzana.