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Trump y la actriz porno

El presidente le pagó 130.000 dólares a Stormy Daniels para que no revelara el encuentro sexual que tuvo con él. Cuando esto salió a la luz pública a nadie le importó mucho.

27 de enero de 2018

Melania Trump no es efusiva. Su rostro parece congelado en una expresión distante que, muy de vez en cuando, cambia por una tímida sonrisa. Sus intervenciones como primera dama no inspiran, por lo cual no es exagerado asegurar que habla mejor con gestos y actos. Por ejemplo, esta semana decidió no acompañar a su marido al Foro Económico Mundial, en Davos, Suiza. Pero, a diferencia de lo que dicen los cables oficiales, su ausencia nada tiene que ver con motivos logísticos. Se explica por el enorme escándalo que se produjo la semana pasada cuando se reveló que Donald Trump había tenido un affaire con una estrella porno en 2006, y que, en temporada de elecciones, pagó por su silencio. La semana pasada el escándalo estalló en la cara del presidente y le provocó a su mujer una considerable humillación pública.

Esta vino por cuenta de Stephanie Clifford, conocida en la industria pornográfica como Stormy Daniels, una rubia exuberante de 38 años que ha participado en más de 150 producciones. Ella describió sus encuentros sexuales con Trump en 2006 en una entrevista que dio a In Touch en 2011. La revista decidió no publicarla entonces por el temor a la retaliación de un hombre muy poderoso. Semanas antes de la elección de 2016, In Touch ratificó su decisión de no publicar la reveladora entrevista, pero Daniels había pactado contar su historia en el programa Good Morning America y en la revista Slate.

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Sin embargo, de un momento a otro imperó el silencio, y la semana pasada, el diario The Wall Street Journal explicó por qué. Según este, el abogado de Trump, Michael Cohen, gestionó un acuerdo de confidencialidad y le pagó 130.000 dólares a Daniels para asegurar que la historia no saliera a la luz. La porn star calló en ese momento, y Trump ganó y asumió el cargo. Pero cuando el WSJ reveló esta gestión, la revista In Touch desenterró su entrevista. De inmediato, Cohen emitió un comunicado de prensa para negar tajantemente el affaire, pero la bola de nieve ya era una avalancha y negarla no tenía mayor sentido. Así, los detalles de una relación sórdida y adúltera quedaron a la luz de todos, y la mayoría de la prensa mundial los recogió.

“Amante genérico”

In Touch le exigió a Daniels para la entrevista aprobar un test de polígrafo, y la entrevista resultó un mar de morbo que desnuda la bizarra picardía de Trump. Ella cuenta que en 2006 conoció al hoy presidente en un torneo de golf, en Lake Tahoe, Nevada, tres meses después de que su esposa Melania dio a luz a su hijo Barron. Trump la invitó al penthouse del hotel Harrah’s, y la actriz reconoce que aceptó, pues “así seas fan de él o no, es fascinante”. Llegó arreglada, pensó que al menos irían a cenar, pero él planeaba otra cosa. Se extendió en el sofá del cuarto vistiendo el pantalón de su pijama, por lo cual la mordaz porn star disparó: “¿Hugh Hefner sabe que le robaste el estilo?”.

No hablaron mucho. Daniels recuerda cómo una y otra vez Trump hizo alarde de su posición en la vida y le prometió hacerla parte del programa The Apprentice. Mientras tanto, también le mostraba insistentemente la portada de una revista Forbes con él en la carátula. “¿No luzco genial?”, le preguntaba una y otra vez. Al magnate, entonces de 60 años, parecía fascinarle la franqueza y el humor con el que la rubia lo molestaba. “¿Qué pasa con ese pelo?”, le preguntó. Trump respondió que le habían ofrecido todo tipo de tratamientos, pero que temía que cambiar su cabello le hiciera perder su poder y dinero. Daniels estalló a reír en su cara, pero no importó. Trump estaba casi embrujado. Le decía que rompía el estereotipo de “rubia tetona”, pues de boba no tenía un pelo y demostraba ser una hábil negociante.

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La porn star luego fue al baño, y a su regreso encontró a Trump sentado en la cama. Sabía lo que se venía. Se besaron y luego tuvieron relaciones sexuales. Daniels contradijo parcialmente el recuento de Marla Maples, exmujer de Trump, quien le dijo a The New York Post que el magnate era el mejor polvo de su vida. Para ella, quizás acostumbrada a mayor destreza, se trató de una relación sexual “genérica”, en posición misionera y “acorde a su edad, no trataba de tener sexo estilo porno. Pero no fue malo”. Aun así, añadió que lo hicieron sin condón, que podría reconocer su miembro si le tocara, y que Trump le insistió en que le diera nalgadas con la misma revista en la que él había salido en carátula. Ese detalle generó todo tipo de repercusiones en las redes sociales.

Después de ese primer encuentro, la estrella porno asegura que Trump quedó enganchado. “De inmediato dijo que me quería ver de nuevo, y preguntó cuándo”, y le pidió autografiarle un DVD de una de sus películas. Daniels añade que le pareció arrogante que Trump ni siquiera le pidiera reserva sobre ese encuentro. Ella tenía novio y él estaba casado, pero no importó. Trump no habló mucho de su familia. Le quitó importancia a su matrimonio, pero le hizo un elogio que no solo sorprendió a Stormy, sino al mundo entero. Se reveló la semana pasada que le dijo “tú te pareces mucho a mi hija”.

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El hoy presidente no demoró mucho en contactarla de nuevo. Daniels tenía los teléfonos de su guardaespaldas y de su secretaria personal, y por medio de estos cuadraban para hablar mínimo tres veces por mes. En el invierno la invitó a su oficina en la Trump Tower de Nueva York, en primavera la invitó al concurso Miss USA, y en verano la volvió a ver en el Beverly Hills Hotel. Allá, una vez más sin una gota de alcohol, cenaron mientras ‘el Donald’ veía un programa sobre el peor ataque de tiburones en la historia. Trump dejó claro que los escualos lo aterrorizan: “Yo hago donaciones a varias organizaciones, pero jamás daría un peso por una que proteja tiburones”. Luego de que esto se supiera, varias organizaciones que cuidan tiburones aseguraron haber recibido más donaciones que de costumbre. Como dato curioso, cuando llegó el momento de la verdad ella se negó y él no pataleó mucho.

Las consecuencias del affaire, claro, más allá del enojo comprensible de su mujer, parecen resbalarle a un presidente al que, como el teflón, nada se le pega. Incluso grupos radicales evangélicos que en el pasado condenaron a Bill Clinton y sus encuentros con Monica Lewinsky salieron en su defensa, decretando que “todos somos pecadores y merecemos una segunda oportunidad”.