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EL DECANO DE AMERICA

POCAS VECES HABIA EXISTIDO TANTA UNANIMIDAD SOBRE UN PREMIO, COMO EN EL DE OBRA HISTORICA OTORGADO A GERMAN ARCINIEGAS LA SEMANA PASADA

6 de enero de 1997

Hace poco, en su habitual columna de El Tiempo, el maestro Germán Arciniegas se definió a sí mismo como "un pedazo de colombiano que camina". Y no le faltaba razón. Porque si hay al-guien en el país que haya caminado en este siglo es él. Recién cumplidos los 96 años, los mismos de esta centuria que está por culminar, Arciniegas no sólo ha recorrido el mundo en su geografía, bien como diplomático, bien como conferencista, sino que ha cabalgado en su pluma por más de 60 volúmenes que reúnen una productiva obra dedicada por entero al enriquecimiento de la historia continental.Según cuenta en una de sus recientes narraciones, la culpa de todo la tuvo Londres, su primer contacto con Europa y adonde fue a vivir por dos años durante su juventud. Malo para la conversación, pero ávido de registrar su visión de Colombia desde el otro lado del océano, el naciente historiador comenzó a redactar artículos sobre sus observaciones cotidianas. Se inició en las lides periodísticas en 1918 y hoy todavía no ha parado.A pesar de ser reconocido por la comunidad mundial como uno de los historiadores más importantes del siglo en Latinoamérica, ha sido tradicional en él llamarse a sí mismo estudiante, un estudiante de escasa imaginación que terminó escribiendo de historia por su incapacidad para crear novelas. Lanza en ristre, las tres cuartas partes de su vida las ha dedicado a intentar un redescubrimiento continental. Americanista empedernido, no ha cedido un centímetro en sus convicciones acerca de que América es, en todo caso, otra cosa diferente de la que han contado los textos escolares de marras. Fue precisamente su abierta impugnación a España en defensa de los intereses americanos lo que le costó el puesto en la Comisión Quinto Centenario que conmemoró los 500 años del descubrimiento del Nuevo Mundo.Su polémica posición, que él mismo reconoce como obstinada, le ha generado a lo largo del siglo numerosos adeptos, pero también feroces contradictores. Sin embargo, ambos bandos reconocen en Germán Arciniegas la disciplina del genuino investigador. Lo que más ha sorprendido a propios y extraños es la lucidez con que sigue trabajando a una edad en la que cualquier escritor estaría en uso de buen retiro.Germán Arciniegas no sólo ha ayudado a construir la historia. Su vida, por sí misma, ha hecho historia. Mérito suficiente para haber sido distinguido la semana pasada por Editorial Planeta con el Premio Obra Histórica, como un reconocimiento más en la extensa hoja de vida de ese inquieto estudiante que terminó convertido en decano de América.