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El cerebro detrás de los cables

Joaquín Quijano fue el ingeniero que hace 50 años hizo posible el advenimiento de la televisión en Colombia. Su aporte a las telecomunicaciones fue fundamental.

13 de junio de 2004

Hace 50 años el general Gustavo Rojas Pinilla inauguró la televisión en Colombia. Para que ese sueño del entonces primer mandatario se hiciera realidad fue decisivo el aporte de Joaquín Quijano Caballero, el ingeniero encargado de diseñar la red nacional de televisión, algo de por sí difícil en la complicada topografía colombiana y casi imposible en aquellos tiempos anteriores a los satélites de telecomunicaciones.

Quijano, hijo del escritor Joaquín Quijano Mantilla, fue el primer ingeniero en telecomunicaciones que tuvo el país. Sus amigos le decían 'Clavelito', pues siempre llevaba un clavel en el ojal de la solapa, de una variedad enana de color morado originaria de la India que él mismo cultivaba en el jardín de su casa. Nació en Cajicá, Cundinamarca, hizo su primaria en el Gimnasio Moderno de Bogotá y luego viajó a Alemania, donde terminó sus estudios secundarios. Se graduó de física atómica e ingeniería de las telecomunicaciones en la Universidad Técnica de Berlín y en 1942, a causa de la Segunda Guerra Mundial, regresó con su padre a Colombia.

En 1936, cuando la familia Quijano estaba establecida en Alemania, Joaquín Quijano Caballero, entonces vinculado como locutor en español en un canal de la televisión de aquel país, llevó por los estudios de la joven televisión alemana a un visitante colombiano que se entusiasmó con el nuevo medio de comunicación utilizado para transmitir en circuito cerrado los Juegos Olímpicos que se realizaron aquel año en Berlín. Era el mayor del ejército colombiano Gustavo Rojas Pinilla, invitado a Alemania por empresas fabricantes de armamentos junto con otros militares de Latinoamérica. Dieciocho años después el mayor ya era teniente general y presidente de Colombia, y encargó para montar la televisión en el país a Jorge Luis Arango, jefe de la Oficina de Información y Prensa del Estado (Odipe), y a Fernando Gómez Agudelo, director de la Radio Nacional de Colombia.

Quijano era el indicado para montar la red de televisión de cubrimiento nacional. La primera emisión llegó no sólo a Bogotá y sus alrededores sino también a Manizales, gracias a una antena repetidora que se montó en el cerro Gualí, en las faldas del Nevado del Ruiz, que pudieron poner a funcionar luego de cuatro días y noches de trabajos ininterrumpidos. A este paraje solitario e inhóspito llegaba la señal proveniente de una antena de 30 metros de alto instalada en la azotea del Hospital Militar, en las estribaciones del cerro de El Cable, en Bogotá, que cubría gran parte de la Sabana y tenía visibilidad con el Nevado del Ruiz. Para instalar esta antena Quijano contó con la ayuda voluntaria de obreros que trabajaban en el hospital.

Pero el país le debe a Quijano mucho más que haberse craneado el sistema que hizo posible llevar la televisión nacional a través de las tres cordilleras andinas. Desde su llegada a Colombia en 1942 se convirtió en el personaje clave en cualquier proyecto relacionado con telecomunicaciones. Se encargó de asuntos sencillos, como ponerles amplificación a las catedrales de Medellín y Bogotá, tareas que alternó con proyectos de gran envergadura. Trabajó en los sistemas integrados de telecomunicaciones para los proyectos hidroeléctricos de Chingaza, Chivor y Alto de Anchicaya, en la parte técnica de la transmisión radial de la primera Vuelta a Colombia en bicicleta en 1951, en el montaje de la primera red de télex en América y única que operaba por enlaces de radio y en la semaforización electrónica de Bogotá. Además estuvo al frente de la transmisión de la visita del papa Pablo VI a Bogotá en 1968 e hizo los estudios de enlaces internacionales en Zumbador (Venezuela) que se utilizaron para que los colombianos pudieran ver en sus casas y a través de la pantalla chica la llegada del hombre a la Luna el 20 de julio de 1969.

Quijano también se encargó de la racionalización del sistema telefónico de Emcali, del diseño de un sistema especial para marcación directa internacional y también se embarcó en proyectos visionarios, como luchar a comienzos de los años 80 (en vano) para que el país reclamara sus derechos sobre la órbita geoestacionaria y proponer un plan para integrar los Territorios Nacionales a través de globos aerostáticos inflados con hidrógeno. Durante el desastre de Armero ayudó a instalar redes de emergencia de telecomunicaciones y también representó varias veces a Colombia en la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) en Ginebra, Suiza. En 1974, con motivo de la celebración de los 20 años de la televisión en Colombia, recibió la medalla al mérito Manuel Murillo Toro.

Compartió su pasión por la electrónica y las telecomunicaciones con su amor a Sofía Uribe, con quien se casó en 1953 y con quien tuvo a Joaquín y Sofía (mellizos) y a Santiago. Sus dos hijos heredaron su pasión por la electrónica y son ingenieros. Aunque viajaba mucho era un padre muy dedicado, a sus hijos les hablaba en alemán para que fortalecieran el idioma que aprendían en el Colegio Andino y los instaba a leer y aprender. Su otra pasión, además de la música clásica, era un tren eléctrico Märklin instalado en una mesa de 15 metros que es toda una ciudad con aserradero, trolley, ciudad, playa, teleférico, en el que pueden circular 22 locomotoras al tiempo.

Joaquín Quijano murió en diciembre de 1990 luego de una vida dedicada a hacer propio un antiguo eslogan de Telecom: unir a los colombianos y a Colombia con el mundo.