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GUILLERMO ALBERTO GONZALES LE APUESTA A SAMPER EN UNA DE LAS EMBAJADAS MAS CRITICAS EN ESTE MOMENTO

4 de marzo de 1996

Aceptar un puesto en el gobierno la semana pasada era algo así como ganarse la rifa del tigre. Y fueron varios los colombianos que, pese a la gravedad de la crisis, prefirieron apostarle al gobiernode Ernesto Samper en lugar de darle la espalda. Entre ellos se encuentran María Teresa Forero de Saade, que aceptó el Ministerio de Trabajo, y Morris Harf Meyer, que se le midió al Ministerio de Comercio Exterior. Pero, sin duda, el que se encaramó en el potro más cerrero fue el nuevo embajador de Colombia en Venezuela, Guillermo Alberto González Mosquera, un caucano que se venía desempeñando como representante permanente de Colombia ante la Oficina Europea de las Naciones Unidas, con sede en Suiza. La tarea no es nada fácil puesto que las relaciones con Venezuela han sido por momentos mucho más candentes que la propia crisis interna colombiana. Prueba de ello es que el ministro del interior Horacio Serpa ha gastado tanta energía defendiendo a Samper ante los colombianos como el canciller Rodrigo Pardo defendiéndolo ante los venezolanos. En medio de semejante panorama, que hubiera espantado al más osado de los samperistas, González aceptó el reto. Y es que este paisano de Guillermo León Valencia, muy cercano a Víctor Mosquera Cháux, ex rector de la Universidad del Cauca, ex alcalde de Popayán y exgerente de la Caja Agraria, no siempre ha disfrutado de la diplomacia. También ha tenido que ponerse el overol para sacar adelante sus proyectos. Por ejemplo, durante el gobierno de Belisario Betancur, cuando ocupó la cartera de Trabajo, le tocó enfrentar un buen número de huelgas, entre ellas la de Fabricato y la de la hidroeléctrica de Betania. En esa oportunidad se dio la pela ante 64 sindicatos, 15 comités cívicos y 44 abogados demandantes, quienes llegaron a acusarlo de prevaricato ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara. Quienes lo conocen dicen que González no es de los que se arruga en los momentos difíciles. Es por ello que la situación actual con Venezuela no parece trasnocharlo. "No soy de los que le hacen el quite al toro, así que esta es una buena oportunidad para que las relaciones de Colombia y Venezuela se mantengan en buen nivel". Y, pese a la apariencia de duro e inflexible, el nuevo embajador en Venezuela es un convencido del diálogo como única vía para superar los conflictos: "El diálogo es para mí la antiviolencia" es una de las máximas que mejor lo definen. De cualquier manera, el reto que acaba de asumir González no es de poca monta. Lidiar con los venezolanos nunca ha sido fácil. Y los hechos han demostrado que si está resultando bastante difícil defender a Samper en Colombia, sin duda, va a ser mucho más complicado defenderlo en Venezuela.