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EL DISCRETO ENCANTO

Por primera vez se revela que Carolina y Estetanía cobran hasta por asistir a una fiesta

10 de agosto de 1987

Una investigación reciente revela que, como cualquier mortal, los Grimaldi reciben cheques, tienen negocios, pasan cuentas de cobro, consignan y retiran dinero y, por todo ello, más por los títulos, son los verdaderos monarcas de ese gueto de multimillonarios que es Mónaco.
En esa ínfima porción territorial circulan 352 Rolls-Royce y 451 Ferraris. La gente mueve su plata en veintidos bancos mundiales que tienen sucursales; se estima que allí viven diez mil setecientos cincuenta millonarios y 518 multimillonarios y se sabe que el metro cuadrado de construcción más caro del mundo se cotiza en el edificio Houston, en donde vale a cuatro millones de pesos y que un café con crema en el Café de París, de Montecarlo, cuesta 800 pesos colombianos, sin servicio incluído.
Todo este panorama de millones incluye a la familia del príncipe. Para empezar, Rainiero es uno de los soberanos mejor pagados del mundo. Por su trabajo de vivir y de administrar desde la cúpula los bienes de Mónaco recibe 33 y medio millones de francos al año, lo que viene siendo algo así como mil doscientos millones de pesos, que significan cada mes la bicoca de cien millones de pesos de salario.
Por este rubro de sueldo, el Príncipe, considerado el viudo más apetecible del momento, supera incluso a la reina Isabel de Inglaterra y deja atrás a muchos otros competidores -de la nobleza o no- cuando a sus ingresos salariales se le suman sus entradas por los negocios: por sus propiedades de apartamentos recibe al año unos 150 millones de pesos, pero donde están sus mayores ganancias es en su participación como accionista de la cadena de hoteles SBM (Societé Des Mer), que administra buena parte del turismo de lujo y de los casinos de Montecarlo. Todo esto, calculado en mil millones de dólares, lo heredará su hijo Alberto, quien actualmente gana veinte mil dólares mensuales.
EL COLOR DEL DINERO
No se vaya a creer que es Rainiero el único que tributa dinero a las cuentas corrientes de los Grimaldi. El subcampeonato de ingresos se lo disputan Carolina y Estefanía, las dos princesas que cobran por prácticamente todo lo que hacen, desde ponerse un vestido hasta ir a una fiesta.
Carolina, toda una dama que ya está de regreso de las fiestas bulliciosas y camino a tener su tercer hijo, ocupa el cargo de Primera Dama y esa dignidad no sirve, como aquí, para poner corazoncitos el día del coranzoncito o para conseguir mantas para los damnificados por el último aguacero, sino para ganar plata. Cuatro millones de pesos es, aproximadamente, lo que se gana Carolina por ser Primera Dama, lugar que heredó de su madre.
Aunque la cantidad es secreta, se sabe que el contrato que tiene Carolina con la casa de modas Dior es suculento. Los rumores hablan de que, por ese lado, se gana unos ciento cincuenta millones de pesos al año por ir a las fiestas con sus vestidos. En efecto, a la hija mayor no le prohíben que haga algo que le gusta: exhibir joyas de joyeros famosos como Cartier, Piaget y Bulgari. Así que cada cierto tiempo, acude a un estudio de fotografía, le sirven una copá de champaña, sonríe ante la cámara, hace ¡click! y al día siguiente la princesa puede mandar por un cheque de cuatro millones de pesos, que es lo que cobra Carolina por una promoción de estas joyas en revistas.
Su fama, su título y su belleza sirven para engalanar muchas fiestas. Y por eso le pagan. Hace poco fue al bautizo del yate "Seagoddes", un hotel de lujo flotante por el que le cobran a los pasajeros unos dos millones de pesos diarios al darle la vuelta al mundo. Lo que hizo Carolina fue lanzar una botella de champaña contra la proa del barco, volver a sonreír ante el ¡click! y por eso le pagaron cerca de un millón y medio de pesos.
LA PRINCESA ESTA RICA
En el duelo de millones entre las princesas, Estefanía también se da ciertos lujos por su fama. Hace un par de meses se embolsilló un millón doscientos mil pesos por el sólo hecho de asistir a la inauguración del restaurante flotante "Maxime's Des Mer". A ese acontecimiento llegó a robarse el show con el cabello rapado a lo punk, envuelta en un vestido de Chanel blanco. No hizo nada más que asistir, sonreír y dejarse fotografiar y eso fue súficiente para ganarse ese milloncito largo.
Las ambiciones de Estefanía y a ellas sumado su estado civil, que la hace apta para el romance fugaz y el chisme ligero, han ido en su favor en materia económica. Por ejemplo su compañía de diseño de ropa Pool Position, incrementó el año pasado su producción en casi mil por ciento y realizó ventas por unos cinco mil millones de pesos. Pero "La Petite", como la llaman en el palacio de los Grimaldi, hizo el gran negocio del año al convertirse en cantante rock y ganar cerca de 500 millones de pesos.
Esos negocios mundanos -que los puede hacer por no tener ataduras matrimoniales ni hijos para cuidar ni cargos de dignidad que respetar, como si le ocurre a su hermana- son los más rentables de todos de los de la familia Grimaldi, con una condición adicional a favor de las dos princesas: que la vidá no les cuesta nada. O casi nada. "A donde ellas lleguen siempre serán las invitadas de honor", dijo un amigo de la familia. Y es tan cierto eso que, en entrevistas recientes, Estefanía confesó no tener la menor idea de cuánto valen las cosas de la casa o de la comida.-