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Detrás de cámaras

George Clooney es el nuevo miembro del club de los actores que se convierten en respetados directores. Otros nombres famosos integran ese grupo estelar.

4 de marzo de 2006

A trás parecen haber quedado los tiempos en que George Clooney era simplemente la cara más sexy de Hollywood. A sus 44 años, ya no es sólo el soltero más cotizado de la gran pantalla, cuya leyenda cuenta que ha llevado a la cama a más de 1.000 mujeres. Tampoco parece ser el actor gracioso de siempre, el mismo que tiene como mascota a un cerdo vietnamita llamado Max y que incluso se atrevió a hacer una película titulada El regreso de los tomates asesinos.

Ahora el galán se ha convertido en un director, productor y actor respetado por la crítica, con un total de siete nominaciones al Oscar este año: seis por su película Good night and good luck, especialmente la de director, mejor cinta y mejor guión original, y una por su papel en Syriana, en la que dejó a un lado la vanidad para engordar 15 kilos. Y como la primera trata acerca de la cacería a los supuestos comunistas en la era McCarthy, y la segunda, de la dependencia de los norteamericanos hacia el petróleo de Oriente Medio, se habla de su faceta como cineasta político, que se le mide a temas profundos y polémicos. Tanto es así, que lo han acusado de antipatriota.

"No soy un 'snob', también me gustan las películas de entretenimiento. Pero cuando uno hace películas como estas, es divertido abrir un debate", afirmó Clooney en una reciente rueda de prensa. Y es que poco a poco el actor ha ido siguiendo los pasos de figuras como Clint Eastwood, Robert Redford, Warren Beatty, Kevin Costner y Mel Gibson, quienes han sido distinguidos con el premio de la academia por su trabajo como directores, a pesar de haberse hecho famosos ante las cámaras y no detrás de ellas. Y gracias a eso ganaron, finalmente, el respeto de sus colegas y de la crítica. Las similitudes van más allá. La mayoría inició su carrera en la televisión y es muy probable que su gusto por la dirección haya nacido por trabajar con excelentes directores, como Franco Zefirelli, Sydney Pollack y Steve Soderberg, de quienes aprendieron a tener 'buen ojo'.

Pero para que George Clooney llegara a este punto debió recorrer un largo y en momentos penoso camino. "Muchas de las películas que he hecho no han sido grandes éxitos. Me sorprende que haya podido seguir trabajando", dijo en una oportunidad. Como todo aspirante a actor, tuvo que pasar las duras y las maduras, al punto de dormir en el clóset de la casa de un amigo, sin suficiente dinero para comer y teniendo que aceptar todo tipo de papeles de segunda para sobrevivir. Comenzó haciendo comerciales y luego participó en varios pilotos de series, los cuales nunca salieron al aire, desperdiciando así lo que muchos pensaban podrían haber sido sus mejores años dentro del mundo del espectáculo.

Su gran oportunidad llegó en 1994, cuando por fin fue contratado para un papel destacado dentro de una serie. Se trataba de ER, en la que interpretó durante cinco años al pediatra Doug Ross. Desde entonces comenzaron a llegar las ofertas con películas como Del crepúsculo al amanecer, El pacificador y Ocean's Eleven. Sus descalabros serían tan frecuentes como cuando interpretó a Batman en la cuarta entrega de la película. Sin embargo, hoy agradece esta experiencia porque asegura que le ayudó a abrir los ojos y a ser más selectivo con sus proyectos. Por eso creó una productora con Steve Soderberg, llamada Section 8 Entertainment, dedicada a impulsar películas independientes.

En 2002 Clooney debutó como director con Confesiones de una mente peligrosa, que no fue del todo bien recibida por el público, aunque bien calificada por los expertos. Para entonces tenía 41 años, la misma edad que Clint Eastwood cuando dirigió su primera película Escalofrío en la noche, con resultados similares. La gran diferencia es que este último tuvo que realizar 16 películas antes de ser nominado a un Oscar.

Clint Eastwood también comenzó haciendo papeles sin importancia en películas de medio pelo, hasta que fue contratado para la serie de vaqueros Raw Hide, en la que trabajó durante siete años. Su interpretación llamó la atención del director italiano Sergio Leone, quien lo lanzó al estrellato dentro del género del western, con películas como Por un puñado de dólares y El bueno, el malo y el feo. Su fama de macho rudo y atractivo durante los 60 la aumentó con películas como Harry el sucio. Por eso, cuando comenzó su carrera como director, se enfocó en este tipo de cintas. Lo sorprendente es que consiguió el reconocimiento como cineasta con Bird, una película más emotiva y sentimental sobre el jazzista Charlie Parker. Los Oscar llegarían por Los imperdonables y Million dollar Baby.

Estas distinciones produjeron una revisión de su trayectoria como actor y una reivindicación de su talento y no sólo de su poder sobre la taquilla. Este también es el caso de Mel Gibson, quien inicialmente se convirtió en el gran galán de las películas de acción de los 80, como Mad Max y Arma Mortal, además de haber sido nombrado como el primer hombre más sexy del mundo por la revista People. Pero fue con Corazón Valiente que obtuvo el aplauso de la academia en su papel de director y no de actor. Después vendría la controversia con La pasión de Cristo, con la que demostró que la crítica no le importa mientras pueda darse el gusto de realizar los proyectos que le llaman la atención.

De la misma manera, Robert Redford, la estrella taquillera de los 70 con películas como El golpe y Butch Cassidy, ha demostrado que lo que a él le interesa es el cine independiente, por lo que se dedicó a apoyarlo al crear el Sundance Festival. Después de 20 años de carrera recibió un Oscar por dirigir Ordinary People. Y un año más tarde, su contemporáneo, el también actor y sex symbol Warren Beatty se llevaría a casa la estatuilla por la película Rojos, acerca de la revolución rusa, demostrando que su fama podía ir más allá que las miles de conquistas por las que se convirtió en leyenda en Hollywood, forjando un nombre como uno de los cineastas más políticamente activos.

Casi todos han sucumbido a la tentación de en algún momento ser los protagonistas de sus propias películas. Pero quizá quien más provecho ha sacado de este recurso ha sido Kevin Costner. Danza con lobos le valió siete premios de la Academia, incluido el de mejor director. Pero cuando intentó repetir la fórmula con Mundo acuático y Mensajero del futuro, las más de tres horas de exposición egomaníaca resultaron nefastas para el público.

Por ahora, George Clooney no parece haber caído en este juego de protagonizar y sobre exponerse en sus propias cintas, y sus apariciones se limitan a papeles secundarios. Sin embargo, es consciente de que esto no es garantía de éxito. El nuevo integrante del grupo de actores directores sabe que, al igual que sus compañeros, vivirá altos y bajos en su más reciente faceta: "Dudo mucho que alguien sea tomado en serio por largo tiempo. Probablemente aparezca en algún 'reality show' en seis años diciendo: 'Hey, tuve un gran año en 2006' ".