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Según el FBI, Lynn Doyle Cooper podría ser el legendario D. B. Cooper.

DELITO

El eterno fugitivo

En 1971, después de secuestrar un avión, cobrarle 200.000 dólares al FBI, escaparse en paracaídas y desaparecer, D. B. Cooper se volvió un mito. Ahora, una nueva pista podría cerrar el caso del legendario criminal.

6 de agosto de 2011

"Señorita, tengo una bomba", le anunció un hombre cuarentón, de corbata negra y traje impecable, a la azafata Florence Schaffner, de Northwestern Airlines. Abrió su maletín de cuero, lleno de cables y con ocho cilindros, para mostrarle que la amenaza era en serio. Para la joven auxiliar, el vuelo 305 del 24 de noviembre de 1971 entre Portland y Seattle, en el noroeste de Estados Unidos, era solo uno más, pero entró a la leyenda. El pasajero, que compró su pasaje a nombre de Dan Cooper, ordenó a los pilotos aterrizar, luego de lo cual exigió 200.000 dólares como rescate y cuatro paracaídas.

Cumplidas sus demandas, el Boeing 727 despegó con destino a México. Pero a los pocos minutos Cooper se lanzó de la escalerilla trasera en medio de una noche tormentosa. No se sabe si sobrevivió, pues el FBI (Federal Bureau of Investigations) nunca logró resolver el caso y, con el tiempo, Cooper se convirtió en uno de los criminales más misteriosos de Estados Unidos.

La semana pasada, cuarenta años después del impresionante salto, la cacería dio un nuevo giro. Inesperadamente, el FBI podría cerrar una investigación por la que han pasado generaciones de agentes que han seguido a mil sospechosos, y cuyo expediente ocupa 15 metros de repisas en los sótanos de la oficina en Seattle.

Marla Cooper contactó al FBI hace unas semanas, para afirmar que su tío es el famoso criminal. "Estoy segura de que D. B. Cooper era mi tío, Lynn Doyle Cooper, al que le decíamos L. D. Cooper", le contó al canal de televisión ABC. Recordó que un par de días antes del Día de Acción de Gracias de 1971 vio que sus dos tíos, que acababan de comprar unos costosos walkie-talkies, planeaban algo raro en la casa de su abuela en Oregon, cerca del sitio donde se supone que D. B. Cooper aterrizó. El día del secuestro, los dos tíos se fueron a cazar pavo y no volvieron hasta la mañana siguiente. "Mi tío L.D. estaba ensangrentado. Dijeron que había tenido un accidente de automóvil y después escuché: 'Lo hicimos, nuestros problemas de dinero se acabaron, secuestramos un avión'", dijo Marla.

Jamás volvió a ver a su tío, un veterano de la guerra de Corea que murió en 1999, pero recuerda varios comentarios de sus padres sobre el tema. Un portavoz del FBI dijo que la nueva información era "la pista más prometedora e interesante que hay" y que por ahora estaban analizando una foto borrosa de Lynn Doyle Cooper y la correa de su guitarra en busca de posibles huellas dactilares.

Sin embargo las evidencias son tan tenues que el FBI aún no puede cantar victoria. Hay huellas digitales del pirata sobre un vaso en el que se tomó dos bourbons con soda, muestras de ADN extraídas recientemente en las colillas de cigarrillos Raleigh que fumó en el avión y en la corbata negra que dejó tirada antes de saltar.

El FBI piensa que D. B. Cooper trabajó en la aviación, pues el Boeing 727 era el único modelo comercial con escalerilla trasera, que permitía lanzarse en paracaídas. Además, les ordenó a los pilotos poner los alerones a 15 grados, dejar el avión despresurizado y mantenerlo a una velocidad de 300 kilómetros por hora y a una altura baja. Es también probable que Cooper tuviera conocimientos en paracaidismo, pues un salto a 3.000 metros del suelo, de noche, con ventiscas y lluvia es casi un suicidio.

El resto ya es especulación y misterio. No se sabe si cayó vivo. Por años el FBI afirmó que sin casco, botas y traje de paracaidista era imposible aterrizar sobre una región cubierta de bosques, glaciares y montañas. Pero el cadáver nunca apareció.

Tampoco se logró determinar el punto donde Cooper se posó, por variables como el viento, la velocidad del avión, el momento exacto del salto o cuántos metros descendió en caída libre. En los meses que siguieron la hazaña, más de doscientos agentes del FBI, soldados y voluntarios, a pie, en avioneta y helicóptero, rastrearon una zona extensa en busca de algún indicio. Incluso un minisubmarino exploró un lago, pero no encontraron nada.

A las pocas semanas del secuestro, el FBI publicó una lista con los números de serie de los billetes entregados a Cooper y Northwestern Airlines ofreció recompensas por alguna pista sobre el paradero del botín. Pero solo aparecieron 5.800 dólares deteriorados por la humedad y el tiempo, cuando un niño los encontró en 1980 en una playa del río Columbia, en la zona donde habría caído el criminal. Pero por el estado de descomposición del paquete, la nueva pista es un callejón sin salida.

De ese modo, el misterio sobre el secuestrador no ha dejado de alimentar teorías y un culto ferviente. Cooper ha salido en novelas, investigaciones periodísticas, comedias, le han compuesto baladas, dedicado discos de punk y tiene su propia película, En busca de D. B. Cooper, protagonizada por Robert Duvall. Y cada 24 de noviembre en el pueblito de Ariel, donde se cree que tocó tierra, se celebra una feria en honor al famoso delincuente.

"Cooper es la persona que se burló del gobierno y le robó sin dejar víctimas, un Robin Hood moderno, todos quieren que se salga con la suya", dijo Geoffrey Gray, autor del libro La cacería por D. B. Cooper, en una entrevista con la revista estadounidense Salon. Por eso, es probable que muchos estadounidenses prefieran que la identidad y la suerte de Cooper sigan siendo un misterio, pues un héroe sin secretos se vuelve un simple mortal.