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En septiembre, Guy Laliberté se convertirá en el primer turista espacial canadiense. Allá leerá un poema sobre el acceso equitativo al agua potable, que es el objetivo de su fundación filantrópica One Drop (una gota)

PERFIL

El dueño del sol

Una biografía no autorizada de Guy Laliberté revela la faceta de sexo y drogas del multimillonario fundador del Cirque du Soleil, un proyecto idealista que esta semana cumple 25 años.

13 de junio de 2009

En septiembre un artista de circo viajará al espacio por primera vez en la historia. Experto en caminar sobre zancos, lanzar llamaradas por la boca y hacer malabares, el canadiense Guy Laliberté abordará la nave espacial rusa Soyuz para hacer realidad un sueño que lo ha acompañado durante buena parte de su vida. Este empresario, que piensa celebrar de ese modo su cumpleaños número 50, permanecerá 13 días en la Estación Espacial Internacional, donde tendrá a su cargo una misión 'artística': leer un poema que dedicará a la Tierra y a sus habitantes para promover el uso equitativo del agua.

No es extraño que Laliberté haya decidido darse ese extravagante regalo de 35 millones de dólares, pues entre sus obsesiones siempre han estado los planetas y las estrellas. A principios de los años 80, mientras observaba el sol en una playa en Hawai, comprendió el significado simbólico de ese astro y su capacidad para hacer soñar a la humanidad. Desde entonces quedó en su mente la idea de crear un circo a su imagen y semejanza, capaz de inspirar la fantasía de los espectadores. Así comenzó a gestarse el Cirque du Soleil (Circo del sol), una compañía de entretenimiento que esta semana cumple 25 años de sorprender a casi 90 millones de espectadores en más de 200 ciudades del mundo.

Laliberté no era multimillonario como ahora, sino un joven que desde hacía algunos años había decidido vivir el día a día. En su adolescencia dejó a su familia tradicional franco-canadiense de clase media en la que, según él, siempre había música, para aventurarse a conocer diferentes lugares del mundo por su cuenta. Para financiar sus travesías recurrió a sus habilidades circenses y se convirtió en artista callejero, aunque en su primera noche en Europa, con los bolsillos vacíos, no tuvo otra alternativa que dormir en una banca de Hyde Park, en Londres.

En 1979 regresó a Québec, su ciudad natal. Allá, la magia, los zancos y los malabares volvieron a tentarlo y por eso se vinculó a un grupo de teatro callejero que hacía eventos culturales en la región. En 1984, bajo la batuta de Guy, el grupo decidió ir un poco más lejos y convenció a los organizadores de las festividades relacionadas con el aniversario 450 de Québec para que apoyaran su show, bautizado Cirque du Soleil. En su primera función a los artistas se les cayó la carpa encima y tuvieron dificultades para atraer al público. Pero salieron adelante por el "coraje y la arrogancia típica de los jóvenes", como dijo Laliberté alguna vez. Y desde ese momento no han dejado de presentarse alrededor del mundo.

"Todo comenzó con un sueño", comentó a SEMANA Carmen Ruest, quien fue una de las pioneras del circo y pasó de ser una saltimbanqui a trabajar como una de las directoras creativas. "Fue el sueño de unos jóvenes artistas, sin posesiones, que debían trabajar y vivir juntos para comer. Ha sido este sueño conjunto el que nos ha llevado desde entonces a crear y crear y crear".

El éxito de Cirque du Soleil se debe a que revolucionó el concepto tradicional del circo para mezclar elementos propios de los musicales y del teatro con un espectáculo lleno de coreografías y acrobacias. Se rehúsa a utilizar animales con el argumento de que prefiere alimentar a tres artistas en vez de a un solo elefante y tampoco recurre con frecuencia a diálogos. Así, según Ruest, la compañía ha creado su propio lenguaje, "uno visual y musical que es capaz de impactar a todo tipo de audiencias, no importa dónde estén en el mundo". Sólo en 2009, este circo de 4.000 empleados y 1.000 artistas tendrá 19 espectáculos distintos, en los que espera cautivar 15 millones de nuevos espectadores.

Como socio mayoritario y el hombre detrás de la carpa, Guy Laliberté ha visto crecer sus cuentas bancarias ilimitadamente, hasta el punto de que hoy aparece en la lista de multimillonarios de Forbes con una fortuna estimada en 2.500 millones de dólares. Cuando asumió el liderazgo del circo tenía muy poca experiencia administrativa, pero tanto sus admiradores como sus detractores coinciden en que ha tenido buena mano para manejar sus negocios. Prueba de ello es que a pesar de la crisis, Laliberté fue uno de los 44 multimillonarios que aumentaron su fortuna en 2008, cuando vendió por 600 millones de dólares el 20 por ciento de su empresa a una firma de Dubai.

El dinero le ha permitido a Guy, un fanático del póquer, lo que no había podido conseguir de ninguna otra forma: acceso a los círculos exclusivos de Hollywood, mujeres, fiestas y tiempo para cumplir sus sueños más extravagantes. "Él es tan poderoso y tan rico, que nada se iguala a las fiestas que hace. No hay comparación ni siquiera con las que ofrece el dueño de 'Playboy', Hugh Hefner", explicó a SEMANA Ian Halperin, periodista que acaba de publicar el libro The Fabulous Story of the Creator of Cirque du Soleil (La fabulosa historia del creador del Circo del Sol).

En su libro, que muestra entre otros aspectos la faceta oscura de este personaje, Halperin cuenta que la reunión anual que ofrece Laliberté, un fiestero autoproclamado, "se convirtió en lo más destacado para el 'jet set' mundial". Según las entrevistas que realizó el autor para su libro, los cerca de 3.000 invitados tienen todo a su disposición, desde "montañas de cocaína" hasta "prostitutas, artistas de 'strip tease'" y "orgías". La celebración dura días enteros y tiene un momento estelar: cuando Laliberté aparece en un estrado, sin camisa, y expulsa llamas de su boca, como hacía en su juventud, ante la algarabía de sus invitados. Halperin cuenta, además, que "él está encaprichado con las mujeres. Ha dormido con algunas de las más hermosas del mundo, incluida a Naomi Campbell, y le encantan las exóticas, especialmente las latinoamericanas". Ante la polémica suscitada por la biografía, tanto Laliberté como sus empleados han preferido no comentar, pues la consideran poco veraz y no autorizada, mientras Halperin revela que está dispuesto a ir hasta el final para probar cada palabra.

Lejos de la controversia, una cosa es cierta: tanto en su vida privada como en su circo, a Guy Laliberté le gusta romper esquemas y desafiar los límites. "Es un tipo brillante, visionario y entiende que la creatividad y las artes son maneras de cambiar este planeta para bien", explica Ruest. Halperin añade: "Él es un soñador y le gusta lograr lo imposible. Eso lo hace tan exitoso, tan inspirador y tan sexy". A estas alturas, tras 25 años en ascenso, Laliberté es consciente de sus virtudes. No en vano, después de conquistar el sol, ahora quiere acercarse a las estrellas.