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El amo de la F-1

Detrás del tinglado de la 'Gran Carpa' hay un personaje oscuro y controvertido: Bernie Ecclestone. Un nuevo libro cuenta su historia.

7 de septiembre de 2003

Por estos días todos hablan del duelo entre Michael Schumacher, Juan Pablo Montoya y Kimmi Raikkonen por ser el campeón de la Fórmula 1. Sin embargo podría decirse que existe un británico que desde hace cerca de 30 años es el número uno de esta competencia: mide sólo 1,59 metros, tiene 73 años, cabello gris, es diabético y cojo. Su nombre es Bernard Ecclestone, más conocido como Bernie o el Patrón de la F-1 Su compañía, Formula One Holdings, que agrupa la organización del campeonato, es una de las 50 firmas deportivas más rentables del mundo. Y aunque permanece detrás de la pista, durante años ha sido el motor de una industria que por temporada "mueve alrededor de 1.250 millones de dólares", explica Rolfe Hugo Buitrago, del Centro hispanoamericano financiero del deporte.

Su vida ha sido tan difícil como las carreras que organiza. Pasó de ser el hijo de un humilde pescador que a los 11 años vendía dulces a sus compañeros a ocupar, según la revista Forbes, el puesto 104 entre los más ricos del mundo, con una fortuna estimada en 3.900 millones de dólares. Incluso su esposa, una ex modelo croata 20 centímetros más alta que él y 28 años menor, es más rica que la reina Isabel.

Esta carrera es la que narra el periodista Terry Lovell en su libro Bernie's Game, en el que cuenta los métodos poco ortodoxos por los cuales Bernie se convirtió en dueño de la F-1. Lovell fue víctima del estilo del magnate. Cuando estaba haciendo entrevistas para el libro Ecclestone lo llamó: "Me cuentan que está molestando a mis parientes. Si sigue haciéndolo o publica algo sobre mí voy a buscarlo con una pistola". Pero no sólo no cumplió la amenaza sino que él mismo le dio el visto bueno al libro, aunque revelara datos que pudieran perjudicarlo, quizá porque su olfato le indicó que podía sacar provecho.

Y es que Ecclestone es impulsivo. Una vez al estacionar su Mercedes-Benz en un espacio suyo, encontró que estaba ocupado por un Jaguar. El dueño se disculpó y le dijo que sólo tardaría un minuto. Cuando regresó vio su carro destruido, Ecclestone lo había chocado.

Una leyenda lo sindica de ser el cerebro del asalto al tren de Londres-Glasgow de 1963, o por lo menos de haber prestado los carros y motos. "¿Por qué habría yo de robar un tren con sólo 2,6 millones de libras?", sostiene sonriente. "Nunca le ha molestado ese toque de Al Capone que la gente le otorga", dijo Lovell a SEMANA.

Su fortuna empezó en los mercados callejeros de Londres, donde después de abandonar el colegio comenzó una venta de motos usadas. Con las ganancias compró un par de autos del desaparecido equipo Connaught de F-1 y en 1958 se presentó sin éxito a correr el Gran Premio de Mónaco. Fue un fracaso como piloto pero se convirtió en el mejor conductor de las finanzas. Desde que era un adolescente fantaseaba con sus amigos con autos inexistentes. Su juego de rol consistía en vender un auto a un alto precio y ganaba quien lograra comprarlo por menor valor. El siempre resultaba vencedor.

Años después utilizaría la misma estrategia cuando compró el equipo Brabham en 1972. Les pidió a sus propietarios que fijaran el precio. Este fue de 130.000 libras y Ecclestone no protestó, por lo que los dueños supusieron que el trato estaba hecho. Por ello se filtró la noticia de que el equipo ya era suyo. La noche previa a la firma llamó y ofreció sólo 100.000 libras: "Lo toman o lo dejan". Como los tomó por sorpresa era tarde para no aceptar. "Es un manipulador monstruoso, movido por sacarle el último centavo a cualquier negocio", afirma Lovell.

También lo hizo en 1974. Antes del Gran Premio de Argentina los pilotos descansaban en la piscina del hotel y apostaban sobre quién podía nadar más bajo el agua. El vencedor había sido un piloto alemán que logró hacer cuatro piscinas. Pero Ecclestone les dijo que él haría cinco si cada espectador le daba 100 dólares. Todos apostaron. "Cinco bajo el agua, ¿cierto? Bueno, consíganme un snorkel", les dijo. Tiene fama de tacaño pues tenía la costumbre de apagar las luces de su empresa y los mecánicos tenían que trabajar con linternas.

Comprar Brabham, su jugada maestra, le dio derecho a ser parte de la Asociación de Constructores (Foca), que negociaba con los organizadores de los circuitos. Ecclestone se ofreció a ser el coordinador de los viajes a las carreras fuera de Europa y a cambio sólo pedía una comisión del 2 por ciento de cada premio. Como ese trabajo no le gustaba a nadie lo dejaron en sus manos. Desde entonces se dedicó a cerrar contratos por tres años y para la renovación exigía aumentos exorbitantes. "En 1976, para llevar el circo a Japón, pidió cuatro días antes de la carrera un aumento de 20 por ciento con el pretexto de cubrir el costo del traslado", cuenta Pablo Vignone, editor de deportes de Página 12.

Le hizo lo mismo a Sylvester Stallone cuando firmó una carta de intención para una película inspirada en la F-1. Pero cada vez que iba a hacerse el contrato Bernie elevaba el precio. A mediados de los 70 ya era presidente de la Foca y pudo dominar los derechos televisivos, una mina de oro inexplorada. Los obtuvo luego de una batalla legal con la Federación Internacional de Automóviles (FIA), que regula las competencias automovilísticas. "De todo el dinero que obtiene la F-1 por televisión los equipos se reparten el 47 por ciento. ¿se imagina a dónde va el 53 restante? La Formula One Administration calcula que los derechos de televisión entre 1998 y 2004 rendirán 1.555 millones de dólares. Más de la mitad irán para el británico", explica Vignone.

Por todo esto la comisión para la libre competencia de la Unión Europea sospechó que Ecclestone había implantado un monopolio e inició una investigación. Fue entonces cuando el magnate dio un timonazo: reunió gran parte de sus compañías en un holding llamado Slec, del cual Slavica Ecclestone, su esposa, era propietaria. Y siguió con sus maniobras porque este conglomerado compró a la FIA los derechos de televisión de la F-1 por 100 años.

No todas sus estrategias le han permitido subir al podio. Hoy, después de algunas ventas, 75 por ciento de Slec pertenece a los bancos. Pero Bernie sigue siendo el dueño del circo: "Aunque Ecclestone sólo tiene 25 por ciento, los bancos no tienen ni su influencia, ni su conocimiento, ni su autoridad", asegura Lovell. Una vez Frank Williams definió a Ecclestone como "un negociante duro que no considera nada fuera de su alcance, sólo que no va a durar para siempre". Bernie respondió: "En un año puedo construir algo que jamás naufrague".