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Deporte de Reyes

A pesar de sus altos costos, en los últimos tiempos la afición por el polo en Colombia está cogiendo cancha.

28 de septiembre de 1992

POR ESTOS DIAS está a punto de terminar la temporada de polo de este año y las conclusión de los observadores es que este deporte ha experimentado en el último año un repunte, tanto en lo que se refiere al nivel profesional de los jugadores, como al número de aficionados. Aunque en Colombia existen pocos equipos Bogotá, Cali y Medellín el permanente intercambio con equipos extranjeros ha hecho que el polo colombiano alcance niveles competitivos con el exterior. Este hecho y la presencia de figuras extranjeras en las canchas del Polo y el Country Club de Bogotá, las del Club Campestre de Cali y las de Llano grande de Medellín, han dado un atractivo adicional a ese deporte que ha visto aumentar su público en los últimos tiempos.
Adicional, porque el polo, que ha sido por excelencia el deporte de "los elegidos", ha tenido siempre un muy especial atractivo: es un espectaculo de cooperación entre el hombre y el caballo, en ambos casos el "ejemplar" suele ser de buena estampa, y convoca a lo más selecto de la sociedad puesto que lo practican familias de larga tradición como los principes de Gales en Inglaterra, los Domecq en España, los Trujillo en República Dominicana, los Heguy en Argentina o los Sanz de Santamaria, Lloredas, Herreras y Reyes colombianos.
Lo curioso es que las huestes de los polistas esten aumentando a pesar de ser un deporte tan costoso. Para estar en todo hay que tener minimo seis yeguas -preferiblemente argentinas, por lo menos 10 tacos -ojalá ingleses-, varios pares de botas -inglesas aunque se soportan las tejanas- vendas norteamericanas en los colores de neón de moda, breeches británicos y otra cantidad de equipo menor. Todo ello por la módica y mínima suma de 100 mil dólares sin contar mantenimiento.
A pesar de ello, el polo sigue ganando adeptos en el país y el que fuera el deporte más elitista ve ampliar su círculo no sólo en terminos de nuevos interesados en jugarlo, sino el número de aficionados que quieren llenar las tribunas para ver a los ricos y buen mozos en acción.